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Domingo, 25 de mayo de 2003

Borges en Brasil

Borges no Brasil
Jorge Schwartz (ed.)

Unesp
San Pablo, 2002
608 págs.

Ante la infinidad de posibles entradas al volumen Borges no Brasil, compuesto por casi cincuenta textos, se hace necesario oír una voz de afuera, la del autor de otro libro infinito, el Diccionario de autores latinoamericanos, César Aira. En su entrada sobre el escritor, dice: “lo mejor de Borges en su vejez había pasado a lo oral, a sus conferencias, y sobre todo a las réplicas siempre ingeniosas, nunca obvias, casi siempre geniales, que prodigaba en los infinitos reportajes a los que era sometido. Este material se fue reuniendo ocasionalmente en libros de muy deliciosa lectura”.
Empecemos entonces por ahí, es decir por el final, en el cual hay cuatro reportajes a Borges, y por el medio, donde se encuentran sus “palabras” durante la segunda y última de sus visitas oficiales a Brasil (en 1970 y 1984, ambas a San Pablo). En éstas repite lo que siempre ha dicho: “Soy sobre todo un lector”, “cada lector es un creador”, etc. Repite también lo que hay que repetir y repetir: “No hay diferencia esencial entre escribir y traducir, ya que la única buena traducción es aquella hecha por un poeta”. Al final hace una promesa que no cumplirá: un poema sobre Brasil. Es que el “poema” ya estaba hecho. Se llama, digamos, “El muerto” (El Aleph, 1949) o es su lectura de Os Sertôes de Euclides da Cunha, o aun su reseña de Noroeste (1933) del poeta Ribeiro Couto, analizada por Raúl Antelo en el ensayo “Borges/ Brasil” (1984), que integra esta exhaustiva compilación realizada por Jorge Schwartz, historiador de las vanguardias latinoamericanas y curador de las traducciones de Borges al portugués.
De los cuatro reportajes, el de más “deliciosa lectura” es el más estúpido en sus preguntas. Surge de la revista Veja (17 de septiembre de 1980) un Borges irritado y, por lo tanto, más irónico y mentiroso que nunca. Habla espléndidamente del Nobel, del cual hace un personaje –”Este Nobel, que parece un fantasma, está siempre a mi lado, y siempre impalpable, no puedo nunca agarrarlo, él huyendo y yo corriendo hacia él”– y ya siente en el aire otro fantasma, el de la “corrección política”, a propósito de Neruda: “también Gabriela Mistral, que era una poetisa mediocre, ha ganado un Nobel. Esto no quiere decir nada. Estoy convencido de que un día también darán un Nobel a Leopold Senghor, que yo no conozco pero sé que es negro. En algún momento la Academia de Estocolmo deberá dar un premio a un negro que sea poeta, y por supuesto hablarán de ‘cultura africana’”.
El espectro de las “altas literaturas” –la otra cara de la corrección política– reaparece en varios puntos de Borges no Brasil. Además de los reportajes, se presenta en la primera sección del volumen las “Leituras brasileiras”, de las cuales conviene destacar sus últimas páginas, las “Releituras”, en las cuales Ana Cecilia Arias Olmos, Eneida Maria de Souza, Guillermo Giucci y Raúl Antelo proponen nuevas lecturas de la obra del escritor, para retirarlo del “reposo actual de su texto en estatua pública”, según palabras de Silviano Santiago –otro de sus apasionados deconstructores presentes en Borges no Brasil– en un ensayo de 1998, “A ameaça do lobisomem”, no incluido en este volumen.
Lo que es viejo pero valioso en Borges no Brasil se encuentra en la segunda parte, “Borges em retrospectiva”, donde se reproduce el Boletim Bibliográfico Biblioteca Mário de Andrade (San Pablo, 1984), íntegramente dedicado a Borges, incluyendo los registros de textos fundamentales de Murilo Mendes, Guilhermino César y Clarice Lispector. En la sección “Brasil: primeiras vozes” está el artículo precursor de Mário de Andradepublicado en 1928 en un diario paulista, en el cual Mário ya se refería a Borges como la “personalidad más saliente de la generación moderna de Argentina”.
De la serie del Boletim se destacan también los artículos de Alexandre Eulalio (el primer traductor brasileño de Borges), al lado de Otto Maria Carpeaux y Augusto Meyer, los que están entre sus primeros lectores en el país después de Mário, revelándose en los años ‘50 a la vez asombrados y reticentes. Completan el volumen (encabezado por un texto sobre “El arte de narrar” de Ricardo Piglia), una bibliografía de 1970 a 1999 y una iconografía de Borges en Brasil.

Jorge Wolff

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