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Jueves, 7 de octubre de 2004

DISCOS PARA DISFRUTAR

Buena música

 Por Santiago Rial Ungaro

”Hoy estamos siendo bombardeados por musiquita sintética precocida en las computadoras de burócratas con posgrados en economía”, resumía hace unas semanas atrás el statu quo de la musiquita actual. Ante tanta información, sólo podemos taparnos los oídos y decir: “No, no, NOOO!!!”. Y confiar en el No que sabe que, pase lo que pase, aunque se apague un día, en el sol “siempre habrá música”. La música de Formosa de Emisor es musiquita sintética cocinada digitalmente en una computadora, pero el CiberLeón Ramella no es un burócrata y cualquier graduado en economía desconfiaría de un proyecto musical con una estética tan virósica: no se sabe si es alienígena, se expande en forma ininterrumpida y sus síntomas son impredecibles. El que no desconfió en él fue Víctor Mayland, director de cine porno que usó sus discos para musicalizar sus películas. “La verdad es que hubo una enorme coincidencia entre la obscenidad pornográfica y el riesgo y la intensidad que yo corro con la música. Mayland me sorprendió, tanto por su espíritu experimental como por la actitud paternal que tenía con los actores en el set. Es un hombre que gusta del delirio”, dice Ramella. Espigado y cada vez más flaco, el músico de Adrogué participó hace unos meses en bip_hop generation vol. 7, un compilado de suma calidad, en el que participan Taylor Deupree, Fonica, Fm3, Janek Shaefer y Ghislan Poirier. También tenemos a Orge. Su último disco Orge & Caro as Bonnie & Clyde: Dub in Sound anti System es, a pesar de no contar con sus ex compañeros (los Ganja Brothers, Pappi y Dj Blue) su mejor disco hasta la fecha. Desde el biográfico Cannabis (donde recuerda cómo su primer caño lo convirtió en mejor persona) hasta el sublime y tántrico Tilopa (cantado junto a Caro, su musa), el poeta de Lanús parece reconciliado con su lado más inocente. Orge sigue profetizando con la convicción de los locos y los santos que el cannabis, que sigue creciendo más allá de cualquier prohibición arbitraria, va a generar, desde sus múltiples usos, una revolución económica, social, cultural y espiritual. Por su parte, el ex Demonio mayor, Sharly DDT, está más afilado (y afinado) que nunca. Como productor, Sharly está cada vez más ducho, sobre todo a la hora de usar el sampler y darle un toque hip hopero a un cóctel que ya tiene su marca. Como un príncipe (con un sampleo del Pop Life de Prince), si tuviera la difusión que tiene otros muchachitos, sería el hit del año. Su nuevo disco, El corte inglés, autorreferencial y fiestero como siempre, no pierde la garra, pero ganó en sutileza y en dramatismo: te deja glamurizado, flasheado y rescatado, sí, pero al final, con el cover de Pedro Navaja de Rubén Blades el brillo de la muerte te amenaza justo ahí, desde el otro lado de la calle. Y para lo último, más que el postre, el plato principal, algo exótico y afrodisíaco. Ulises Conti hizo de Iluminaciones, su primer disco, un viaje iniciático que nos puede llevar a naufragar en sentimientos oceánicos. Sólo él sabe lo que tuvo que atravesar para parir este disco, humilde y a la vez glorioso, de una emotividad que no abunda. Este admirador de John Cale, Erik Satie y Giorgy Ligeti logró transmitir en su opera prima la misma conmoción que la existencia le generó a él. Acompañado por el excelente Ensamble Orgánico, el disco le escapa a ese jazz turístico que nos apalermiza en nuestro Bollywood. Ulises es un músico de verdad, y como un pulpo toca de todo: el piano, el acordeón, el órgano, la melódica, el mandolín, la guitarra, el autoharp, la marimba y la percusión, pero también aporta su voz y se anima con las programaciones y con el sampler, redondeando un disco a la vez clásico y moderno.
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