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Domingo, 16 de enero de 2011

Todos los veranos

El verano posterior a la crisis de 2001 es contado una y otra vez en Pinamar, una novela que, cruzando distintas voces, hace foco en la ideología cuando ésta se mezcla en la vida de las personas.

 Por Damian Huergo

Lucio ve en la pantalla del televisor tanques de guerra, gente con cacerolas, pibes corriendo con pañuelos en la cara, humo negro, policías que liberan zonas, cuerpos que sangran, periodistas que se sienten corresponsales de guerra y hasta a un chino llorando porque le saquearon su supermercado. Un chino que llora como su padre; que está cerca, pensando en sus ahorros devaluados. Lucio está afectado. La pantalla ya no es el aislante entre el afuera y el adentro. Las lágrimas del chino son las mismas que están en la cara de su padre. Lucio apaga la tele. Y, como si fuese el último pedazo de madera donde aferrarse cuando todo se viene abajo, se pone a escribir un diario personal. Pinamar, del sociólogo y escritor Hernán Vanoli, es la mezcla de ese diario con otro que escribirá su hermano mayor, Stany, diez años después. El montaje de esas páginas ficticias da como resultado una novela rabiosamente realista que, junto a Allá, arriba, la ciudad de Ramón Tarruella, mejor retrata el mazazo que fue para la generación del uno a uno el quiebre histórico de 2001.

Pinamar. Hernán Vanoli Interzona 138 páginas

En los dos diarios que se mezclan en Pinamar hay dos voces diferentes que se cruzan y dialogan. La parte de Lucio es un híbrido entre dos géneros de la intimidad: el diario y la carta. Su escritura no aspira sólo a la comprensión personal sino que tiene un corresponsal: Stany, su educador sentimental en el pasado y lector fantasma en el presente. Lucio le cuenta, con la desesperación de un testigo ocular en un terremoto, los sucesos que desembocaron en la crisis de 2001 y las consecuencias en su entorno de clase alta. Por primera vez, Lucio ve cómo la política moldea su cotidianidad: la escucha en la boca de sus amigos en la arena de Pinamar y la observa en los gestos de su mamá preocupada por perder su status. Lucio, como si fuese una reversión individual y ligera de una máxima marxista, es producto y enemigo de su sistema social y familiar. Odia lo que lo rodea. Y utiliza el diario, la escritura, para descargar su violencia comprimida.

El diario de Stany está escrito diez años después, cuando retorna a la Argentina a buscar a su hermano que desapareció misteriosamente en la ruta, junto a su mujer. Ninguno de sus amigos –ahora exitosos en el sector privado o en el Estado– le da pistas firmes. Lo esquivan o le mienten. Pero Stany insiste. Y lo busca, cuaderno en mano, en un país “post-crisis” donde todavía respiran sectores que tienden a hacer desaparecer –o a silenciar– todo lo que molesta.

Ambos diarios están escritos con el lenguaje de la intimidad: palabras espontáneas e inconexas, digresiones y anécdotas menores, acompañadas de guiños que provocan la carcajada o la morbosidad. El diario privado, como género literario, fue una de las escrituras más bastardeadas por la –denominada– sociedad del espectáculo que explotó en el cambio de siglo. Sus virtudes pasaron a ser una moneda de cambio más en las redes sociales, la industria del libro y en otras bambalinas donde el yo individual contribuyó al exhibicionismo inocuo. Como si fuese una parodia de tantos textos y autores que se agotaron en ese formato, Vanoli –desde la ficción– lo reivindica y le devuelve la capacidad de crear la ilusión de camaradería, visceralidad y sinceridad.

Hay varios motivos que llevan a una persona a escribir un diario: exorcizar angustias, registrar una vida paralela, visualizar modificaciones personales, armar una guía de acción y –si se aspira a ser escritor– largar el material en bruto para darle forma literaria en el futuro. En los diarios de Lucio y Stany, repartidos, están todos. Pero, sobre todo, profundizan una característica del género: retratar una época. Pinamar, ajena al anquilosado lenguaje panfletario, vuelve a asumir la política como el horno donde se cocinan todos los elementos.

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