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Sábado, 28 de junio de 2003

Otro urbanismo

Craig Robins inventa o reinventa barrios enteros y no se queda en los ladrillos. Crea movidas, se acuerda de que la gente camina, colecciona arte y lo incluye en sus proyectos, prohíbe las torres, restaura lo antiguo y es un devoto de Mies. Un empresario francamente original que pasó por Buenos Aires.

 Por Sergio Kiernan

Todo lo que dice Craig Robins suena, al principio, a verso. Hay que mirarlo a los ojos y escuchar atentamente ciertos matices de su discurso para convencerse de que sus frases no son meramente publicitarias: el hombre no está repitiendo un folleto. El esfuerzo es necesario porque Robins dice, por ejemplo, que el negocio de su compañía Dacra, es “construir barrios mejores.” Esto es, exactamente lo que dice cada especulador metido a desarrollar barrios cerrados y countries. Pero minutos después este millonario norteamericano estalla de orgullo cuando dice, no que es rico o influyente, sino que la editorial Rizzoli le pidió ser la primera en publicar un libro sobre el emprendimiento que lo tiene ocupado ahora. Un cuentero no pondría esa cara por una llamada de esa editorial.
Robins tiene 40 años, es un tipo grandote, canoso, de ojos claros, de habla mansa. Es también una persona que sabe exactamente lo que quiere, sabe reunir equipos y se toma su tiempo. De hecho, en 17 años que lleva en el negocio del desarrollo inmobiliario, encaró sólo tres proyectos: la renovación y revitalización de South Beach, el renacimiento del Design District y la urbanización Aqua, que es lo que lo tiene más ocupado hoy. No es casual que los tres emprendimientos sean en su ciudad natal, Miami, ni que sean considerados como el eje de un renacimiento urbano que se necesitaba, pero no se encontraba.
Es que por un lado, Robins es un “desarrollador urbano”, un empresario que ubica buenas oportunidades y las explota, construyendo para alquilar como es común en Estados Unidos. Pero por el otro lado, le agrega al negocio facetas que suelen faltar: respeto al patrimonio, buenos arquitectos, cuidado de las áreas públicas, activo disgusto hacia las torres. Cuando encaró South Beach, Robins tuvo que pelearse hasta con funcionarios que no se preocupaban si se demolían los famosos edificios Art Decó. Imagínense eso: un empresario que se pelea para preservar un edificio.
Y no es idealismo. Lo verdaderamente interesante en su concepción del negocio inmobiliario es lo que lo trasciende. Robins es un experto creador de movidas, un hombre que se ocupa de seleccionar los inquilinos para que sus barrios tengan un alma y un estilo, que invierte en crear un estilo de vida. Así, los lugares están planeados para que se pueda caminar –lo cual no necesariamente es algo obvio en EE.UU.– y hay una tendencia a crear lugares públicos como plazas donde la avidez tradicional construiría algunos metros más. Y también hay inversiones como llevar a Miami la Art Basel, la mayor muestra de arte de Europa, y por supuesto hacerle un lugar en el Design District.
“Yo quiero reconciliar el Nuevo Urbanismo con el Modernismo,” explica Robins, “dos movimientos opuestos.” El ámbito del experimento es el barrio Aqua, que se aloja en la mitad de una pequeña isla en Miami, en un gran lote donde había un hospital. “Es el hospital donde nací,” dice Robins con una sonrisa. Aqua “es el primer proyecto en mi país con un planeamiento urbano tradicional, pero completamente construido en estilo modernista.” Como se puede ver en las vistas del proyecto, Aqua combina edificios no muy altos con casas, en un total de cincuenta unidades creadas por 10 arquitectos y con un mínimo de repetición tipológica. Las casas son de planta relativamente pequeña, pero de cuatro niveles, con ascensor interno, de modo de generar más visuales hacia el omnipresente mar.
Este barrio cerrado, con seguridad y todo eso que se espera en un country o un club, cuenta además con una cantidad de obras de arte especialmente encargadas para el lugar –una costumbre ya habitual de Robins– y tiene como foco urbano una obra del argentino Guillermo Kuitca. El planteo está pensado de modo de privilegiar ángulos de visión: cada calle tiene eventualmente una vista del mar, las parquizaciones son minuciosas, el cuidado por la belleza del conjunto es un valor. “El mejorestilo de vida en Miami se encuentra en sus islas,” explica Robins, “y en Aqua buscamos agregar el placer de caminar por calles hermosas con edificios únicos, coherentes y de valor arquitectónico.”
Hay varios argentinos en la vida profesional de Robins, que habla un castellano competente porque en su casa sólo se habla el español de su esposa cubana y sus tres hijos son bilingües. Kuitca es una pasión: Robins vino a Buenos Aires a participar de la muestra Live Miami, donde los desarrolladores de urbanismo mostraron su trabajo en esa ciudad, y también a ver la retrospectiva del argentino en el Malba. Con especial orgullo, señala que la muestra contiene en préstamo un cuadro de su vasta colección particular. Otro argentino es Gustavo Bonevarde, que con sus socios está trabajando en crear una casa con patio que siga las reglas de Mies Van der Rohe. Y aquí conoció a la gente de Puro Diseño, a la que invitó a participar con sus productos en la próxima Art Basel Miami Beach. “Mi ciudad puede ser la ventana para el crecimiento del diseño argentino, que es realmente bueno,” dice Robins. “Ustedes tienen mucho que ofrecer.”

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