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Domingo, 20 de diciembre de 2015

JUAN PABLO BERTAZZA

OTRA VEZ EL MAR

En La revolución tranquila, Juan Pablo Bertazza amplía la variedad de registros y formas poéticas para abarcar, en lo que asoma como la punta de lanza de una trilogía, todas las fuentes de la tradición que resuenan con ritmo contemporáneo.

 Por Sebastián Basualdo

Si en su anterior libro –Calle Lavalle– Juan Pablo Bertazza construyó desde distintas perspectivas algo así como una especie de guía poética sobre una de las más entrañables y representativas calles de Buenos Aires, en La revolución tranquila todo pareciera confluir hacia una sola intención: habitar la eternidad en el instante; pero “exactamente como el mar: autorreferencial en las orillas y anónimo en la profundidad”, con una gran variedad de poemas cuya tradición es tan reconocible como su gesto de libertad al pronunciarse. Así ocurre con un gran corpus que parecen surgir con la fuerza de un haiku; ajenos a la métrica regular pero no a su construcción nominal en infinitivo, entre otras reconocibles características: “Atravesar sin paraguas la tristeza/ como un paseo en bicicleta/ en medio del diluvio”. Luego: “Amar es alojar la ausencia”. Para continuar: “Aprendió a salir/ de donde no se sale/ vive prisionero”. Entre los hermanos espirituales del haiku están los poemas donde Bertazza despliega su mayor virtuosismo lírico por medio del trabajo exhaustivo de la metáfora para unir dos conceptos que atraviesan todo el poemario: la historia, o mejor dicho el relato histórico desde una visión cíclica y la presencia de la naturaleza no sólo como un escenario donde transcurre la vida sino desde una concepción tan utópica como enigmática. “Casi dos terceras partes/ de la superficie terrestre/ están cubiertas de agua/ más que nada mar abierto/ y el mar es más que nada hábitat/ de la revolución tranquila.”

Un texto ligeramente ajeno al universo poético funciona como puente tendido para pensar la relación entre la ficción, el tiempo cíclico y la historia. Se trata de una comparación entre el naufragio del Titanic y una novela publicada diecisiete años antes por Morgan Andrew Robertson, titulada Futility donde narró el hundimiento de un barco llamado Titán con características muy similares a la célebre embarcación hundida el 15 de abril de 1912, “doce similitudes por lo menos pueden encontrarse, ambos eran los barcos de pasajeros más grandes jamás construidos propiedad de empresas navieras británicas con sede en Liverpool y oficinas en Estados Unidos considerados insumergibles capaces de transportar alrededor de 3.000 personas y con tres hélices el Titanic desarrollaba una potencia de 46.000 HP en ninguno de los dos los botes salvavidas eran suficientes Titanic y Titán inician su viaje en el mes de abril uniendo Nueva York e Inglaterra aunque en sentido inverso los dos impactan contra un iceberg alrededor de la medianoche a pocas millas de distancia en la novela fallecían 3000 personas y sobrevivían 13 en el Titanic murieron 1522 personas y sobrevivieron 705 los escépticos lo consideraron una coincidencia los temerosos una premonición”. A partir de ahora es el mar como figura retórica cargada de simbolismos lo que le permite a Juan Pablo Bertazza retomar gran parte de los temas que viene desarrollando desde la publicación de Los que no hablan y En base doble, ya sea en torno a las facultades del lenguaje, el acto de la creación literaria o la lectura. “Leer con atención flotante/ escribir abajo del agua; reflexiones sobre el amor y sus imponderables: ‘Un amor como el Titanic/ que se hunda en el primer viaje/ sin un rasguño en sus maderas’. O la mujer como un universo tan enigmático como inabarcable y necesario Es la mujer posesa por los cielos/ cuyo nombre se dice con un número/ la mejor mujer imposible/ te hace soportar la primera/ visión que incendia las estrellas/ el anzuelo que en cada una de tus vidas/ lanza lo insalvable. Las vicisitudes o la mera contingencia de la vida como esos golpes a los que refiere Cesar Vallejo y que “llega con la misma frecuencia/ que llevan/ arremolinadas, vulnerables y violentas/ las olas de un mar de olas/ después del terremoto” son apenas algunos de los temas que emergen de La revolución tranquila, título que alude al período de desarrollo cultural y político que se dio en Quebec, la provincia francófona de Canadá durante las años sesenta, “amos de lo nuestro/ un entendimiento en París/ y el filo de la flor de lis/ en el cuello de la monarquía”, escribe Juan Pablo Bertazza en el poema que lleva por título el libro, primera entrega de una trilogía que hará escala en Praga y luego en Lisboa con sus Revoluciones de terciopelo y de claves, respectivamente. La revolución tranquila es un libro de múltiples lecturas, escrito con la intensidad que dura una sonrisa pero con la seguridad de quien es capaz de escribir sus verdades sobre el agua.

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La revolución tranquila. Juan Pablo Bertazza Leviatán 115 páginas
 
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