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Domingo, 21 de noviembre de 2010

La pulga en la oreja

Entre el grotesco y un ritmo moderno que prescinde de Internet y celulares, Lázaro Covadlo arma una fábula vertiginosa sobre el amor y el fracaso.

 Por Sergio Kisielewsky

¿Cuál es el estilo de una novela que habla de un zumbido en la oreja? En este caso, zumbido persistente dentro del oído de su protagonista, Dionisio Kauffman. Una suerte de voz ininterrumpida, constante, molesta y conversadora, como la de una niña que apunta el camino a seguir de Dionisio en todos los órdenes de la vida. En especial, la voz marca el paso del vínculo que deberá tener con las mujeres y los negocios.

Cercano al vodevil, con un leve tono de sainete en ciernes, el disparate no queda en la anécdota o en el tono zumbón sino que construye diversos escenarios donde la matriz es, vaya paradoja, la escritura para chicos. Algo en su construcción evoca los textos de Tutú Marambá de María Elena Walsh o la célebre Maruja de Ema Wolf. Entonces Lázaro Covadlo se apoya sin prisa pero sin pausa en la acción, en el ritmo de los diálogos que van y vienen.

Una y otra vez vuelve a la relación con las tres mujeres que por cierto siempre están al borde de un ataque de nervios. Lo abandonan, lo vuelven a elegir, lo vuelven a dejar y tienen hijos con otro. Dionisio, en cambio, insiste en el error, él mismo lo es y ese equívoco devora las palabras, lo torna gigante como un autorretrato de sí mismo colgado de manera invisible en la escritura. Siempre se ve como alguien descarriado, amorfo, volátil, impredecible en sus gestos sin decoro y cargado en exceso de astucia. Como el grotesco que atraviesa el capítulo donde un hombre cae muerto y da con su cabeza en el plato de comida, imagen potente y sonora; así como un encuentro sexual un tanto sangriento o las peleas entre las amantes de Dionisio.

Criaturas de la noche. Lázaro Covadlo Libros del Náufrago 165 páginas

Cabe agradecerle al autor que no hiciera deambular a sus personajes por la modernidad perenne de hablar por celulares o disponer de computadoras en cada escena. Aquí, la modernidad queda a salvo con otros detalles. Consigue el protagonista, pues, un buen trabajo y elevadas comisiones como vendedor de terrenos e inmuebles, despliega su encanto en fiestas y pisos deslumbrantes. Es allí donde aparece una crítica a las pésimas formas que adopta el capitalismo y también al machismo, donde las “lágrimas cargadas de información” y los rasgos de humor de los “poemas” pueden encontrar otra vuelta de tuerca. Una zona donde la ciencia ficción irrumpe, aunque sin demasiados resultados en la trama.

Es de destacar que Lázaro Covadlo (Buenos Aires, 1937) reside en España desde 1975. Publicó Animalitos de Dios (2004) y Las salvajes muchachas del Partido (2009), entre otras obras, y fue premiado y comentado en el Viejo Continente. El montaje teatral se dispone frente al lector como un banquete, con más variedad más en lo salado que lo dulce. Un menú caótico, sugestivo y, por momentos, desenfrenado y demoledor.

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