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Domingo, 9 de abril de 2006

GEORGES DIDI-HUBERMAN: VENUS RAJADA

Canal Venus

La Venus de Botticelli es el punto de partida para un ensayo antropológico sobre el desnudo femenino en la cultura.

Venus rajada
Georges Didi-Huberman
Losada
176 páginas
Por Jorge Pinedo

Matronas regordetas no menos sexies que nutricias, las Venus magdalenienses antecedieron por mucho a la diosa griega surgida del esperma marino producido al estrellarse en las aguas los genitales de Urano cortados por su hijo Cronos (según Hesíodo), en las inmediaciones de la isla de Citea. Luego está ese mármol romano al que los Médici dieron nombre, las bellas damas de Canovas y, en la cima, tal vez esa Venus naciente que Alessandro Di Mariano Di Vanni Filipepi, perpetuado como Sandro Botticelli, hizo inmensa (172 x 278 centímetros) en 1485. Concreción gráfica de la verdad terrena, El nacimiento de Venus, el lienzo a la témpera, tolera estoicamente haberse convertido en emblema semi kitsch (estatua de yeso, poster, etc.) como la Mona Lisa con el dulce de batata, no menos que en paradigma del “género ideal” para buena parte de los historiadores del arte.

Suerte de “strip-tease pictórico, tan petrificado como desmelenado, frontalmente exhibido pese a su gestualidad de pudor”, la obra de Botticelli ofrece a la emoción estética una investidura que opera al modo de “esa especie de corte que impone fundamentalmente todo deseo”. De tal modo lo entiende Georges Didi-Huberman al avanzar por encima de los cánones historicistas a fin de ensayar una antropología del arte, con la famosa Venus como punto de clivaje. Venus rajada es el ensayo que reúne sucesivos seminarios dictados en la Ecole de Hautes Etudes de París, en el Museo del Prado y en The Warburg Institute, destinados a abordar la imagen del cuerpo desde “la apertura de su propia imaginación” en la distinción de los planos social y figural a fin de evitar “reducir los ‘monumentos’, a las obras, a simples ‘documentos’”. Se aproxima en este punto a Bataille (y en él abreva) al asumir la desnudez en tanto “rasgo ontológico fundamental”. Circuito que Didier-Huberman recorre en cinco escalas, tomando de Botticelli la propia Venus, los tres paneles de la Historia de Nastagio degli Onesti, la anónima Venus de los Médici y la Venus desventrada de Clemente Susini, para cruzar esas obras con los textos de Savonarola, Pico de la Mirandolla, Boccaccio y el Divino Marqués de Sade al modo de parámetros y los historiadores clásicos junto a Freud, Bataille, Lacan, Deleuze y Lévi-Strauss, entre otros contemporáneos, operando como prismas.

Despliega una mostración conceptual que en forma permanente procura desandar esa tendencia a investir al desnudo de sentido hasta disfrazarlo de pacato con los géneros de la erudición. El autor hace impecable teoría de la ideología al adoptar la desnudez como objeto que interpela a un sujeto: el de la emoción estética. Despliegue en el que instala a la Venus botticelliana como placa fija de la bisagra que se complementa con la móvil, proveniente de la serie La lección de Anatomía de Rembrandt (tal como fue oportunamente trabajada por Foucault), entre el Medioevo y el Renacimiento.

Desnudez ideal, impura, culpable, cruel, onírica, sabedora, anatómica, es la que se despliega en el abanico abierto entre el cuerpo desnudo de la deidad y el acto de despojar de vestiduras lo pedestre. Al mismo tiempo en que se convierte en “el ropaje, en la vestimenta que sirve de alguna otra cosa: vestimenta del dibujo y la belleza ideales, vestimenta de los relatos mitológicos y de las descripciones literarias, vestimenta de los mármoles antiguos desenterrados, vestimenta de los conceptos neoplatónicos”. Diez reproducciones cromáticas y tres decenas de ilustraciones en blanco y negro otorgan soporte material a esta prolija edición barcelonesa traducida por Juana Salabert.

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