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Sábado, 26 de septiembre de 2009

Sobre el casco histórico de Ciudad México

Este lunes hablan en la Legislatura porteña dos personas que saben cómo se administra de verdad un conjunto patrimonial. Son Inti Muñoz y Adrián Pandal, que desde lo público y lo privado pilotean el casco histórico de la capital mexicana. Y crearon un ejemplo de trabajo que reúne rigor, límites al vandalismo, buenas ideas urbanas y respeto a la historia. Los resultados son óptimos y se centran en decisiones culturales y políticas, no en milagros.

Y fue en México, con dineros mexicanos. Con lo que no vale eso de “aaahhh, en Europa, qué querés”.

La historia empezó en mayo, cuando la presidenta de la Comisión de Patrimonio de la Legislatura porteña, Teresa de Anchorena, fue a ver de cerca el casco histórico de Ciudad de México. Como contó Anchorena en m2, volvió llena de respeto a la tarea coherente, parejita y bien pensada que llevan adelante los mexicanos en su capital. El centro viejo del Distrito Federal es mucho más que la famosa gran plaza y los restos arqueológicos aztecas. De hecho, es la antigua ciudad mexica con la española sobrepuesta, la mexicana independiente arriba y hasta el hormigón del siglo veinte. Y es un barrio que se desplomó en el proceso de mudanzas a la periferia y los suburbios que sufrieron tantas ciudades. El Casco Histórico era un problema urbano de grueso calibre.

Lo que vieron Anchorena y su jefe de asesores, Facundo de Almeida, fue un trabajo de recuperación coherente que abarca 700 manzanas con la prioridad de mejorar la calidad del espacio urbano y de volver a crear una zona residencial. Esto se hizo con legislación específica –como la muy estricta que regula cartelerías–, con impulso y control de la iniciativa privada y con la creación de una figura poderosa que administre el tema.

Este lunes los porteños podremos escuchar esta historia en detalle directamente del director del Fideicomiso del Casco Histórico mexicano, Inti Muñoz, que hablará a las 18 en el Salón Dorado de la Legislatura porteña. Muñoz llega con uno de los actores privados más importantes en su patriada, Adrián Pandal, que dirige la Fundación del Casco Histórico creada por el empresario Carlos Slim.

Los mexicanos van a contar veinte años en los que se determinó que el Casco Histórico de la capital es un caso especial de urbanismo. Ninguna repartición municipal o nacional, y ningún privado, puede hacer una obra sin consultar con Inti Muñoz: no se pone alumbrado, ni se repavimienta, ni se alteran veredas sin chequear el impacto histórico y patrimonial. En México ya se acostumbraron a esta idea que sería revolucionaria entre nosotros. Y resulta que las fachadas restauradas, las limpiezas y la estética del mobiliario urbano son vastamente superiores a las que conseguimos por aquí.

Pandal podrá agregar la participación privada, que es notable. Los vecinos ya se acostumbraron a trabajar con el municipio en procesos que los abarcan y trascienden. La Fundación de Slim compra edificios –ya tiene más de 70– para restaurarlos y devolverlos al mercado. Muchas veces son refuncionalizados, como el banco que ahora es un conjunto de primeras viviendas para jóvenes. Esta inteligencia y claridad están en agudo contraste con la confusión y la anomia locales. Los mexicanos vienen con soluciones comprobadas, realizadas con presupuestos cuerdos y con resultados evidentes.

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