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Lunes, 1 de noviembre de 2004

FúTBOL › QUE TIENE EL EQUIPO DE MERLO PARA PELEAR

La chapa del candidato

POR DANIEL GUIÑAZU

Algo debe tener Estudiantes para que más de 10 mil personas crucen la ciudad desde La Plata y llenen la tribuna visitante como sólo pueden hacerlo Boca, River o algún otro con pretensiones de campeón. Y habrá que preguntarse si esa gente de paladar bilardista se moviliza porque su equipo está segundo a un punto de Vélez y Newell’s, o porque disfruta con lo que ese equipo le brinda.
Merlo es honesto, no engaña a nadie: Estudiantes tiene su marca en el orillo. Es ordenado, corre a todos en todos lados, presiona, nunca deja menos de tres en el fondo (Ortiz y Cáceres le ponen la cabeza a todo lo que les tiran), suelta a un lateral por vez (cuando va Angeleri, se queda Krupoviesa y viceversa), tiene dos leones que muerden en el medio (Cardozo y Meléndez, ayer reemplazado por Aquino), dos volantes (Gelabert y Carrusca) que van por afuera, un enganche o mediapunta (Sosa) y un solo delantero (Pavone).
Contra Lanús, el partido le cayó perfecto a Estudiantes, dio espectáculo y el 5-0 le otorgó aspecto de candidato al título. Contra San Lorenzo, también se sintió cómodo. El empate le calzaba justo y jugó para conseguirlo. En la primera media hora, fue y vino de igual a igual, aunque sin demasiada potencia para complicar arriba. Después, a medida que Merlo y los jugadores se fueron enamorando del punto, Estudiantes se dedicó a trabajar el partido más que a jugarlo. Y con oficio y con mañas se llevó aquello que había venido a buscar, sacando patente de equipo confiable, capaz de sacar de donde sea los resultados que necesita para sostener sus ilusiones y las de su gente.
Después del 0-0, San Lorenzo ratificó lo que ya se sabe desde hace tiempo: que tiene que trabajar mucho para provocar una situación de peligro. Y que la mejor versión de sí mismo ocurre cuando puede esperar y salir de contraataque (como le pasó ante River), y no cuando, como ayer, debe atacar de principio a fin. Las subidas por los costados de Paredes y Virviescas, la solvencia de Walter García y de Pereyra en el fondo, el trajín de Zabaleta y Santana en el medio, las ganas de Romagnoli para pedir la pelota y encarar por todos lados, la velocidad de Lavezzi y el empeño de Herrera alcanzaron para redondear una sensación de superioridad. Pero no para mucho más.
De los dos, el único que quiso ganar, siempre, fue San Lorenzo. Pero no supo cómo hacerlo: pretendió pasarle por encima a una defensa de Estudiantes que se fue superpoblando conforme pasaban los minutos y mandándole pelotazos a Walter García para que el zaguero gane alguna vez de alto. Si a San Lorenzo le fuera dado elegir, jugaría los seis partidos que le faltan como visitante. Lejos de su cancha, sus chances de salir campeón aparecen concretas. Pero como le quedan tres encuentros como local, al equipo del Bambino hay que tomarlo con pinzas: atacar no es lo que mejor le sale.

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