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Domingo, 14 de octubre de 2012

El turno de la defensa

Abogado penalista, el alemán Ferdinand von Schirach se hizo famoso por reunir en el volumen Crímenes casos verdaderos en los que tuvo participación legal. Ahora continúa con Culpa, más casos signados por la violencia y los límites éticos que puede sufrir un profesional en el campo de los delitos.

 Por Ariel Magnus

Culpa, a diferencia de Crímenes, el anterior libro de relatos del abogado criminalista Ferdinand von Schirach, no trae prólogo ni epílogo, en parte porque el autor ya no necesita dar explicaciones sobre quién es (su libro anterior fue un auténtico best seller), y en parte también porque evidentemente no quiere darlas, ni cree que en definitiva haya explicaciones. “Las cosas son como son”, le hace decir a Aristóteles como toda apostilla a los quince relatos que completan los once anteriores, más escuetos esta vez, resumidos a lo esencial de cada crimen, y dentro de cada crimen sólo a los rasgos imprescindibles de los involucrados en él.

Culpa. Ferdinand von Schirach Salamandra 153 páginas

Testigo apenas participante, como si solamente quisiera dejar asentado cuándo y cómo se enteró de lo que cuenta, Von Schirach describe con precisión descarnada, pero nunca macabra, historias de una crudeza tan intolerable como necesaria. Ya desde el primer caso, en el que le toca defender a una banda de violadores, y lo hace con horrible éxito, también el lector pierde la inocencia junto al joven abogado, lo que le permite transitar el resto del libro con la empática frialdad de quien lo guía.

El interés que de por sí despiertan los diversos delitos, se supone que todos ellos basados en eventos que el narrador conoció en el mundo real de primera mano (y si no, tanto más meritorios por inventados), se ve potenciado por esta parquedad narrativa, que explica mucho mejor una situación aberrante o un comportamiento anómalo que cualquier intento de psicologismo. Así es como nos encontramos con inocentes injustamente condenados, culpables que son absueltos y casos nunca esclarecidos sin más moraleja que ésa, la de sus circunstancias específicas y su desenlace más o menos sorprendente. Estos giros finales, sumamente literarios, las dosis de humor necesarias para aliviar ciertas escenas y un repertorio de personajes que darían cada uno para una novela aparte hacen de Culpa un libro de lectura voraz, adictiva. Y si bien todas las crónicas son condenadamente notables, al punto de que resulta injusto establecer un ranking de preferencias entre ellas, las dos más cortas, de menos de tres páginas, quedan en la memoria como sospechosas de perfección.

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