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Domingo, 13 de enero de 2013

Tinta china

Cuando la Academia Sueca otorgó el Premio Nobel de Literatura al escritor chino Mo Yan, lanzaba una piedra al estanque de las polémicas literarias cuyas ondas todavía se siguen expandiendo. El poeta Liao Yiwu, quien sufrió la cárcel en China y actualmente reside en Alemania, envió una durísima carta abierta al Comité del Nobel, dando las razones políticas y estéticas de por qué consideraba que habían cometido un enorme error al premiar a un escritor orgánico del Partido Comunista y el Estado chinos. Escritores de la talla de Salman Rushdie y de la también Nobel Hertha Müller lo secundaron, aunque tampoco faltan voces que defienden a Mo Yan y consideran que detrás de sus detractores puede esconderse una sutil forma de censura. Aquí se presentan las distintas posturas alrededor del Nobel literario más polémico de los últimos años y una reseña de su libro Cambios (Seix Barral), que acaba de publicarse en la Argentina.

 Por Fernando Bogado

Cada año, frente a la entrega del Premio Nobel de Literatura, el mundo se indigna. La razón: cualquier ganador resulta injusto o insustancial frente a los favoritos que cada tanto se mencionan, los galardones que nunca fueron entregados a los autores que han cambiado la forma de leer y escribir, y los que han sido dados a personalidades que el tiempo parece haber condenado al más completo olvido. El Nobel de Literatura, muchas veces, opera como una suerte de reconocimiento político –y geopolítico, en un mundo dividido en bloques centrales, periféricos y emergentes– antes que literario, una forma de llevar lo “políticamente correcto” al territorio todavía incorrecto del arte y la literatura. La entrega del Nobel a Mo Yan (sobrenombre de Guan Moye, nacido en 1955), escritor chino vinculado con el gobierno de la República Popular y residente en su país de origen, ha despertado nuevamente una serie de polémicas y teorizaciones. ¿Cuál es el centro del debate a propósito de Mo Yan? ¿Dónde está el difícil nudo que el Nobel parece invocar como su más terrible fantasma? Está claro: el de la literatura anudada a la política y a la ética. Por ejemplo, se sabe que una de las principales razones por las que Borges nunca ganó el reconocimiento que todo el mundo sabía que merecía, se debió, en gran parte, al triste elogio que realizó en 1976 a la figura de Pinochet y al proceso dictatorial chileno. Declarado Doctor Honoris Causa en la Universidad de Chile, en su discurso afirmó que “en esta época de anarquía, sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita”.

Si ponemos en duda las declaraciones oficiales y tomamos como cierto el lugar común de que la “orientación política” (tímidamente) progresista de la Academia Sueca es la que influye en la selección del autor a consagrar, sería lógico el rechazo de escritores abiertamente conservadores y del polo opuesto pero, claro, esto pondría en cuestión el hecho de que varios seleccionados han sido identificados con regímenes dictatoriales de derecha, como Camilo José Cela, o que abiertamente abjuraron de su pasado juvenil en la izquierda y abrazaron el liberalismo de derecha, como sucedió con Mario Vargas Llosa, laureado en 2010.

El premio, entregado desde el año 1901, sólo ha sido rechazado por dos autores por motivos que también aunaron literatura y política: el primero fue Boris Pasternak, el gran poeta y autor de la novela Doctor Zhivago, quien fue forzado a declinar por las autoridades de la URSS en 1958. Jean– Paul Sartre, el segundo de nuestra breve lista, rechazó el galardón en 1964 y afirmó a posteriori que “desde hace cierto tiempo este premio tiene un tinte político” y que, “en la actual situación, el Nobel es otorgado objetivamente a los escritores de Occidente o a los rebeldes del Este”. Siguiendo esta lógica, Mo Yan sería una novedad: un escritor conservador... comunista.

REALISTA, MAGICO Y ROJO

Consultado por Radar, el escritor peruano Iván Thays, quien ya se ha pronunciado a favor de la entrega del Nobel a Mo Yan en su blog Vano oficio, resume bien la dificultad que cualquier crítico o lector tiene con respecto a los motivos de cada elección. “Creo que la Academia con sus decisiones, muchas veces discutibles, de premiar a autores políticamente correctos, aunque no tan notables, y sobre todo de negarles el premio a escritores talentosos, pero a quienes consideran incorrectos políticamente (Pound, Borges, Nabokov, Tolstoi), ha creado su propia trampa. Ahora se deja de lado el objetivo final del premio, que es brindarle un homenaje a una obra de calidad indiscutible, a favor de un concepto para mí erróneo de compromiso. La Academia, premiando mediocres políticamente correctos en momentos clave, o negándoles premios a autores geniales para no ‘ofender’ a países o personas, se ha vuelto vulnerable y susceptible a críticas en cada decisión que tome.”

El premio otorgado a Mo Yan y celebrado por China tiene como contrapartida el Nobel de Literatura entregado al disidente Gao Xiangjin en 2000 y, recientemente, el Nobel de la Paz entregado a Liu Xiaobo, ambos defenestrados por el gobierno del país. Xiaobo, en diciembre de 2009, fue condenado a once años de prisión por “incitar a la subversión” tras la firma de la denominada Carta 08, un documento aprobado por varios intelectuales que reclamaban la apertura y democratización de la República Popular. Las primeras críticas volcadas a Mo Yan señalaron su silencio con respecto a esta encarcelación en su discurso de recepción del premio y en varias entrevistas ulteriores. Entre los nombres de los más críticos podemos encontrar el de Salman Rushdie y Hertha Müller (ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009), pero ninguno ha levantado tanta polvareda como el de Liao Yiwu, poeta chino responsable de una carta abierta en donde señala que darle el premio a Mo Yan sin conocer su participación dentro del régimen es convertirse en su cómplice.

¿De qué se lo acusa a Mo Yan? En principio, su puesto como vicepresidente de la Academia de Escritores Chinos no lo muestra como una persona que sencillamente aprueba cualquier acción llevada adelante por el gobierno vigente sino que lo convierte en un miembro de las altas esferas que tiene un poder de decisión que va más allá del de mero simpatizante. Junto a este dato hay que considerar que, a partir de 1976, formó parte del Ejército Popular de Liberación (el “Ejército Rojo”) y que ha operado como un bastión importante dentro de la instrucción ideológica de las fuerzas debido a las clases de filosofía y economía política que les daba a los reclutas.

La polémica no se limita solamente a los aspectos biográficos sino que también recala en lo que hace a la cuestión principal: su estilo y temática, digamos, aquello que el Nobel declara como lo verdaderamente analizado a la hora de entregar la distinción.

Manuel Ollé Rodríguez, coordinador del Master en Estudios Chinos de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, opinó –consultado por Radar– que la literatura de este autor “es corrosiva por su humor grueso, su directa expresión de la carnalidad, la brutalidad, las pasiones humanas y por otro lado por mostrar las miserias de la corrupción y el abuso de poder, a nivel local, en el microcosmos rural o en el tiempo de la Revolución Cultural”. También considera que Mo Yan “forma parte de la generación que se da a conocer a mediados de los años ’80, que han podido leer la literatura moderna universal y participan del movimiento de la ‘fiebre cultural’; es una generación que se mueve entre la búsqueda de las raíces de la China profunda escamoteada por el discurso oficial, la exploración de las cicatrices del trauma de la Revolución Cultural y la ruptura con todo didactismo y todo realismo plano”.

En este afán por retratar a su pueblo como microcosmos, su real y simultáneamente imaginario Gaomi, los nombres de García Márquez y William Faulkner han aparecido en la boca de los expertos como parientes cercanos de la obra del autor chino. En ese sentido, Mo Yan es un claro exponente de su tiempo: lector de las traducciones de lo mejor de la literatura occidental llegada sobre finales del siglo pasado, es responsable de una estética que ha recibido el nombre de “realismo alucinado”, una suerte de “realismo mágico”, pero más mordaz. Según Ollé Rodríguez, “García Márquez junto con otros autores latinoamericanos, pero sobre todo él, tuvo un influjo notable en buena parte de los escritores de la generación de Mo Yan, y él mismo ha reconocido su cercanía literaria. La base realista distorsionada por las propiedades irreales, extrañas, mágicas o surreales de aquello que se describe, en parte les puede emparentar”.

EL SILENCIO DE LOS PRUDENTES

La llegada del Premio Nobel no es indiferente para el gobierno de la República Popular, menos considerando que uno de sus intelectuales orgánicos ha sido el elegido por un organismo que, en otras oportunidades, fue criticado por manipular políticamente el galardón para atacar a China. Tiempos Globales, uno de los periódicos ligado al PCCh, afirmó luego de recibir la noticia de la distinción a Mo Yan que “en el pasado han sido aquellos que se oponían al sistema chino quienes han ganado el Nobel. Las decisiones tomadas por los comités del Nobel tienen a menudo orientaciones políticas. Parecen haberse convertido en la moneda de cambio que utiliza Occidente para hacer frente a China”. Al mismo tiempo destacó que el silencio de Mo Yan debe ser entendido como un gesto de prudencia y humildad: “Mo es un verdadero defensor de la literatura. Ha rechazado mezclarla con la política”.

Con relación a la polémica que levantó la entrega del premio, Radar consultó a la Oficina de Cultura de la Embajada China en la Argentina para conocer su opinión con respecto al caso. En referencia a la carta de Liao Yiwu, el punto nodal del conflicto, la Oficina afirmó que “Liao Yiwu fue condenado en el pasado por sus actividades ilegales. Tras irse al extranjero, sigue con sus invenciones para captar la simpatía y el apoyo del público. Los 1300 millones de chinos están mejor situados para juzgar el progreso de los derechos humanos en el país. Esperamos que puedan juzgar la evolución en China de forma objetiva y equilibrada”.

En cuanto al propio Mo Yan, además de la esperada felicitación, y puestos ya en una perspectiva de incidencia cultural, también informaron que “actualmente, la principal editorial dedicada a la edición de materiales didácticos en China decidió incluir una obra de Mo Yan en los materiales de lectura opcional para los alumnos de la escuela secundaria. Ya estaba incluida otra novela suya, Sorgo rojo, en el plan Lectura de Novelas Chinas, editada para estudiantes secundarios”. A esto puede sumarse el dato que nos proporciona Manuel Ollé Rodríguez: a tal punto China está satisfecha con la entrega del Premio que están planeando armar un parque temático basado en la obra del escritor.

Divididos entre el respeto por la autonomía artística y las implicancias gubernamentales de la entrega de este reconocimiento, intelectuales de diversos países y tendencias se ponen en una vereda o la otra en un tema candente que no sólo exige ubicarse en un conflicto de su tiempo sino que, también, revela la intrincada y para nada resuelta relación entre literatura y política. ¿Hasta qué punto la crítica presente en las obras de Mo Yan no es servil a su Estado? ¿Cuáles son los verdaderos motivos detrás de un Nobel de este cariz? ¿Qué lugar ocupan las críticas políticas de los chinos disidentes en la valoración de una obra literaria? Pedir que no le den el Nobel a Mo Yan, ¿no es una forma de invocar a la censura que se dice combatir? Como única respuesta, el significado chino del sobrenombre del laureado escritor Guan Moye, “Mo Yan”, se hace –entre la prudencia y la ironía– totalmente elocuente: “No hables”.

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