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Sábado, 24 de mayo de 2014

Los bares destruyen espacios verdes

 Por Matías Pandolfi *

Una mayoría compuesta por PRO y Unen en la Legislatura porteña atentó de alguna manera contra la naturaleza en nuestra ciudad, sancionando una ley que promueve la construcción de bares en los ya enrejados espacios verdes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La presencia de bares en los parques les quita a los espacios verdes su esencia, arruina el paisaje y afecta la salud de sus plantas y animales. Cuanto menos se parece un espacio verde a un espacio natural, las malas costumbres urbanas y la contaminación se incrementan.

A principios de este año, los porteños amanecimos con la triste noticia de que grandes sábalos flotaban muertos en el Lago de Regatas. Una de las causas de este fenómeno fue la presencia de cianobacterias, organismos microscópicos que proliferan cuando aumentan en exceso los nutrientes del agua. La aparición de nuevas fuentes de materia orgánica, que llegarían con seguridad al agua generando exceso de nutrientes, se incrementaría muchísimo con la presencia de estos puestos que venden, justamente, comida. Esto pone aún más en peligro la vida de las especies que habitan los lagos urbanos: carpas, chanchitas, sábalos, bagres, entre otros.

Por otro lado, existen más de treinta especies de aves que conviven con los seres humanos en estas plazas y parques: gorriones, benteveos, zorzales colorados, tordos, horneros y cardenales, entre otros. La contaminación sonora y visual, y los olores que surgirán de estas nuevas construcciones lograrán que muchas de estas especies se desplacen a zonas más tranquilas y sean reemplazadas por especies que están más adaptadas a la intervención humana, como las palomas, que son transmisoras de numerosas enfermedades. El aumento de la cantidad de roedores atraídos por estas nuevas fuentes de alimento sería también un gran problema para los espacios verdes urbanos.

La sola observación que un ciudadano tiene sobre los espacios verdes, así como el contacto con la naturaleza que lo rodea, le permite adquirir al habitante de la ciudad un aprendizaje experimental sobre el funcionamiento de los ecosistemas urbanos. Esa experiencia el ciudadano la transmite a sus hijos y a sus pares. El desarrollo de una conciencia ambiental ciudadana es fundamental para involucrarnos en el conocimiento y la conservación del entorno natural. Por eso el entorno tiene que ser lo más natural posible, y esta errada ley desdibuja irreversiblemente esa naturaleza. ¿Qué conciencia ecológica se puede trasmitir desde un Starbucks o un McCafé instalado adentro de un parque con rejas?

Durante el debate en la Legislatura porteña, muchos vecinos expresaron su rechazo al proyecto y un grupo comenzó a hostigarlos, a insultarlos y a romperle los carteles. Los vecinos de la ciudad tienen el mismo derecho a defender su ecosistema que tienen los pobladores que no quieren minería a cielo abierto o no quieren ser rociados con agroquímicos. Merecen también que se escuchen sus argumentos.

Esta norma va en contra del artículo 27 de la Constitución de la Ciudad, que promueve la preservación e incremento de los espacios verdes y no su disminución. Los otros dos poderes del Estado han avanzado contra la naturaleza. Esperemos que el Poder Judicial detenga este atropello y declare inconstitucional esta ley. Los porteños también necesitamos estar conectados con nuestro medio ambiente. Tenemos que generar conciencia para que los futuros gobernantes tomen decisiones menos cortoplacistas y dejen de considerar al medio ambiente como algo ajeno de lo que sólo nos ocupamos los científicos, los artistas o las ONG.

* Biólogo. Investigador del Conicet. Profesor de la FCEN-UBA.

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