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Sábado, 25 de octubre de 2003

Sobre el Nahuel Huapi

Una casa hábilmente integrada en una pronunciada barranca del lago en Bariloche muestra cómo integrar el diseño arquitectónico a la textura de un paisaje.

Por Matias Gigli

Dos arquitectos que recorren ya los cuarenta años y reparten sus horas entre el trabajo profesional y la docencia en la facultad demostraron audacia y mesura en una difícil encomienda en Bariloche.
Con una arquitectura de neto corte contemporáneo y sin dañar el entorno ni poluir con muros y techos a cuatro aguas de algún estilo europeo, estos arquitectos materializaron una casa con vistas al lago Nahuel Huapi.
Entre la ciudad de Bariloche y el Hotel Llao Llao, sobre el lado costero del lago, todavía existen terrenos vacíos. Los arquitectos Roberto Amette y Roberto Busnelli se han ganado, a fuerza de diseño, el extraño mérito de terminar una lujosa casa sobre un terreno con una fuerte pendiente y, ahora que está finalizada obra, las vistas al maravilloso lago siguen tal cual estaban al momento de empezar los trabajos. ¿Cómo hicieron?
La solución fue que proyectaron en corte, pensaron la casa en función de la abrupta topografía del terreno, que en sesenta metros de longitud tiene cuarenta y cinco de desnivel, entendiendo la necesidad de vincular lo construido con el paisaje. El sitio cuenta con una gran cantidad de ejemplares de cipreses, cohigües y arrayanes de gran porte que se salvaron de perder la vida gracias a la voluntad de no nivelar la barranca para implantar la casa. Ahora los propietarios disfrutan tanto de las vistas como de los añosos árboles que circundan la casa.
Al predio se llega recorriendo la avenida Bustillo y en ese tranquilo recorrido aparece de repente una gran terraza de 160 metros cuadrados, a modo de mirador. Bajo este piso se abre la casa hacia el lago, con grandes ventanales en el frente y envuelta a los lados con árboles. La pronunciada barranca, entonces, tiene una suerte de descanso poco intrusivo en la casa. Más abajo, desde el frente hasta la orilla del lago, la pendiente no discute con la escalera. Es que una característica de toda la obra es que el trabajo de los exteriores –tanto de la casa como las escalinatas y muros de contención– vinculan la casa con el paisaje. En parte, el efecto se logra por la utilización de la piedra del lugar en buena parte de la obra. Lo único que sobresale, de hecho, es la gran chimenea central, muy seca y abstracta, que aparece a modo de una escultura.
El mérito es haber podido diseñar en función del lugar, haber empezado el proceso de diseño sin condicionantes previos de formas o estilos. Es que cada situación exige una respuesta singular. Los arquitectos transformaron una dificultad en un motivante desafío: hacer arquitectura desde el territorio.
Busnelli y Amette llevan quince años trabajando juntos. Entre sus últimas obras se destaca la sinagoga Mishkan en Belgrano, proyecto que parte nada menos que de una caballeriza y que compartieron con Jaime Grinberg.

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