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Domingo, 12 de febrero de 2006

Basta de melancolía

Según el prólogo vanguardista-duro-y-directo de Gabriel Peveroni, existen cien razones para leer la última novela de Gustavo Escanlar: “hay muertos”, “hay bajo fondo sin tango y con pasta base”, “hay vida en el bajo fondo”, y porque “Escanlar retrata y sobre todo respeta a los personajes que habitan el margen”. La novela de Escanlar se llama, también sin mayúsculas, dos o tres cosas que sé de gala, y es una crónica montevideana muy inusual que sorprende por su ferocidad. Uno de sus protagonistas es el dealer Mario, “uno de los primeros en coparse con (el ministro de ganadería frenteamplista) Mujica y su marketing de lumpen”. La sana costumbre de atacar y defender lo que pasa por inatacable e indefendible es la marca de fábrica del autor. Escanlar suele pagar un precio por su independencia. Más molesto aún es que opine en radio y TV. Recientemente sufrió el oprobio público debido a un supuesto plagio: el ensañamiento en su contra sorprende por lo desproporcionado. Sin embargo, o pese a eso, dos o tres cosas que sé de gala fue editado por la exquisita y lujosa editorial Linardi y Risso. La novela narra las peripecias de una alemana en Montevideo, Gala, y el Seba, íntimo amigo del narrador. El resultado no defrauda: Escanlar abandona el romanticismo. “¿Por qué siempre la melancolía montevideana? ¿Por qué los cielos siempre tienen que ser nublados sobre el Río de la Plata?”, se pregunta Escanlar.

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