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Domingo, 25 de noviembre de 2007

EN FOCO

Un espíritu nocturno

Olvidado durante medio siglo, Nicolai Hartmann supo estar a la altura de Heidegger. La publicación de El problema del ser espiritual por primera vez en castellano, en edición prologada y supervisada por Ricardo Maliandi, permite revisar los aportes de un filósofo luminoso que pensaba de noche.

 Por Mariano Dorr

El problema del ser espiritual
Nicolai Hartmann
Leviatán
638 páginas.

Procedente del neokantismo de la escuela de Marburgo, influenciado posteriormente por la fenomenología y las filosofías del espíritu de Hegel, Scheler y Dilthey, Nicolai Hartmann (1882-1950) es, probablemente, uno de los filósofos occidentales más injustamente olvidados del siglo XX. Curiosamente, la razón de la caída de Hartmann en el más brutal desconocimiento (al punto de que es “normal” que un estudiante de filosofía ignore por completo su sola existencia) se debe al acaparamiento de todas las miradas –ya en los años veinte– en la figura de Martín Heidegger, apenas siete años menor (un pensador que venía a prevenirnos, precisamente, del olvido del ser). Hans-Georg Gadamer, quizás el más afamado discípulo de Hartmann (y habría que nombrar también a Jean-Paul Sartre, que fue alumno suyo), comentaba cómo los hartmannianos emigraban, en masa, a las clases de Heidegger, incluido el propio Gadamer. En su Recuerdo de Heidegger, escribe: “Cuando en el año 1924 (...) hube de hacer un pequeño traslado estudiantil, tuve una noble yunta que tiraba del carro: Hartmann y Heidegger en el mismo timón. ¡Y ellos tiraban en la misma dirección!”. Por única vez, claro.

Quitar a Hartmann del olvido, “llenar un vacío que se advierte desde hace aproximadamente medio siglo”, es una de las tareas que asumen los traductores –Mateo Dalmasso y Miguel Angel Mailluquet, bajo la coordinación y supervisión de Ricardo Maliandi– en esta primera versión castellana –y argentina– del texto hartmanniano sobre el ser espiritual, cuyo subtítulo reza: Investigaciones para la fundamentación de la filosofía de la historia y de las ciencias del espíritu.

Ricardo Maliandi (filósofo y escritor argentino –Leviatán acaba de publicar La nariz de Cleopatra, novela de su autoría en forma de Diario íntimo–, autor de numerosos textos y docente en diversas universidades nacionales y extranjeras), en el Prólogo, indica que “ciencias del espíritu” es una expresión que coincidiría con lo que hoy preferimos llamar “ciencias sociales”: “Su tema es el de aquellas cosas que, como decía Dilthey, no se pueden explicar pero sí comprender: la historia, la religión, la actividad científica, el arte”. Según la división que realiza Hartmann, el “ser espiritual” se manifiesta en tres formas distintas, cada una de las cuales constituye el tema y el título de las tres partes en que el libro mismo se divide: espíritu personal (individual, el único que tiene conciencia), espíritu objetivo (concepto acuñado por Hegel; supraindividual, el portador de la historia) y espíritu objetivado (la producción que el espíritu realiza). El espíritu objetivado “constituye el tema central del libro y es manejado por Hartmann en forma de controversia con Hegel”, explica Maliandi, y “se presenta, por ejemplo, como espíritu de una época, o de un pueblo”.

En la historia de las traducciones al castellano –y argentinas– de la obra de Hartmann, se destaca La nueva ontología, de Emilio Estiú, y los dos tomos de La filosofía del idealismo alemán, traducida por Estiú y Hernán Zucchi, autor de la célebre traducción de la Metafísica de Aristóteles, en Sudamericana. Hay que mencionar que el traductor de los cinco tomos de la Ontología, así como de otros textos de Hartmann, fue también el primer traductor al castellano de Ser y Tiempo de Heidegger, el filósofo español, José Gaos.

Cuenta la historia que Hartmann era un hombre de hábitos nocturnos. No se levantaba hasta después del mediodía; para pensar, reflexionar y discutir con sus discípulos, prefería la noche. Sin embargo, se caracterizó por iluminar el pensamiento con un estilo extraordinariamente claro en su modo de abordar los problemas de la filosofía. Exactamente al revés, Heidegger –cuando se quedó con una buena parte de los alumnos de Hartmann– dictaba sus clases a las siete de la mañana, pero lejos de caracterizarse por su claridad, se hizo mundialmente famoso con un pensamiento tan oscuro como abstruso. Quizás haya llegado el momento de repensar lo que queda a la sombra de un filósofo oscuro (pero madrugador), aprovechando la aparición en castellano de El problema del ser espiritual, de Nicolai Hartmann, un filósofo claro (pero noctámbulo).

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