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Sábado, 8 de mayo de 2010

El juego de las manchas

La diseñadora y artista Ana Von Atzingen Sasse recupera y resignifica en nuevas prendas y objetos un particular descarte textil de la industria de la estampería brasileña de Santa Catarina.

 Por Luján Cambariere

“Belleza aleatoria” llama ella a esta suerte de alquimia que produce y descarta la industria textil de su región y, desde hace unos años, se ha convertido en el puntapié de su maravilloso trabajo. “Donde mirar donde otros no ven”, también le cabe al proyecto de Ana Von Atzingen Sasse. Arquitecta, artista, diseñadora especializada en moda, pero ante todo un ser sensible e inquieto (acaba de finalizar un posgrado en creación y desarrollo de producto para moda y diseño en el Centro Universitario de Jaraguá do Sul y Orbitato) con el expertise de encontrar belleza en lo que toca.

Así, desde hace algunos años, en una operación ideal para el entorno en el que vive, uno de los polos textiles más importantes de su país, Sasse diseña todo tipo de prendas y objetos a partir de un descarte muy original: las telas que usan para limpiar y testear sus cilindros las estamperías industriales. Esos que pasan una y otra vez por los rodillos, que para las empresas son sólo telas manchadas y en los que ella descubre tramas de una riqueza estética increíble. Rombos que se entrecruzan con círculos y cuadros, turquesas que se engaman azarosamente con verdes, rosas y azulados en las diversas pasadas. Motivos que sobreviven cual haz de luz a miles de pasadas u otros, justamente, que nacen a través de esa mecánica.

“La industria de la moda es muy fuerte en mi región (Santa Catarina posee el segundo mayor polo textil en volumen de producción de Brasil, con más de 7000 empresas. Todas localizadas principalmente en el valle de Itajaí -Blumenau y Brusque y en las regiones norte y nordeste con Joinville y Jaraguá do Sul, ciudad donde vive Sasse) y moviliza una cadena de producción que va desde el procesamiento del hilo, el tejido plano y circular, la tintura, la estampería y la confección. Una maquinaria que desarrolla productos en ciclos de vida cada vez más cortos que impulsan un consumo excesivo, vertiginoso y que genera toneladas de excedentes en cada uno de los procesos. Mi trabajo se centra en esos excedentes generados por esta industria y sobre las posibilidades de reutilización de materiales considerados basura”, cuenta Sasse.

“Rescatar estos materiales descartados y de gran potencial estético y resignificarlos prolongando su vida útil en productos atemporales es mi objetivo” y un ejercicio que en ella no es nuevo. “Constaté recientemente que mi operar creativo fue siempre el mismo desde mi infancia. Amo los mercados, las ferias, los cotolengos. Mi casa está repleta de hallados, perdidos y encontrados. Las sobras de madera de la fábrica de muebles de mi padre eran transformados en sombreros, espadas, carritos. Los trapos de mi mamá, caracoles traídos de la playa, hojas secas, viraban siempre en alguna otra cosa. La fruta pasada en dulce, los trapos en colchas nuevas, las latas en regaderas. Era un tiempo aún en el que con dos palos se hacía una canoa. De ahí a encontrar lindos pedazos de paños en un depósito de residuos textiles y adivinar en ellos mi materia de creación, fue un paso más en ese hacer de siempre”, detalla.

¿Manchas? “Así las llaman en la industria aunque yo encuentro en sus colores y formas patrones de una belleza única. Por eso mi máxima herramienta de creación es la mirada que me permite encontrar todo el potencial de estas estampas aleatorias superpuestas. De estas áreas falladas, surgen flores inesperadas que se mixturan con rayas o motivos de estampas infantiles. Figuras geométricas se superponen a cuadrados o ajedreces. A partir de la combinaciones de estas matrices, se obtienen imágenes únicas registradas en un juego poético. Tejidos de entre 0,50 a 4 metros que se convierten en piezas únicas. De ahí que su abordaje exige varias etapas de selección y manejo previo antes de que puedan ser finalmente llevadas a la mesa de corte: separación por tipo de tejido y un conocimiento de las posibilidades de transformación en productos a partir de criterios de tamaños y de los motivos de las estampas. Así, una estampa de frutillas en tejido plano pedirá ser mantel, así como otra geométrica quizás un vestido o una falda. De este diálogo con el material y sus etapas siguientes de moldes, corte y costura, surgen productos para el cuerpo o la casa. Remeras, vestidos, faldas, delantales, manteles, individuales, almohadas y fundas para todo tipo de mobiliario”, detalla.

Sobre el “don de mirar” Sasse, que además cuando era muy joven estudió filosofía en Buenos Aires, agrega: “Tuve un profesor de dibujo que decía que empezábamos a dibujar con los ojos, pues entrenamos primero el mirar y la aprehensión del objeto antes que la mano. También creo que es la mirada del artista la que reconoce el arte fuera de su contexto. Yo adoro cómo se mixturan los temas infantiles con flores, las líneas con círculos, los estampados que se desvanecen. Tienen una suma simbólica muy interesante”, remata.

Ana Sasse: [email protected]

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