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Lunes, 24 de diciembre de 2012

MESSI

El año de los records

 Por Juan José Panno

Humanum est? Llegó cara a cara con el arquero del Valladolid y cruzó el derechazo. Mal. Muy mal. La pelota se fue a unos diez metros del palo. Un par de minutos más tarde recibió un pase de taco de Xavi, encaró en velocidad, puso quinta en cinco metros, le metió un caño finito a un pobre defensor que se interponía en su camino y, con el arquero a la vista, cruzó el zurdazo para que la pelota pegara en el poste y terminara su recorrido en la red. Esa, la de anteayer a la tarde, fue la última perla en el año de los records goleadores de Lionel Messi. Los hizo de todos los colores. De zurda, de derecha, de cabeza, picando maravillosamente la pelota por sobre la salida del arquero, de tiro libre de zurda desde la izquierda (¡Faaa!), de penal, entrando en velocidad, amagando antes, pegándole de primera, apuntando a los ángulos, empujando la pelotita debajo del arco. Fueron 91 goles en 69 partidos (un fabuloso promedio de 1,17), quebrando el record de 85 que tenía Gerd Müller desde 1972.

Lo notable es que Messi no es un nueve clásico, como sí lo era Müller, no tiene la insaciable vocación de un goleador serial; Messi juega, hace jugar y llega al gol como consecuencia natural de ser el más dotado en los equipos en los que participa. Hace ya mucho tiempo que esa constante se repite en el Barcelona, pero este año lustró además cada actuación con la celeste y blanca, para borrar definitivamente cualquier sombra de escepticimo sobre su producción con esa camiseta. Dos tripletes, uno de ellos a Brasil en Nueva Jersey, en un clásico que terminó 4 a 3, 12 goles en 9 partidos, entre amistosos y eliminatorias, redondearon un año extraordinario que mucho agradecemos todos por estos lares, empezando por Alejandro Sabella.

Messi entra y sale, como 9/10, y aprendió a entrar y salir de los partidos para que los contrarios por algún momento se distraigan y olviden su presencia y no adviertan que, de pronto, reaparece en la escena corriendo más rápido con la pelota que sin ella, hasta quebrar la resistencia de los defensores que se convertirán en simples conos.

En el año de la felicidad plena que alcanzó con el nacimiento de su hijo Thiago, en el año en el que asustó a todos con una lesión que parecía más grave de lo que finalmente fue, en el año en que ganó un solo título, la Copa del Rey, en el año de los cinco goles todos juntos al Bayern Lewerkusen, en el año de los quince dobletes, fue otra vez, y por lejos, el mejor de todos. Humanum est?

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