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Domingo, 24 de agosto de 2014

ALGUNOS FRAGMENTOS DE LAS CARTAS DE CÉSAR VALLEJO

París, 14 de julio de 1923

Mi queridísimo hermanito Víctor:

(...) Aquí estoy ya, y me parece todo un sueño, hermanito amado. Un sueño! Quiero llorar ahora, viéndome aquí, tan lejos de ustedes ...uf!, muy lejos. Quiero llorar mucho, a torrentes porque mi dolor y mi tristeza asoman a mis ojos y no me dejan escribir...

París, París! ¡Oh, qué grandeza! ¡Qué maravilla! He realizado el anhelo más grande que todo hombre culto siente al mirar sobre este globo de tierra. ¡Oh, qué maravillas de las maravillas! (...)

Hermanito: jamás soñé cuando yo era niño que algún día me vería yo en París, alternando con grandes personajes. Todo me parece que estoy soñando, y me miro y no me reconozco. Tan humildes hemos sido, tan pobres! En este hotel, cuya fotografía se inserta en este pliego, estoy alojado. Ocupo la habitación del quinto piso, que verá usted marcada con tinta, de ahí le escribo ahora, a las 5 de la tarde. Llegan del boulevard un murmullo de músicos, risas, voces, tranquidos de carros subterráneos, etc. Dedico este momento a la sagrada memoria de mi padre y de todos ustedes, que a esta hora, estarán en mi Santiago, en casita, quizás conversando juntos, riendo o acaso llorando (...) Escríbanme siempre. No me olvides (...) Díganme cómo va el juicio de agosto. Esto me tiene muy intranquilo (...) Mis caricias y ternuras, César.

París, 25 de septiembre de 1923

Mi querido Raigada:

Van para tres meses que estoy en París. Vivo a diario y con toda fraternidad con (Alfonso de) Silva, que es lo único grande que hasta ahora he hallado en Europa. Lo demás está, sin duda, aún tras de los telones que no he forzado todavía.

Alfonso quiere irse al Perú. Encuentro muy bien que lo haga en el día. Aquí ya no tiene que hacer nada por ahora. Mi impresión es hasta que le haría daño una más larga permanencia en París. Sería bueno que usted y los demás amigos gestionen facilidades de viaje para él, sin pérdida de tiempo. Pues, de otra manera, la vida aquí le va a inferir una brecha nociva, horriblemente nociva. Europa es así: tiene sus tiempos en que puede dar y otros en que lo estruja a uno el espíritu y lo despoja de lo que le dio y de algo más nuestro. Alfonso ya no tiene que sacar nada de aquí. Debe volverse. Sáquenle de aquí, como él dice; sáquenle en el día. Un fortísimo apretón de mano.

París, 26 de mayo de 1924

Mi querido Pablo:

Le escribí a principios de este mes (...) He desglosado de una novela inédita (usted conoce muy bien la ramplona palabrita) un capítulo que me permito enviárselo a usted. No creo que le guste, lo declaro, pues que ni a mí me satisface tampoco. Es una cosa hecha a medida y al gusto más exigente del público. Por eso mismo, ¿no cree usted, Pablo, que sea posible hacerlo publicar? Pero, siempre a cambio de unas pesetillas para el operario. ¡Qué voy a hacer! Tengo que ver de agenciarme la vida. Yo no tengo en verdad, oficio, profesión ni nada. Sin embargo, tengo afán de trabajar y de vivir mi vida con dignidad, Pablo! Yo no soy bohemio: a mí me duele mucho la miseria, y ella no es una fiesta para mí, como lo es para otros. Usted ha visto mi situación en París. ¿Es que no quiero trabajar? A las usinas he ido muchas veces. ¿Será que he nacido desarmado del todo para luchar con el mundo? Pueda ser. Pero este sobresalto diario viene a dar directamente en mi voluntad, y la apercolla y parece haberla tomado de presa preferida. En medio de mis horas más horribles, es mi voluntad la que vibra y su movimiento va desde el punto mortal en que uno se reduce a sólo dejar que venga la muerte, hasta el punto en que se tienta a conquistar en universo entero, a sangre y fuego! Y sin embargo, es una voluntad estéril, baldada, la mía! (...)

París, 12 de septiembre de 1927

Mi querido Pablo:

(...) Y así han transcurrido cerca de cinco años en París. Cinco años de espera, sin poder abordar nada serio, nada reposado, nada definitivo, y agitado de incontinuo sobresalto económico, que no me deja ni emprender ni tratar nada a fondo. ¿Hay cosa más horrible? (...) Empiezo a preferir la miseria definitiva, antes que sostenerme en equívoca y temblorosa inseguridad del porvenir. Empiezo a resignarme. Empiezo a reconocer en la suma miseria mi vía auténtica y única de existencia. Me parece que esto no es literatura, puesto que parto de la realidad y apunto a la realidad.

París, 17 de marzo de 1928

Mi querido Pablo:

(...)

Sólo este pobre indígena se queda al margen del festín. Es formidable. Y se diría que hasta el azar ayuda a mi desgracia: un yerro curialicio en el misterio, me privan hasta ahora de una cosa tan modesta e insignificante que los otros obtienen al vuelo. Si nos atuviéramos a la tesis marxista (de la que ha de dar a usted una densa idea Eastman), la lucha de clases en el Perú debe andar, a estas alturas, muy grávida de recompensa para los que, como yo, viven siempre debajo de la mesa del banquete burgués. No sé muy bien si las revoluciones proceden, en gran parte, de la cólera del paria, Si así fuera, buen contingente encontrarían en mi vida los “apóstoles” de América.

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