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Jueves, 23 de mayo de 2002

No soy un extraño

 Por Esteban Pintos

Se llamará Comandante Ranchito Dignidad, tendrá no más de 24 canciones y saldrá sobre el final del verano español (agosto, setiembre). No será presentado en vivo nunca, o tal vez hasta que su responsable no lo decida. Cuatro primeras, aventuradas, precisiones sobre el nuevo disco de Andrés Calamaro, que contendría algunas/todas las canciones de las cuales el No ofrece en exclusiva sus letras. Mientras esto sucede, el personaje central de esta historia, oculto al ojo público en su departamento de Recoleta, seguramente está aumentando el número de canciones compuestas (la estimación va de las 300 a las 500) además de las versiones de Bob Marley, Los Beatles, Rolling Stones, Cadícamo, Mores, Gardel, Virus, Spinetta y otros tantos de su agrado, que graba y produce a diario.
Cuando comience la fiebre global por el fútbol –la semana que viene–, Calamaro ya estará en Madrid después de una larga y agitada temporada porteña que incluyó: 1) un nuevo hit radial con su sello (“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, coescrita con Julio Moura, interpretada por Los Animalitos) 2) una comentada aparición televisiva en Crónica TV durante el acto de Madres de Plaza de Mayo el 24 de marzo (“sala de ensayo, rock y estupefacientes”, le dijo al inocuo cronista) 3) grabaciones, colaboraciones, cesiones a Heroicos Sobrevivientes, Estelares, Ráfaga y Coti Sorokin 4) encuentros furtivos, de madrugada, con su ex archirrival mediático Charly García 5) algunas ideas y personajes recurrentes, como la historia argentina contemporánea (Trelew, la dictadura, Malvinas), la nueva especie porteña “Cabildo y Cacerolazo”, el mundo carcelario (la canción “La ranchada de los paraguayos”, con participación de varios músicos de Camarón de la Isla, es explícita al respecto) y el paso del tiempo (“Tacuarentown”, un feliz juego de palabras) 6) el rechazo a una jugosa oferta económica para poner su voz en la canción –110 % Calamaro, por cierto– que la cerveza Quilmes utiliza para acompañar su campaña del Mundial 2002 (“Nunca grité un gol de la selección”, dice. “No tomo cerveza”, agrega).
Todo batido y servido al plato por el artista que eligió destruir su propio poster, desoír estrategias de marketing, autopiratearse –quien pase por su casa tal vez se lleve de recuerdo un casete con algunas de estas nuevas grabaciones– y experimentar con nuevos caminos para difundir su obra. Ahí está, si no, la canción que cierra todo los días el muy visto Detrás de las noticias de Jorge Lanata. “Muerto el perro se acabó la rabia/ no sos aquel amigo de los turcos de Malabia/ Tanto perro en cancha de bochas/ el turquito se lastima en la neblina”, se dispara sobre los créditos del programa, justo cuando te quedás pensando cómo hacemos para seguir viviendo en un país como éste. “Así quiero que se conozcan mis canciones”, dijo una tarde–noche de diciembre, en la misma semana en que De la Rúa se tuvo que escapar en helicóptero y la policía practicaba puntería contra civiles manifestantes e indefensos.
Tiempo después, con la nueva i–realidad en marcha y el calor apretando en la ciudad, volvía una y otra vez sobre el tal “Cabildo y Cacerolazo”, su particular definición de la clase media que salió a la calle sólo cuando le tocaron el bolsillo. “A treinta cuadras está la villa, la verdad. Cabildo y Cacerolazo no tiene para el remís, por eso rompe la cabina de Telefónica. ¡Y lo deja la policía”, disparaba en esos días de primeras protestas cotidianas e incipientes asambleas barriales. Por ese lado va el título del disco: una historia real que le tocó vivir cuando se internó en cierto barrio marginal, en busca de respuestas y nuevos amigos.
Créase o no, el discurso político de Calamaro ya estaba encaminado con algunas ideas bien jugadas, que él atribuye al “Cuino” Scornik, uno de sus copilotos de tormenta, amigo de la infancia y coescritor de canciones junto a Jorge Larrosa. “El escribe las canciones políticas, yo las tontas de amor”, dijo una noche mientras bajaba por el ascensor. Basta chequear “El 22” para comprobarlo. El universo–Calamaro es, hoy, una batidora de ideas, menciones, comentarios, discurso político y lenguaje carcelario. Un zapping permanente en donde aparecen los muertos de Trelew, la belleza de Paraguay, las villas, los cuarenta, Maradona y... Argentina. “No hay peor argentino que su propio asesino. No hay argentino mejor si no hay otro peor”, se puede escuchar en otra de sus tantas nuevas–buenas canciones. Suena certeramente sano en medio de tanta enfermedad.

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