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Jueves, 7 de agosto de 2008

El comienzo de la industria pesada

El disco de V8 que inauguró el heavy metal en la Argentina fue editado por un sello de cuarteto que tuvo que esperar a que la banda desapareciera para ser reconocido. Bronca, odio a los hippies, himnos metaleros y destrucción en duros 27 minutos. Los caminos de Gustavo Rowek, Beto Zamarbide y el antisemitismo de Ricardo Iorio.

 Por Juan I. Provendola

A Ricardo Iorio se le suelta la correa en los últimos segundos. Beto Zamarbide lo quiere socorrer, pero el show debe continuar. La cámara registra al bajista batido a duelo con su instrumento hasta que el tema se termina. La leyenda dirá que algunos televidentes llamaron para halagar a ese virtuoso músico que tocó el bajo al revés. Era todo playback. La primera presentación de V8 por TV –en Rock R.A. de Canal 13, un domingo al mediodía de 1982– había comenzado con un reclamo y una advertencia: “Basta de hippies, basta de llorar / estalló el tiempo del metal” (de Vomitando heavy metal, rebautizado luego Tiempos metálicos).

Para un rock nacional que ese año había consolidado definitivamente como propia tal denominación, lo más pesado a lo que su música había sido capaz de llegar fue con Manal, Vox Dei, Pappo’s Blues, Pescado Rabioso, El Reloj y, por supuesto, La Pesada del Rock & Roll (¿habrá sido aquel “rompan todo” de Billy Bond el primer antecedente?). No por nada Iorio versionó temas de todos ellos –también de Roque Narvaja y Miguel Abuelo– en su inminente disco de homenaje al rock local.

Riff había dado el primer paso con Ruedas de metal en 1981 gracias a una estética que en V8 luciría aún más salvaje. Si, como denunció Ana Mourín, ex esposa de Iorio, en el libro V8, un sentimiento, Riff lucía “prendas negras de una tela semejante al cuero, pero que por su liviana textura resultaban mucho más cómodas”, V8 iría más allá con muñequeras hechas con el cuero de carteras o tachas fabricadas con el cobre de veladores viejos.

Vitico, ex bajista de Riff, no entra en el juego: “Nos decían heavy metal, pero en realidad éramos una banda de rock and roll. La palabra ‘pesado’ no me gusta porque un tipo ‘pesado’ me figura una persona que anda armada o es policía. V8 sí hacía metal, pero también era una banda punk porque salía al choque. ¡Además había mucho descontrol y poco ensayo! (risas)”.

El productor discográfico de Luchando por el metal, Mundy Epifanio, opina en la misma dirección: “Fueron el primer grupo heavy de América latina, pero en su imagen y manera de vivir se parecían mucho a los punks del norte de España”.

Así eran las cosas en V8, tan crudas y violentas que una vez Iorio, quien iba a tener una especie de involución ideológica con el transcurso del tiempo (ver recuadro), recordó en el NO que tocando en Morón con los punks de Muerte Civil y Antitodo (del Polaco Zelazek, luego bajista de Los Violadores) llegaron a un nivel tal de descontrol que los militares, que habían rodeado el lugar, tuvieron que irse porque “deben haber pensado ‘estos son hijos de militares’; si no, no se concebía que hicieran tanto quilombo”.

En esa época de transición entre las heridas de Malvinas y el comienzo de la democracia, V8 había grabado un modesto demo de cinco temas en tiempo record y hasta llegó a sonar en 9PM de Radio Del Plata a instancias de la hermana de Pedro Leontjew –el primer manager de grupo–, quien musicalizaba el programa con V8, Los Violadores y Diana Nylon (“Diana mataba”, recuerda Zamarbide).

CUARTETO, EVITA Y V8

En abril de 1983 surgió la posibilidad de grabar Luchando por el metal por Audiomagnética. Según Beto Zamarbide, “era un sello pequeño que editaba grupos de cuarteto, los discursos de Evita y también a unos cordobeses que contaban chistes, pero para nosotros era una buena oportunidad porque el demo que teníamos era re limitado y sabíamos que iba a ser imposible grabar en las grandes compañías siendo heavies y cantando ‘¡basta de hippies, basta del morral!’, cuando el rock nacional era Nito Mestre y el Dúo Fantasía”.

Luchando... se grabó por Villa Crespo en el estudio de los hermanos Vitale, que no eran los de MIA (es decir, Lito y Liliana) sino los del grupo Los Bárbaros, quienes habían hecho carrera tocando en carnavales y participando en las películas Los Superagentes y la gran aventura de oro, Ritmo a todo color (con Los Parchís, Perales y Troncha Angosta) y ¿Los piolas no se casan? (protagonizada por Tristán, Darío Vittori y Juan Carlos Calabró). Marcelo Vitale aportó ese teclado que sabe a órgano de iglesia en el indolente Si puedes vencer el temor, quizá la primera lectura local del Black Sabbath más stoner. En los créditos también aparecía como productor artístico Quebracho, histórico plomo de Charly García, que conocía a Beto Zamarbide tras trabajar juntos como asistentes de Dulces 16.

Nueve canciones en 27 minutos condensaron la furia de un vendedor de verduras, un cuidador de una galería, un repartidor de mensajería (un motoquero, bah) y un tintorero. El odio, la bronca, el hastío de Muy cansado estoy. Y la muerte. “Yo vivía a ocho cuadras del cementerio de Chacarita, donde me metía para ver las criptas del 1800. Me acuerdo de ver pasar cortejos a caballo, como el de Perón. Encima vivía enfrente de un sepulturero. ¡Hasta mi primer contacto con V8 fue en un recital por Chacarita! ¿De qué iban a hablar mis primeras letras, si tuve a la muerte de cerca durante toda mi crianza?”, dice Zamarbide, quien escribió Parcas sangrientas (“sacrificio y muerte hay”) y Angeles de las tinieblas (“mil cráneos sedientos brillan en la noche”).

De Torturador dirán que fue un ataque encubierto de Osvaldo Civile a la dictadura militar, escondido en la (su) historia de una muela mal arreglada. Sin él presente, podrá intuirse el doble sentido en la estrofa que dice: “¡Confesá cuál pasta dental es la que usás! / ¿Quién te la dio? ¿Quién te la vendió?”.

Pero lo que distinguió realmente a Luchando... respecto de otros discos (de V8 y de otros) fue su capacidad de agrupar himnos intocables de la escena local como Tiempos metálicos y Brigadas metálicas. La letra de este último la escribió Ricardo Iorio sobre un cartón que estaba tirado en el piso de un colectivo, en pleno viaje hacia la casa del manager Pedro Lenjtew, quien luego hizo un video editando simultáneamente en dos caseteras las imágenes en vivo de V8 y escenas de La naranja mecánica (película por entonces prohibida).

“Ricardo, muy líder en su pensamiento, escribió manifiestos del metal –dice Zamarbide–. Desde sus comienzos en la banda, quiso fijar las bases del movimiento. No pensaba en V8 sino en darle un himno y una bandera al movimiento heavy. Pero el himno de la banda terminó siendo Destrucción, de Rowek. Ricardo se puteará así mismo hasta el día de hoy (risas).”

COMO “LA BALSA”, PERO HEAVY

“Hice Destrucción en una fábrica de coladas de plástico, donde duré 21 días porque hice de todo para que me echaran: tiraba bolsas en las máquinas o abandonaba el puesto de laburo. Compuse el tema sentado frente a las máquinas, expresando la desilusión y el desamparo que sentíamos todos los de esa generación”, recuerda el baterista Gustavo Rowek respecto del tema que fue al metal local lo que La balsa al rock nacional. Las analogías van desde ser el primer tema del primer disco del primer grupo en grabar un larga duración en su género –con esa intro de un motor en marcha que no es un V8 sino un Torino– hasta haber sido revisitado por una intensa cantidad de intérpretes (Iorio lo grabó también con Hermética y Almafuerte, Horcas lo usa para cerrar sus shows aun sin Civile, Flema lo versionó varias veces... y esto sin mencionar todas las bandas iniciadas que recurren a él cuando quieren ganarse el aplauso en algún festival del palo), pasando por el ineludible dato de que, como le ocurrió a Litto Nebbia alguna vez, a Zamarbide ya no le cae en gracia su interpretación.

“Una vez estábamos tocando Destrucción en el Parakultural, que era un sótano donde antiguamente funcionaba una cárcel en la que Rosas metía presos a los unitarios, y se armó un quilombo bárbaro en el pogo. Terminaron escribiendo ‘V8’ con sangre en las paredes, un garrón. El tema se nos fue de las manos. Lo escribió Gustavo cuando tenía 15 años y la cabeza iba por otro lado. Hoy creo que tenemos mucho más para decir”, sentencia el actual cantante de Logos respecto de un tema que originalmente decía “ya no creo en nada / sólo creo en el fusil” en lugar del nihilista y definitivo “ya no creo en nada, ya no creo en mí”.

El disco salió a la calle en julio de 1983 con su título y el logo del grupo sobre fondo negro en la portada. La producción iba a estar en contratapa, con una foto de los seguidores del grupo (las “brigadas metálicas”) en Barrancas de Belgrano que jamás pudo realizarse porque la policía subió a todos en un colectivo de la línea 64 y los llevó detenidos a la comisaría 33ª de Mendoza y Cuba. El álbum no fue un gran suceso comercial para una banda signada por el caos interno y el desprecio hacia el rock business. Mundy Epifanio recuerda que “una vez había ido de gira con Barón Rojo a Colombia y como el organizador conocía a V8, compraron cinco shows con cachet, vuelos y gastos pagos en primer nivel... que luego tuvimos que suspender porque en el grupo no se pusieron de acuerdo”.

Luchando... ganó valor con el tiempo, no sólo histórico (Sepultura lo reconoce como influencia en el disco Morbid Vision) sino comercial: “Como Sumo y otros pocos artistas, V8 comenzó a vender mucho después de dejar de existir”, reconoce Mundy, quien tiene los derechos de los tres discos de V8 y en 2001 los reeditó (junto a un cuarto con inéditos y videos) con una antología en la que participó Gustavo Rowek y que tal vez se reedite próximamente. Ese mismo año, Iorio inauguró su sello Dejesú Records con un tributo llamado No está muerto quien pelea: “Lo hice con bandas de acá, en contrapartida al que editaron empresarios que antes escupían en la cara de V8 y ahora me ofrecieron plata para participar de una obra donde toca gente de otro país”. Se refiere a V8 no murió, donde intervinieron Barón Rojo y la banda del último guitarrista de V8, Miguel Roldán. Singulares títulos con la muerte como protagonista, como si se tratara de recalcar la sobrevivencia más allá de la vida de un grupo que ya no podrá ser lo que fue. “Si viene y me dicen ‘¿querés medio millón de pesos para armar V8 o Hermética?’ les digo que no, porque mi carrera nunca fue por dinero. Aunque no tenga plata ni para comprarme forros”, opina Iorio, quien ya se había negado a participar de la reunión en 1996.

Logos está preparando un disco con reversiones de V8 que se llamará A través de los tiempos. Evidentemente, a 25 años, Luchando por el metal aún les sigue marcando el pulso no sólo a los fanáticos sino a sus propios músicos, con canciones que, según Beto Zamarbide, “escribimos cuando éramos pibes de 20 años que sentíamos odio contra todo pero que pese a que ahora piense ‘¡wow, mirá por donde iba mi cabeza en ese momento’, me siga sintiendo orgulloso de haber hecho ese papel mientras otros se hacían los tarados”.

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