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Lunes, 16 de noviembre de 2009

CONTRATAPA › MANNY PACQUIAO, EL MEJOR PUGILISTA DEL MUNDO

La Bestia Pop

Sacude a los rivales en el ring y, cuando baja, toca con su banda, como hizo el sábado en Las Vegas tras noquear al puertorriqueño Miguel Angel Cotto, lograr el quinto título mundial de su carrera y embolsar 13 millones de dólares. Todo un personaje.

 Por Daniel Guiñazú

- Este hombre es una bestia. Debe haberlo pensado el puertorriqueño Miguel Angel Cotto, con la cara a la miseria, los pómulos inflamados, cortado en la ceja izquierda y en la boca, una vez que el árbitro Kenny Bayless detuvo la pelea a los 55 segundos del 12º round, después de que los dos últimos cross de izquierda de Manny Pacquiao le sacudieran la cabeza maltrecha cual si fuera el badajo de una campana.

- Este hombre es una bestia. Lo piensan todos por estas horas en la cima del boxeo mundial. Manny Pacquiao, un filipino de 30 años de edad que hace diez ganaba el campeonato mosca del Consejo Mundial, logró en la madrugada del domingo sobre el ring del MGM Grand Hotel y Casino de Las Vegas, el título de los welters de la Organización Mundial, el quinto de su carrera en cinco categorías diferentes, portando 15 kilos más de los que su cuerpo llevaba una década atrás. Sin vueltas: Pacquiao (o el Pac Man, tal su fe de bautismo pugilístico) es un fenómeno, el boxeador más excitante de estos tiempos. En una década gloriosa se ha alzado en serie con las coronas mosca del CMB (1998), supergallo de la FIB y la OMB (2001), superpluma del CMB (2008) y liviano del CMB (2008) y ha vencido a grandes de esta época como los mexicanos Marco Antonio Barrera, Juan Manuel Márquez y Erik Morales, el estadounidense Oscar de la Hoya y el inglés Ricky Hatton.

- Este hombre es una bestia. Porque además Pacquiao, con su escalada triunfal e imparable, ha obligado a quemar algunas verdades reveladas que circulaban por los libros del boxeo. “El boxeador más chico no le puede ganar al más grande”, decían hasta hoy los viejos maestros para justificar por qué un púgil de físico pequeño no podía superar a uno más corpulento o de un peso superior. Y lo fundamentaban con ejemplos que venían desde el fondo de la historia: Billy Conn no pudo con Joe Louis. Archie Moore, el mayor noqueador de todos los tiempos, fracasó cuando pretendió ser campeón de los pesados ante Rocky Marciano y Floyd Patterson. El talento de Mantequilla Nápoles fue apaleado sin misericordia por Carlos Monzón. A Alexis Argüello lo sacaron en camilla del ring luego de ser noqueado por Aaron Pryor. Y Michael Spinks le duró 91 segundos a la potencia joven de Mike Tyson. No se podía. Pero ahora se puede: llegó Pacquiao y obligó a escribir una nueva teoría.

- Este hombre es una bestia. Porque en diez años sumó 15 kilos. Y no ha perdido velocidad ni potencia como les sucede a quienes van escalando categorías. Con los 65,312 kilos que llevó al ring ante Cotto, desarrolla el mismo ritmo infernal de pelea que en sus tiempos de peso mosca, sin perder jamás rapidez, contundencia y continuidad. En el primero y en el último round, Pacquiao es una tromba de energía inagotable. Saca las manos cuando avanza y cuando retrocede, en la larga, en la media y en la corta distancia. Abruma por acumulación de castigo. Resulta imposible detenerlo. Los que se le plantaron (Erik Morales, De la Hoya y Hatton) terminaron pasados por encima. Los que quisieron boxearlo (Marco Antonio Barrera y Cotto), también.

- Este hombre es una bestia. Y además, un prodigio de popularidad ilimitada. Es el deportista filipino más grande y famoso de la historia y cada combate suyo paraliza al país. El viajero que llegue o salga del aeropuerto Ninoy Aquino, el más importante de Filipinas, encontrará la autopista que lleva o trae de Manila tapizada con carteles en los que aparece su figura vendiendo lo que fuere: bebidas gaseosas, ropa de todo tipo, electrodomésticos, tarjetas de crédito, detergentes, teléfonos celulares y medicamentos. A cada rato aparece en la televisión para dar un reportaje, ya ha participado como actor en dos comedias reideras y en una película. Además tiene una banda musical, la Manny Pacquiao Band, con la que toca en Las Vegas tras cada pelea. De hecho, luego de la paliza a Cotto y con 13 millones de dólares más en su cuenta bancaria, dio un show en el teatro del Mandalay Bay Hotel dedicado a los miles de compatriotas que viajaron desde Filipinas para alentarlo. Cantó en castellano “La Bamba” y en inglés, “Imagine”.

No obstante, semejante fama no le ha servido para poder ingresar con éxito al mundo de la política filipina, al que pretende llegar una vez que se retire de los rings. En 2007 perdió las elecciones para ser representante en el Congreso por el distrito de Cotabato al Sur del Partido Liberal de la presidenta Gloria Macapagal Arroyo, en una campaña que financió con su fortuna personal. Y sobran los que dicen que su extraordinaria carrera pugilística podría verse comprometida o arruinada por las asperezas de la vida política.

- Este hombre es una bestia. Manny Pacquiao ha atravesado las fronteras de la estadística. Ha obligado a reescribir los libros del boxeo. Ha conquistado con su estilo enérgico y avasallante al televidente medio de los EE.UU. que compra sus peleas por pay per view con el mismo entusiasmo con el que compraba las de Oscar de la Hoya. Ahora promete seguir perforando los altos techos de la gloria deportiva. En 2010, Bob Arum, su manager, y Freddie Roach, su entrenador, quieren que defienda su flamante título ante Floyd Mayweather, el otro supercrack del momento, o ante Shane Mosley. También se habla de una tercera versión de su pleito ante el mexicano Juan Manuel Márquez, con quien empató en 2004 en impresionante pelea y al que derrotó en 2008. Nadie sabe hasta dónde puede llegar este tanque filipino con su alma de campeón y sus puños de acero. Sí se sabe, en cambio, lo que ha llegado a ser: el número uno del boxeo de estos tiempos, el mejor libra por libra, kilo por kilo, emoción por emoción.

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