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Domingo, 29 de septiembre de 2002

Centenarios

El 21 de septiembre pasado se cumplieron cien años del nacimiento de Luis Cernuda, uno de los más importantes poetas españoles, que participó de la denominada Generación del 27.
“Mientras más importante es un artista, más dificultad tiene para que los contemporáneos se aperciban de su existencia”, se quejaba en vida Cernuda. Hoy, sin embargo, se lo celebra a lo largo y a lo ancho del vasto territorio que cubre la lengua castellana.
Hijo de un militar, el autor de La realidad y el deseo (probablemente su obra más emblemática) nació en Sevilla en 1902. En esa ciudad, precisamente, acaba de inaugurarse una exposición conmemorativa que mostrará los aspectos menos conocidos de Cernuda. Por otro lado, la muestra itinerante “Luis Cernuda 1902-1963”, el espectáculo teatral Escrito en el agua y el concierto “Como quien espera el alba”, patrocinados por el Ministerio del Exterior de España, mostrarán la vida y obra del poeta por Iberoamérica hasta mediados del año 2003.
El Romanticismo lo influyó desde el principio. Comenzó leyendo a Bécquer y su poesía se convirtió en una de sus predilecciones líricas. Pero también leyó a Goethe, Blake y Novalis. Si Bécquer lo marcó en los inicios, Hölderlin fue su definitivo modelo, lo que se nota en poemas como “Himno a la tristeza” y “A la tristeza de los dioses”, recogidos en el poemario Invocaciones y en las traducciones que realizó de la obra del gran poeta alemán.
La obra de Cernuda está impregnada desde el comienzo de un velado homoerotismo y pura negatividad (“Mejor la destrucción, el fuego”, es uno de sus versos más citados). En Madrid y en Cambridge, donde dio clases, se lo veía pasear con monóculo y guantes amarillos. Pero además de dandy y poeta exquisito, Cernuda abominaba de la moral media de su época. Siempre protestó contra el catolicismo que atenazaba la cultura española. Su segundo poemario surrealista, Los placeres prohibidos (1931), está ya marcado por su relación amorosa con el joven gallego Serafín Fernández Ferro.
Militante y fiel al espíritu revolucionario de su época, Cernuda creía que el capitalismo ahogaba la vida “natural” del hombre. Participó en las Misiones Pedagógicas de la II República Española, que promovían el arte y la cultura por los pueblos españoles. En noviembre de 1936, en los primeros meses de la Guerra Civil Española, el poeta se lanzó al monte a luchar en el bando republicano. Cuentan que se fue a la sierra madrileña de Guadarrama con un fusil y un tomo de Hölderlin en el morral.
En febrero de 1938, Cernuda salió de España y jamás regresó. Gran Bretaña, Estados Unidos y México fueron sus patrias, donde además de poeta exiliado fue profesor que dictaba cursos sobre literatura española. Recién la generación de Juan Goytosolo comenzó a rescatarlo del ostracismo al que el franquismo lo había condenado por homosexual, por republicano y por poeta.
El 5 de noviembre de 1963, Cernuda murió de un paro cardíaco en Coyoacán, México.

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