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Jueves, 17 de marzo de 2005

PRODUCCION ESPECIAL: COMO SON LOS NUEVOS CANTAUTORES

Unas que (aún) no saben todos

Miradas desconsoladas, escépticas y melancólicas. Una progenie fresca y contrariada, que no siente la presión de representar a una generación sino apenas su contexto inmediato. Esta canción descorazonada atraviesa un caleidoscopio entre la precariedad de la criolla y la modernidad del ProTools. Diez expresiones de una avanzada de cantautores argentinos de pop & rock, alejados –un poco– del fogón militante.

POR YUMBER VERA ROJAS

En la medida en que esta Argentina de la transversalidad pretende tomar forma como proyecto de país, la canción, vacunada de los desentendimientos que vivió en el resto de América latina, acompañó las ciclotímicas tempestades sociales, tendiendo una sabana de posibilidades que dilató la comprensión de una homilía unitaria. Paradójicamente, ese ensanchamiento ocasionó un ruido en los discursos que construyeron el imaginario de hasta cinco versiones del mismo país. Y todo esto en el ínterin del propio rock nacional, donde la pendiente de la oratoria vernácula y chauvinista impregnó lo que alguna vez fue una canción colorida, pretenciosa, con mañas literarias que la exaltaron a los mismos laureles de la literatura. No obstante, en ese nuevo concepto, salvajemente frontal, la canción fue rebajada a una segunda instancia, y su orador usurpó su papel protagónico.
Pero la canción encontró también voces alternativas que participaron en otra construcción de la lectura de la misma sociedad, una desconsolada, escéptica y melancólica, que, si bien aspira a transformarse en un amplificador generacional, no pretende la titularidad profética. Se trata de una progenie instantánea, y al mismo tiempo contrariada que, pese a que sufre también los trastornos de la Argentina, no siente la presión de representar sino a su contexto inmediato. Esta canción descorazonada, que encuentra antecedentes remotos en Tanguito o en el 30 minutos de vida de Moris, medianos a través de las tangencialidades temáticas de Daniel Melero o relativamente inmediatos en Suárez o Leo García, atraviesa un caleidoscopio musical que tiene en la precariedad de la guitarra criolla y la modernidad del ProTools sus principales herramientas. A continuación, diez expresiones de toda una avanzada de lozanos cantautores argentinos de pop y rock: desde solistas hasta frontgirls que visten con sus mejores trapos a la canción.

Los cantautores
–¿Qué es lo más representativo de la canción?
Matías Loizaga: –Es maravilloso y mágico que en una obra de tres o cuatro minutos alguien te pueda emocionar y transportar.
Félix Cristiani: –La canción parte de la desnudez. Después podés instrumentar con arreglos electrónicos o acústicos. Es como el vestido.
–Progresivamente, la verborrea perdió contundencia en la canción y nadie se quiere comprometer. ¿A su generación la traza el escepticismo?
Amadeo Pasa: –Hay mucha ironía ahora; hace 20 años, los cantautores se jugaban su esquema en cada escena. Hoy es más cómodo transmitir tangencialmente las cosas.
Pablo Dacal: –Si lo social es Bersuit, entonces soy introspectivo. En realidad, hay otras variantes y otras facetas. Tengo una pelea profunda contra la ironía, pues establece una distancia con lo que estás haciendo. Es la imposibilidad de pararte y decir las cosas cómo son.
Matías: –Ironía y melancolía son dos caras de la misma moneda. Ambas son más fáciles de expresar mediante una canción cuando estás triste. Cuando estás contento te dan ganas de salir a boludear.
Lisandro Aristimuño: –Ser músico es un canal de expresión de lo que no puedo hacer socialmente. Y mi canal de expresión tiene que ver con la tristeza. No podría llorar frente a la gente, sí mediante una canción.
Félix: –Hoy fallan muchas cosas del rock en las letras. Hay música buenísima, pero las letras no están a la altura. Se dice cualquier cosa.
–Ahora la palabra cantautor provoca repulsión, pues remite a ese imaginario del trovador zurdo universitario. ¿Les pasa lo mismo?
Pablo: –La idea medio mufa del cantautor tiene que ver con la pelea que tiene la Argentina con los años ‘70. Acá se tiene miedo a poder creer en algo porque eso significa estar en peligro social, judicial o amoroso. Amadeo: –No pretendo llenar estadios porque hacerlo es convertirte en una pyme. Sería bárbaro que las personas que me escuchan se sientan conmovidas con lo que digo, pero no pido más porque sería necesario tener que organizarme y organizar mi discurso. Es contradictorio.
Félix: –Le huyo al cantautor profeta porque no estoy seguro de lo que pienso. No me interesa ser quien les dice algo sino plantear dialéctica.
–¿Necesariamente la figura del cantautor está asociada al solista?
Pablo: –Eso es medio misterioso. Quizá tenga que ver con cierto mal de los tiempos de no poder asociarse o comunicarse, pero también tiene que ver con las biografías personales. Es esencialmente por cuestión de ego.
Amadeo: –Hay muchos ProTools y pocos espacios para tocar. Hay muchas opciones para hacer música que juntarte con un grupo de gente.
Matías: –Sigo con mi banda, y sin embargo veo la necesidad de sacar canciones que mucho no tienen que ver con la propuesta grupal. No fuerzo a las demás personas a defender algo que me parece que vale por sí mismo. Tener una banda es más difícil que tener una pareja.
–¿Sienten necesidad de convertirse en iconos generacionales?
Amadeo: –Charly, Spinetta, Calamaro y Páez tienen una vocación de ser comunicadores de una Nación y aguantar ser el reflejo de la esperanza de la gente. Nosotros no sé si nos la bancamos. Mi música es una cosa, y lo que le va a pasar a la gente es otra. Pero es imposible en esta época no ser una voz generacional. Todos de alguna manera estamos participando del mismo discurso. El sonido te da una pauta de que tu momento es ahora.
Pablo: –A mí me interesa ser una voz generacional y hablarle esencialmente a los pibes más o menos de mi edad.
Matías: –Que te comparen es un bajón, aunque entiendo que los medios necesitan analogías para establecer parámetros.
Lisandro: –A los periodistas les cuesta abrir su oreja y pensar que porque toques con una criolla junto a una máquina sos como Jorge Drexler.
–¿Y qué les da esa autenticidad local?
Pablo: –Trato de mezclar todo lo que escuché, lo que conozco y lo quiero decir. Debes ser consciente del afuera, pero también tenés que mirar lo que te rodea. De Elliott Smith a la cueca hay dos pasos nada más. Rock nacional suena feo, prefiero decir que hacemos música argentina.
Félix: –Hablar de folklore en la era de globalización es raro. En ese sentido, el rock es como un folklore global que tiene sus diferencias.
Lisandro: –No estoy tras una argentinidad, pero no hay que obviar la raíz. Las partes de mis canciones están vistas en una zamba. Están sacadas de un lugar donde el tipo está esperando la tercera vuelta para bailar.
–¿Podrían derivar en un movimiento?
Matías: –Me parece que es un invento del periodismo. Pero sin duda está pasando algo.
Pablo: –Es un análisis de tendencia que ninguno de nosotros se está haciendo. Desde que hago música hay solistas y grupos. Tengo amigos que hacen cosas y que representan a un montón de amigos más.
Félix: –Todos llegamos a esto por un camino muy personal, no tiene que ver con un movimiento.

Las cantautoras
–¿La identidad del cantautor está desfasada?
Juana Chang: –El cantautor siempre estuvo ligado a la imagen de protesta y a la guitarrita criolla. Odio la palabra. Me suena medio terrible. Toqué en bandas, pero hay un montón de cosas que tengo dentro que no me permiten poder compartir con nadie. A la hora de tocar mis canciones, no tengo miedo de hablar. Y eso me cambió como artista.
María Ezquiaga: –Siempre se le asocia a la figura del líder de una banda. Si bien hay una línea estética que se le adhiere al que canta y compone, también cumple una función orientadora y coordinadora. –¿Sienten que hubo alguna evolución en el formato de la canción?
María: –Canciones hubo muchas, pero creo que no se probó tanto con el formato. Suárez, por ejemplificar los ‘90, quizá se acercó a eso.
Lisa Casullo: –Rosario Bléfari me abrió mucho. Hay un tema de PJ Harvey que manda a la mierda al amante, y a la vez le pide que vuelva. Dice una cosa, pero a la vez dice otra. Eso es el formato. Se llega con interpretación.
Naila Borensztein: –Teníamos una relación afectiva con Spinetta, pero no pasaba de ahí. Nos gusta su poesía. Por ahí una política dentro de esa poesía, pero hablando del amor. Una política con vocación.
Laura Ciuffo: –Rock nacional no escucho, salvo Soda Stereo. Meterme con política o con el pueblo mucho no me va. Yo canto porque si no lo hago me muero.
–¿Entonces la mujer no dispone de lo social en la canción?
Laura: –Me parece que al hombre le gusta hablar más de sus sentimientos que a la mujer sobre lo social.
Juana: –Las copleras tienen un mensaje social muy fuerte. No necesariamente ese discurso lo encontrás en el rock, hay otras opciones.
Lisa: –Es difícil encontrar algo auténtico, algo que no responda a lo establecido. Decir algo que está en todos lados no es atractivo. Pero esta generación no está polarizada, no es “o política o amor”.
María: –Los ‘80 fueron muy políticos. Siento que vivimos en una generación que no habla de política. Lo político aparece desde lo más obvio o evidente. Falta una expresión diferente.
–Debido a esa apatía, ¿la electrónica usurpó el espacio de la canción?
Juana: –La electrónica puede transmitir una cuestión corporal, sensaciones. No digo que esté mal, pero a mí no me dice nada.
María: –Una vez leí que si le sacás la letra a Dylan, no es un poeta. Una canción no es lo mismo que letra más música. Una canción es la unión de las dos cosas y la expresión a la vez.
Naila: –Es más natural poner un disco y escucharlo por la sola razón de escucharlo. Hay algo que expresa la música que no es entendible por cualquier hombre. Pero el lenguaje oral nos atraviesa a todos.
Lisa: –Existe una relación muy fina con la música. Hay canciones que no podría tocar en formato rock por su carga introspectiva.
–¿Existe un perfil que atraviese a las nuevas cantautoras?
Juana: –Las mujeres somos más auténticas en nuestro discurso que los hombres. Acudo a ciclos de canciones, y el calamarómetro y el spinettómetro llegan hasta el tope. Nunca una chica me sonó a Calamaro. Aunque capaz hay muchas Rosario Bléfari por ahí y no las he visto.
Laura: –El otro día me compararon con Flopa, y no tengo nada que ver con ella. Supongo que lo habrán dicho porque también toco la guitarra. En la música se habla demasiado, es medio tedioso tener que hablar de música.
–¿Qué diferencia encuentran con los cantautores?
Juana: –Si sos cantautora, sos autora, entonces no hay un tema de hombres. El tema habla de vos o de lo que hacés.
María: –Hacen demasiado énfasis en el texto. No entiendo por qué se debe hacer diferencia. Lo definitivo es la música.
Lara Pedrosa: –Es una diferencia mediática. A la hora de cantar o tocar, nunca se plantea si es un hombre o una mujer. Somos conscientes de nuestra característica de grupo conformado sólo por chicas.
Lisa: –Llamamos la atención porque el ambiente rockero es muy masculino. Les sorprende. Quizás eso está cambiando ahora.
Laura: –Creo que se lo preguntan más ellos que nosotras. Hago música desde chica, y nunca me pregunté si estaba bien que una chica cantara.
María: –Yo tengo una culpa muy grande y a veces no soy consciente de ella. Estoy luchando. Tengo demasiada culpa por hacer algo que me gusta.

SACALES LA FICHA

Los cantautores

Esteban Grimalt
Félix Cristiani, mediante el seudónimo Esteban Grimalt, decidió emprender este proyecto como solista tras agotar los lenguajes de la electrónica. En un limbo que evoca al australiano Richard Davies y al Melero de Vaquero, sus canciones hurgan en el conflicto amoroso desde su costado sintomático.

Lisandro Aristimuño
Su propuesta es una granada fragmentaria lánguida que salpica a Mark Eitzel y Sigur Rós. El rionegrino llegó a Buenos Aires flechado por una chica, y se quedó. El año pasado presentó su primer disco Azules turquesas, uno de los mejores trabajos nacionales del 2004.

Pablo Dacal
Después de volver de Rosario, donde formó parte de Coki & The Killer Burritos, inició su concepto de música de salón. Así, mediante un formato accidentalmente acústico, dio vida a la Orquesta de Salón, donde recrea un repertorio que combina lo propio y lo ajeno, con canciones de Discépolo, Leonardo Favio, Los Beatles y Nicola Di Bari, y con el que ya publicó algunos EPs.

Amadeo Pasa
Hizo un montón de canciones el siglo pasado, y las grabó en un disco que le gusta mucho y que no lo escuchó nadie. Como no lo invitaban a tocarlo, organizó el Festival Buen Día. Renació la necesidad de darle canciones a la gente, y entonces se juntó con un montón de amigos para grabar, en el 2004, el álbum Entrábamos como nada. Pop desinhibido, fresco y hitero.

Matías Loizaga
Miembro del grupo BandaJamónCrudo, próximamente, bajo el laboratorio unipersonal Experimentoloizaga, publicará su debut en solitario que llevará por nombre Un, dos, tres: avalancha. Su propuesta conjuga la obra de Elliott Smith, Luis Alberto Spinetta y Prince.

Las cantautoras

María Ezquiaga
Guapa y coqueta, integró la banda de Sergio Pángaro entre 1997 y el 2000, con quien grabó el disco Baccarat por el mundo. En el 2004, ya como Rosal, publicó su primer álbum, Educación sentimental, y en el 2005 lanzó su flamante e intitulada producción discográfica, que a diferencia de su antecesor toma distancia del pop y se interna en las profundidades acústicas. Es también guitarrista del grupo de Rosario Bléfari.

Naila Borensztein
Pertenece al grupo No Lo Soporto, que nació en Devoto en 1999, cuando ella y Lucía Borensztein tenían 12 y 13 años. Desde sus comienzos, lo concibieron como trío de guitarra, batería y bajo, y en el 2004 ingresó Lara Pedrosa. Pop-rock con vicios punks. Spinetta les puso el ojo, y ahora están a punto de editar su disco debut.

Juana Chang
“Hago canciones, toco la guitarra y la paso lo mejor que puedo”, así se presenta la risueña cantautora porteña. De labia mordaz, tiene un EP artesanal al que denominó No me discrimines... Soy un CD-R. Es una media entre la penumbrosa Sandy Dillon y la PJ Harvey de Dry.

Laura Ciuffo
En efecto, la compositora, vocalista y guitarrista es la que mantiene a raya a sus chicuelos en Hamacas al Río, banda indie pop que debutó el año pasado con un encantador disco homónimo. Hiperkinética, Laura también dio rienda suelta a un repertorio paralelo y propio que desarrolla en solitario.

Lisa Casullo
Sin Lisa, difícilmente Doris se hubiese convertido en la sensación del under porteño. Polifuncional, sus canciones trascendieron la banda, y en el 2002 publicó, solita, su debut casero: el difícilmente pronunciable Ngkeka. Es una representación local de la canción lo-fi, en la que confluyen la desfachatez de Courtney Love y el temperamento de Ada Falcón.

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