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Lunes, 10 de noviembre de 2003

EL EQUIPO DE BIANCHI GANO EL SUPERCLASICO Y SACO MAS LUZ EN LA TABLA

Boca le pintó la cara a River

Un excelente golpe de cabeza de Battaglia y un jugadón de Iarley, que amontonó rivales hasta clavar el remate contra un poste, le permitieron a Boca quedarse con el Superclásico. La diferencia fue notable, sobre todo en el primer tiempo y, si no hubo más goles, se debió principalmente a la gran actuación de Costanzo. Iarley y Perea fueron figuras.

 Por Juan José Panno

River empezó perder el partido en la semana cuando sus jugadores quedaron exhaustos tras el viaje a Paraguay, o tal vez un poco más tarde cuando el preparador físico habló de desgaste anímico, o en el arranque del juego cuando a sus jugadores les quemaba la pelota, y lo siguió perdiendo cuando Costanzo, que las atajaba todas, no pudo con el cabezazo de Battaglia, y lo perdió del todo cuando los propios hinchas empezaron a pedir desesperadamente más coraje un ratito antes de que llegara el segundo y definitivo gol. River lo perdió antes, y lo perdió durante el partido, de punta a punta. Fue inferior en todos los sectores, en todos los planos y desde todos los ángulos.
Boca empezó a ganar el partido cuando Bianchi aprovechó la semana para hacerles entender a sus dirigidos que no es verdad que el equipo es medio equipo cuando no está Tevez, y lo siguió ganando cuando le dio todo el respaldo a Perea y cuando Colautti reemplazó a Barijho, y más aún cuando Iarley se dio cuenta de que sin Tevez en la cancha él podía ser la clave, y cuando Battaglia acertó con el cabezazo y Boca siguió avanzando en el inexorable camino de la victoria cuando encaró el segundo tiempo con la misma actitud que había tenido en el primero, hasta que el brasileño puso el moño. Boca lo ganó de punta a punta porque fue superior en todos los sectores, en todos los planos y desde todos los ángulos.
Boca fue un equipo sólido, compacto, capaz de manejar la mayor parte del tiempo la pelota, de atacar y defender en bloque y de ocupar mejor los espacios para cerrárselos al rival o para abrirlos hacia sus posibilidades ofensivas. En el primer tiempo llegó por lo menos siete veces a situación de gol y, de no mediar su falta de precisión en el último toque y la velocidad de Costanzo para salir a cortar, habría construido una goleada monumental.
River fue un equipo endeble, lento, quebrado tácticamente, sin jerarquía para defender y sin ideas ni potencia para atacar, lo cual queda patentizado en dos datos: 1) Tiró por primera vez al arco a los 25 minutos. 2) Tuvo una sola situación de gol en los 45m iniciales.
La única diferencia en favor de River estuvo precisamente en los arqueros, porque Costanzo la rompió y Abbondanzieri, que no tuvo mucho trabajo, dio un par de rebotes. No es que haya atajado mal, sólo que no brilló como su colega. Por lo demás, como queda claro, comparando línea por línea y jugador por jugador, el cuadro de Bianchi fue más que el de Pellegrini, y el propio Bianchi fue más piola que Pellegrini.
Al entrenador de River, que tiene el perfil de un laburante serio y honesto, no se le puede reclamar por los jugadores que puso en la cancha ni por los cambios que intentó, ni por no saber cuidar a los jugadores. Pero sí se le puede cuestionar su manejo del grupo. Después del partido, pensando en el futuro, dejó entrever que River puede sufrir “muchas derrotas”. Como para deprimir hasta el último hincha. Si éstos son los caminos que elige para estimular a sus dirigidos, es muy posible que vuelque seguido; si dijo algunas de esas cosas a los jugadores antes del Superclásico, la respuesta quedó desparramada sobre el campo de juego.
Bianchi tiene muy claros los objetivos y por eso regaló la Copa Sudamericana y apostó al doble frente del campeonato y la Intercontinental. Hasta ahora las cosas le vienen saliendo fenómeno. Son indudables sus aportes en el funcionamiento del equipo, pero esas virtudes suelen agrandarse cuando a Boca le toca jugar con rivales quebrados como este River sin alma ni fútbol, que ahora quedó a 12 puntos cuando quedan 15 en disputa.

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iarley convierte el segundo gol de boca, luego de una gran jugada individual. el brasileño fue la figura del clasico.
 
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