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Lunes, 11 de junio de 2007

FúTBOL › EL FESTEJO DE LOS JUGADORES Y LOS HINCHAS

La caravana de los campeones terminó en San Juan y Boedo

La alegría arrancó en el Nuevo Gasómetro mucho antes del pitazo final y se prolongó por Boedo y sobre el hogar espiritual del Viejo Gasómetro.

 Por Adrián De Benedictis

El día esperado llegó. El festejo tan deseado finalmente tuvo ayer su punto culminante para la gente de San Lorenzo. Después de seis años, el equipo volvió a ganar un torneo local, y la felicidad de sus hinchas se prolongó durante toda la noche. El inicio fue en el Bajo Flores, luego de la victoria ante Arsenal, y continuó por cada rincón del barrio de Boedo, donde el club tuvo su fundación. Una caravana partió desde el estadio para detenerse en el sitio que San Lorenzo tanto añora, la esquina de avenida La Plata y Las Casas. En ese lugar, en el que actualmente funciona un supermercado, se construyó sobre el césped del Gasómetro la mayor historia de este San Lorenzo que hoy disfruta del éxito.

Por ese motivo, los propios jugadores fueron los que se presentaron ahí, subidos a un micro que recorrió las calles donde suelen habitar los hinchas de San Lorenzo. El delirio fue tan grande que los protagonistas ni siquiera se cambiaron en el vestuario para hacer la excursión por los barrios. Boedo, Almagro, Parque Chacabuco, Pompeya y Flores pudieron disfrutar de este plantel que capturó la punta del campeonato en la sexta fecha y no la soltó jamás. Quizá la euforia de ellos se exhibió más porque la mayoría ganó un título por primera vez.

Pero la primera explosión de la tarde sucedió cuando el conjunto conducido por Ramón Díaz salió a la cancha. En ese instante el público vivió su primera sensación fuerte. El humo azul y rojo envolvió al estadio y la caída de cintas blancas terminaban de decorar el comienzo de un día que sería interminable. En ese momento, a nadie le inquietaba que Boca, su principal perseguidor, había ganado y obligaba a conseguir los tres puntos para poder festejar en serio.

Una bandera apareció inmediatamente en la platea sur con esta inscripción: “La gloriosa, Boedo-Argentina, la leyenda continúa”. Todo era éxtasis y al mismo tiempo nerviosismo. El gol rápido de Cristian Tula sirvió para calmar un poco la ansiedad, y automáticamente todos anunciaban una goleada. El “dale campeón” y el “... que de la mano de Ramón Díaz” comenzaron a escucharse con frecuencia. Precisamente, el nombre del riojano comenzó a familiarizarse mucho con los hinchas, al punto que a un plateísta se le escuchó decir: “Nunca pensé que iba a cantar eso”.

El empate parcial de Arsenal no logró reducir el entusiasmo de los locales, y todo tomó su curso normal con los goles de Gastón Fernández en el segundo tiempo. El último penal fue la sentencia definitiva para que los seguidores de San Lorenzo se convencieran de que la gloria era de ellos. Cuando se jugaban 72 minutos aparecieron las bengalas desde la tribuna general, y de ahí hasta el final del encuentro todo fue alegría extrema. “Ramón no te vayas. Quiero la Libertadores”, se leía en otra insignia, anticipando el futuro.

El árbitro decidió el final y llegó la fiesta. Otra vez la invasión al campo de juego desordenó un poco el agasajo de los futbolistas. Estos fueron hacia el sector donde está la hinchada y se subieron al alambrado. Luego de dar la vuelta olímpica, recibieron las medallas y la Copa en la premiación, y ahí el destino fue el travesaño de uno de los arcos. Los fuegos artificiales salían despedidos desde la cancha auxiliar y la noche era iluminada con varias tonalidades. Más tarde llegaría aquella “caravana de los campeones”. Dicen que, por Boedo, nadie durmió.

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El bus con los jugadores y el trofeo en la esquina de San Juan y Boedo. Hubo fiesta en el barrio.
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