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Lunes, 22 de agosto de 2016

BASQUETBOL › UN EQUIPO DURO, CON IDEAS CLARAS Y MUCHA INTENSIDAD

De la Generación Dorada al futuro

 Por Facundo Martínez

El del seleccionado argentino de básquetbol en Río de Janeiro fue un torneo especial. El equipo mostró en varios pasajes los bríos que de la mano de la Generación Dorada comenzó a tejer en el Mundial de Indianápolis 2002 y que luego le permitieron ganar el oro en Atenas 2004, el bronce en Beijing 2008 y después continuar dando qué hablar entre los equipos de la élite de básquetbol mundial.

Lo hizo a partir del juego de los cuatro integrantes de esa generación extraordinaria: Manu Ginóbili –cuatro veces ganador de la NBA con San Antonio Spurs–, Andrés Nocioni, Luis Scola y Carlos Delfino, y a partir del contagio de la idea de juego colectivo, de valores, de intensidades, que estos transmitieron a la nueva generación de basquetbolistas nacionales con presente europeo como Facundo Campazzo y Nicolás Laprovíttola, a los que se les sumaron Nicolás Brussino –flamante incorporación de Dallas Mavericks en la NBA– Patricio Garino, Gabriel Deck y Roberto Acuña, entre otros.

La derrota contra el Dream Team en cuartos de final, acortó la estadía del seleccionado de Sergio Hernández en Brasil. Sin embargo, no hay nada para reprocharle. El Alma volvió a demostrar que se le anima a jugarle de igual a igual a cualquiera de las potencias y que precisamente por eso se ha ganado el respeto de sus rivales, y también de los hinchas, algo que pocos equipos consiguen.

Manu, con 39 años y 104 partidos internacionales sobre sus espaldas, anunció su retiro y se despidió de los hinchas con lágrimas en los ojos. Lo mismo ocurrió con el Chapu, 36 años y 121 encuentros internacionales. Mucho de ellos quedará por siempre, como quedaron cosas de Pepe Sánchez o Prigioni en los bases del presente. Delfino todavía no sabe qué es lo que hará, duda. Solo Scola confirmó que seguirá un tiempo más en el seleccionado y seguramente será el último eslabon entre la Generación Dorada y esta que asoma con gran ímpetu. Sería imposible imaginar un traspaso mejor. Seguramente estos genios lo pensaron así, conscientes de que el juego es algo que siempre se podrá mejorar pero el alma, la mística, el amor por la camiseta es algo que se hereda como de padres a hijos.

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