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Lunes, 20 de octubre de 2008

FúTBOL › CON LA VISTA CLAVADA SOBRE LOS CONDUCTORES

Más Riquelme que Buonanotte

El volante de River tuvo su cuarto de hora, pero el segundo tiempo del astro de Boca fue de lo mejor del partido. Puso la asistencia del gol, casi mete el segundo y estrelló un corner en el travesaño.

 Por Pablo Vignone

Al final no fue duelo. De un lado se paró Diego Buonanotte, casi que puesto a cargar con River rumbo al triunfo. Del otro lado estuvo Juan Román Riquelme, cuyas credenciales son remanidas. Si hubo, fue duelito: duró lo que el chico del equipo de Núñez desequilibró para inclinar un cachito la cancha hacia el arco de García. Un período definido en el segundo cuarto de hora del primer tiempo, cuando el volante dejó de pararse tan atrás en el campo, se adelantó varios metros y provocó algo parecido a una especie de zozobra en la defensa visitante, haciendo amonestar a Battaglia (que quedó condicionado para los 70 minutos que faltaban de superclásico) y algo más. Pero en el segundo tiempo, una vez que Boca se puso en ventaja y Riquelme se acordó de ser quien es, ya no hubo tal combate futbolístico.

El pibe Buonanotte ilusionó con un taco de lujo para un remate largo de Salcedo, le cedió el balón a Falcao para que la estrellara en la base del palo, dio el arranque de la jugada que, a los 20, casi termina en un gol de Ferrari. Su piquecito obligó a Battaglia a bajarlo cerca del área: iban 21 minutos. El entusiasmo y la picardía le duraron poco más. Cuando su equipo precisaba claridad, se perdió en el marasmo. Lo que resultó decisivo, como en el resto de sus compañeros.

Pero no sucedió lo obvio, que mientras uno disminuía el rendimiento el otro creciera. Porque Riquelme no agrandaba su figura. Boca abusaba del pelotazo aéreo a Viatri, ya que su conductor no lograba encontrar la cadencia justa para adecuar el juego a su tranco. Cuando quiso juntarse con Gaitán para alimentar al delantero, no siempre tuvo los espacios que necesitaba. Pero se acordó de tirar un taco para habilitar el remate de media distancia de Viatri, y luego fabricó una apilada que lo metió en el área, por primera vez en el partido, fallándole el último toque.

Sí estuvo claro, durante todo el complemento y en especial después de que Boca amasó su ventaja, que no podían establecerse comparaciones. Ningún instrumento habría servido. Los centros de Buonanotte no lastimaban lo que las tentativas cada vez más punzantes del astro de Boca. La asistencia para el gol –un tiro libre casi desde el círculo central que buscó con mucha precisión la cabeza de Viatri– abrió la temporada de caza de Riquelme, que pudo poner el 2-0 diez minutos más tarde, con gambeta entrando al área y remate cruzado que se fue lamiendo el palo derecho de Ojeda; una pelota perfecta de 40 metros para Noir que terminó perdiéndola en el lateral; un corner que casi se transforma en gol olímpico –el travesaño salvó a River–; un taco postrero para bajar la pelota y dársela con elegancia a Viatri. Exultante, terminó abrazándose con Cáceres, el mismo que lo había criticado casi dos semanas atrás. “La clave es que fuimos mejores que ellos –señaló al salir del vestuario–. En el segundo tiempo quizá manejaron más tiempo la pelota, pero no nos hicieron ningún tipo de daño.”

El daño lo hizo él.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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