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Domingo, 10 de enero de 2016

LUKAS BäRFUSS

RELATOS SIN MORALEJA

Dramaturgo y novelista, Lukas Bärfuss aborda en su última novela, Koala el tema quizá más áspero de tratar: el suicidio. Y lo hace narrando no sólo una historia personal sino también reconstruyendo contextos, recurriendo a fuentes filosóficas, literarias y antropológicas.

 Por Juan Pablo Bertazza

Desde que Camus indicó que era el único problema serio de la filosofía, el tema del suicidio se viene debatiendo entre el silencio y la preocupación intermitente de algunos psiquiatras y organizaciones no gubernamentales. Sea por lo que sea, el suicidio parece constituir hoy uno de los últimos tabúes que quedan por derribar, al menos de este lado del mundo, como si ninguno de los innumerables agujeros que se fueron abriendo a lo largo de nuestra era sirviera para mirarlo de frente y comenzar a aprehenderlo en toda su magnitud.

Por eso mismo, Koala de Lukas Bärfuss no sólo viene a llenar un enorme vacío, también lo hace de manera novedosa, por la forma y por el contenido, aun cuando el propio autor deja en claro la curiosa gramática del asunto ya que “el suicidio habla por sí mismo y, por ende, no necesita de ningún narrador”.

Yendo entonces en contra de su propia consigna Koala es —la metáfora del reino animal no debería ser ingenua— un rara avis: un libro de linaje incierto, una historia en peligro de extinción, una novela que parece un ensayo escrito, en verdad, por un hombre de teatro. Porque Lukas Bärfuss —uno de los más destacados escritores suizos de la actualidad— consagró su carrera más que nada a la dramaturgia, aun cuando su primera novela, Cien días, ya había sido publicada.

Lo cierto es que tanto sus obras como sus novelas (con sus respectivas traducciones y representaciones) cuentan, desde hace varios años, con el beneplácito y la fascinación de públicos de diversos países europeos y americanos, donde suelen levantarse polémicas y debates como consecuencia de su extraño cóctel de sensibilidad, frialdad narrativa y talento para poner el dedo en la llaga.

El argumento de Koala, por supuesto, no es la excepción: un escritor regresa, luego de veintitrés años, a su pueblo natal en los Alpes para brindar una conferencia con motivo del bicentenario de la muerte de un escritor al que se alude sin nombrarlo de manera explícita, Heinrich Von Kleist, otro dramaturgo que durante su vida fue ignorado y, en el mejor de los casos, incomprendido hasta que, recién en pleno siglo XX, se lo empezó a tener en cuenta como uno de los más grandes exponentes del romanticismo alemán, a la altura de Goethe, Schiller o Hölderlin.

Kleist, cuyo epitafio dice “Ahora, ¡oh inmortalidad! eres toda mía”, es conocido también por ser un verdadero pionero en eso de los pactos suicidas: en un episodio digno de Lily Süllös, se pegó un tiro en noviembre de 1811, a orillas del lago Wannsee (en las afueras de Berlín), luego de dispararle a su amante y musa inspiradora Henriette Vogel, a la sazón enferma de un cáncer terminal.

En ese regreso algo solemne y obligado, el escritor conferencista se reencuentra con su hermano (en rigor, medio hermano), una persona reservada y algo terca a quien no ve desde hace mucho tiempo debido a su obsesiva tendencia a no salir de casa. Sin embargo, en lugar de recuperar el tiempo perdido y decirse todo lo que tienen para contar, el narrador confirma que la única familiaridad que existe entre ellos “se limita a una complicidad en el silencio, a un hablar con alusiones que jamás llegaban al fondo de las cosas”.

Claro que su hermano sí lo hace: a las pocas semanas, después de redactar un escueto testamento, resuelve quitarse la vida en un país donde “el mayor atrevimiento de un suicida no es el hecho de matarse, sino la suciedad que deja”, por lo que ése pasa a ser, en realidad, su último encuentro.

A partir de ese punto bisagra, el hilo narrativo de Koala empieza a deshilacharse o, mejor dicho, a ramificarse entre múltiples tramas y discursos donde se entrecruzan la historia, la antropología y hasta la zoología. Así, el recuerdo del hermano, a quien el narrador le reprochaba no moverse de su casa, no trabajar, no tener relaciones estables, no usar el mail, no especular, no ser funcional, en definitiva, al mandato insoslayable de rendimiento del mundo, se funde con la anécdota del escritor alemán suicida, las investigaciones antropológicas acerca de los primeros suicidios registrados en Perú y las vicisitudes de las primeras exploraciones en torno del koala, ese curioso animal que existió sin nombre durante veinte millones de años, que se alimenta exclusivamente de eucaliptus, se aferra casi siempre a un árbol y empieza a copar este libro a partir del pertinente apodo que se había ganado el hermano del narrador por su irremediable tendencia a la pereza, a tal punto que, por momentos, los dos se vuelven casi indisociables: “con una alimentación tal no se pueden dar grandes saltos, el animal debe permanecer sedentario y tranquilo, reducir el metabolismo hasta el borde del estupor”.

Si el suicidio se parece a los relatos sin moraleja, esta nueva novela de Lukas Bärfuss redobla las apuestas de la incertidumbre y las preguntas abiertas. Pero aunque es un libro desconcertante y crudo, experimental y denso, plagado de dudas y estupor, hay también en Koala una extraña pero inconfundible vitalidad.

Koala. Lukas Bärfuss 170 páginas Adriana Hidalgo

La vitalidad de quien se le anima al vacío (en última instancia lo que subyace al miedo a la muerte), la vitalidad de quien denuncia la enorme carga de muerte y cobardía que hay en muchas vidas que siguen en pie, la vitalidad del que intenta sacarse de encima el lastre de los lugares y silencios comunes para explorar nuevas voces, nuevas palabras y nuevas preguntas: “Y de pronto comprendí por qué se trataba de evitar hablar del suicidio. No era contagioso como una enfermedad, era convincente como un argumento incuestionable. Era una mentira decir que no se entendía a los suicidas, al contrario. Todos los entendían demasiado bien. Porque la pregunta no era: ¿por qué se suicidó? La pregunta era: ¿por qué siguen ustedes con vida?”.

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