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Jueves, 28 de mayo de 2009

KARAMELO SANTO, DE EXPORTACION POR OCTAVO AÑO CONSECUTIVO

"Les regalamos la palabra rock a las compañías de celulares"

A punto de subirse a una interminable gira europea, Goy Ogalde dice que la palabra “rock” no significa mucho y que está cansado de que ahora aparezcan las caras que antes les decían que no y que ahora preguntan cómo hacen para tocar en esos festivales europeos. “Flaco, ¿sabés qué? Nosotros mirábamos el barrio y no a Mick Jagger”, dice Goy. Mañana sale el CD-DVD El baile oficial.

 Por Juan Manuel Strassburger

No hay registros oficiales. Pero difícilmente otra banda argentina haya logrado lo que consiguió Karamelo Santo en la última década. O sea: acumular, desde 2002, siete giras consecutivas por Europa (¡este año emprenden la octava!) y tener presencia asegurada en varios de sus festivales más importantes: el Roskilde de Dinamarca, el Southside de Alemania, el Greenfield de Suiza, el Rock for People de República Checa y el Hodovskas de Eslovaquia. ¿Qué tiene Karamelo Santo que a tantos europeos les gusta? ¿Cómo hizo esta banda nacida en Mendoza, pero radicada desde hace más de diez años en La Boca, para enamorar a una Europa tan diversa en sí misma, de la mano de un cóctel de ritmos latinos y letras agridulces, entre la advertencia política y el festejo social? Tal vez justamente eso: haber logrado retratar esa Argentina mestiza que la historia oficial –la que plantea una identidad heredada casi exclusivamente de España e Italia y reza que todo empezó cuando “bajamos de los barcos”– se niega a aceptar.

“Cuando vamos a Europa no decimos ‘hacemos cumbia’, decimos ‘venimos a mostrar una realidad de nuestro país’. Y eso ha sido efectivísimo, ha sido muy bien recibido”, explica Goy Ogalde, el frontman de esta banda que completan Piro y Gody en percusiones y voz, Diego Aput en bajo, Lucas Villafañe en teclado y acordeón, Mariano Ponce de León en batería, Pablo Clavijo en saxo alto y piano, y Alejandro Pozo en trombón; y a la que, sin duda, aquella crisis de 2001, que captó la atención del mundo con sus experiencias horizontalistas (del que se vayan todos y las asambleas al trueque y los movimientos sociales), ayudó a propulsar. “Durante esos años estuvimos bajo la lupa, éramos un elemento a analizar”, reconocen.

Sin embargo, y ya pasada la euforia de esos míticos 19 y 20 de diciembre, la banda liderada por Goy aún mantiene fuerte presencia en Europa. Y eso, seguramente, por haber tomado la acertada decisión de abrir el juego: “Al principio agitábamos mucho la bandera latina, los timbres que nuestra música latina tiene”, explica el percusionista Gody. “Pero con el tiempo nos dimos cuenta de que estaba bueno generar otros tipos de nexos y tratar de jugar un poco con el inglés, que funciona a modo de esperanto en muchas partes del mundo.” Así, por ejemplo, la banda versionó What a Wonderful World en clave de cumbia, y empezó a mechar frases en inglés en varios de sus temas más conocidos. “La respuesta fue muy buena y fortaleció nuestro vínculo con la gente”, aseguran.

De todos modos, la presencia del elemento latino –la cumbia, la salsa, el pasodoble– más el ska y el reggae característicos de los autores de La kulebra del amor nunca dejaron de existir. Más bien lo contrario: “La realidad es que el rock no tiene fronteras. Y que los músicos de todo el mundo, de Asia, de Africa, de India, de Europa, entendieron que el rock tenía que sacarse el estigma de su bandera y buscar otras influencias para sobrevivir”, postula Goy en una pausa de la charla con el NO en su estudio El Cangrejo, todavía entusiasmado por la inminente salida de El baile oficial, su primer CD-DVD en vivo que resume los casi 20 años de vida del grupo.

“Era algo que nos hacía falta”, sostiene sobre el lanzamiento. “Un disco que mostrara bien el costado rockero de Karamelo. Porque generalmente cuando grabás el disco no llegás al cenit de la interpretación. Los temas llegan muy blanditos al estudio. Y acá eso no pasa.” El hombre de las rastas negras y los ojos claros también cuenta que el DVD les sirvió para detectar errores y aprender cosas nuevas. “Por ejemplo –reconoce, autocrítico–, yo me di cuenta de que estoy triste todo el concierto, que pongo una cara seria. Y ahora me replanteo por qué me pasa eso, si lo que canto no es triste sino alegre. En ese sentido, creo que este álbum nos sirvió para subir otro escalón y evolucionar como banda.”

Cada tanto, durante la entrevista, se siente el golpetear de una pelota en un patio: es el hijo de Goy, baterista en ciernes, y ya fanático de Kiss. “Le compré una batería chica para que vaya practicando, pero ahora vio que los Kiss usan doble bombo y también me pidió uno”, cuenta el cantante, algo resignado. Sin embargo, lo que lo inquieta un poco más al frontman de Karamelo Santo es el acto escolar por el 25 de Mayo, que presenció el día anterior. “Era aterrador el mensaje que estaban dando. Seguimos diciendo que en el 25 de Mayo los negritos eran los que candomberos que vendían la mazamorra, y que los caballeros eran los descendientes de europeos. Me parece que somos un país machista y racista, y que no podemos dejar de discriminar”, sostiene.

Y acto seguido establece el vínculo entre esa realidad y el rock en la Argentina: “Vemos al originario como el marginal, como sinónimo de la cumbia y el folklore. Y eso el rockero lo odia, porque él quiere ser David Bowie o Robert Plant. Y está bien que existan esas personas, pero la realidad tuya es hacerte cargo de lo que sos. Acá existen un millón de bandas, pero siempre que quieren hacer un cover apuntan a Robert Smith, a Bryan Ferry, siempre todo el glamour. Y yo me pregunto: ¿por qué no le encontrás glamour a un tipo que muere descuartizado en Santiago del Estero o a Atahualpa? Porque no sabemos, no tenemos esa conciencia, no somos abiertos”, postula.

–¿Coincidís entonces con Cordera de Bersuit, quien hace poco dijo que el rock así como está se muere? ¿Y que una banda que no se hace cargo de los ritmos latinos y quiere sonar como el Norte es careta?

–Sí, es muy así eso. Toda la gente que hace rock en la Argentina no tiene nada que ver con el barrio o tomó el rock como una cuestión folklórica porque su padre o su hermano se compraban una remera de los Redondos y jamás supieron lo que es el rock. El rock es una cuestión de decisión. El rock era en los ‘70 o en los ‘80, cuando uno tenía información, se rebelaba contra lo que había y decía: “No, realmente esto no me gusta”. Y uno se hacía rockero. Pero hoy el iPhone te viene con el disco de los Cadillacs, de Calamaro, y eso no es rock. Es marketing puro. El rock no existe. Como ejercicio no existe más. Nadie es rebelde. Porque hay que rebelarse contra la tarjeta de crédito, contra la cuenta de débito, contra la imposición de que tengas Internet y te estén estafando. El rock era otra cosa, era el hippie que hacía la suya. Por eso, el que crea que el rock es hacer una música parecida a Led Zeppelin, The Cure o Depeche Mode, está equivocado; simplemente copia una cosa hecha. El verdadero rock es que te bajes de Internet algo distinto a lo que pasan por televisión. Ver televisión no es rock. Por eso estoy totalmente de acuerdo con lo dice Cordera.

Durante la larga charla con el NO, Goy vuelve varias veces, casi obsesivamente, sobre el estado actual del rock. Y también sobre su funcionamiento, a su modo de ver, ya perimido. “Ahora se esté hablando de que te van a poner un chip dentro de un par de años para convivir con el sistema y capaz que los rockeros vamos a ser los que nos resistamos a ese chip, los que decidamos apagar la televisión. O capaz que la palabra rock ya caiga en un desuso absoluto, que se la dejemos a Walt Disney. Y está bien: yo se la regalo a Apple, a las compañías de celulares. Que usen ellos la palabra. Si lo que ellos hacen es rock, yo puedo cambiar el nombre y llamarlo caca. Ser un caquero, los auténticos caqueros del mundo. Y hacer como hizo el punk en su momento, que le enseñó al rock que era un cagada. Tal vez necesitamos eso: ser caca de vuelta (risas).”

Y agrega: “El rocanrol va a quedar como una anécdota. Porque el rocanrol se nutría a sí mismo, y con todo esto de Cromañón, con todo esto de no generar nada, llevó a que el negocio no exista más. Porque la gente ahora se baja los discos y entonces los sellos tienen que salir corriendo a buscar las bandas mestizas que giran por el mundo. Por eso ahora estamos cansados de que aparezcan las caras que antes nos decían que no y que ahora nos preguntan: ‘¿Cómo hacen para tocar en todos esos festivales europeos?’. Yo les digo: ‘Flaco, ¿sabés qué? Nosotros mirábamos el barrio y no mirábamos a Mick Jagger’. A los sellos no les interesó jamás la cumbia o el mestizaje, prefirieron invertir en la lengua de los Rolling Stones con una bandera argentina”.

–¿Te parece? También hubo bandas como Los Decadentes o La Bersuit que tuvieron hits usando cumbia. Ahí el rock no le dio la espalda...

–Sí, pero ninguna de esas bandas... (piensa) Nosotros hemos tomado la cumbia como lo más paradigmático y lo más controvertido, porque cuando se habla de cumbia se habla de villas, de gente desocupada, de violencia, de drogas, de niños asesinos, y todo eso tiene que ver con la realidad de esa música.

–Por otro lado, con las fiestas de cumbia experimental y electrónica, la cumbia también llegó a Palermo...

–(Interrumpe) Eso no es cumbia. Va a costar mucho que en la puerta de esas fiestas dejen entrar a un flaco con gorrita y un Adidas trucho. Y si él no tiene entrada, ahí antropológicamente hay una falla.

Goy compara el nivel de mestizaje y libertad a ambos márgenes del océano y el saldo local es negativo. “Nosotros allá tocamos con grupos como Radio Bemba, que tiene influencias gitanas de Francia. O con Faith No More, que tiene a Mike Patton, que viene de hacer incursiones mestizas al palo. Totalmente lo contrario al mal llamado rock nacional. Acá la idea es hacer rocanrol o hacer tango electrónico, las dos cosas que se imaginan los argentinos, cuando en realidad hay mucha más riqueza en el folklore, en la chacarera, la cueca, el chamamé, el candombe”, enumera. Por eso, asegura, el futuro del rock argentino está en las bandas que se fusionan con el folklore. “Grupos como Imperio Diablo, como Semiya, como Arbolito, que son las bandas básicas, son las que van a generar la personalidad del rock argentino dentro de diez años.” Y entre los grupos de reggae-ska también destaca a Andando Descalzo y a Aztecas Tupro, el mestizaje en la tierra de Marley.

La flamante salida de El baile oficial sirve, también, para acomodar los tantos a nivel interno. Después de tantos años en carrera, los conflictos a veces se suceden y el famoso desgaste (tan recurrente en las bandas masivas el último tiempo) se potencia. “Con el tiempo decantó que las decisiones las bandas las manejáramos entre todos. Somos una banda democrática”, subraya. Y apunta sobre uno de los grandes focos de conflicto de toda banda de rock: los derechos de autor. “Nosotros decidimos que todos los integrantes participen de las ganancias. Gracias a eso, y lo digo con mucho orgullo porque muchas bandas no hacen esto y estaría bueno que se saquen la careta y aprendan, todos los músicos de Karamelo Santo cuentan con el seguro de Sadaic, viajan con la seguridad de Sadaic y pueden tener a todos sus hijos en la obra social.”

Para Goy, ese equilibrio es importante, porque “los flacos cuando vienen a tocar te están haciendo el aguante. Hay muchos que se dicen profetas mandados por un determinado Dios de tal religión, pero no te puede contestar qué pasó con el flaco que tocaba con ellos la batería y que creía en eso que tocaban. ¿Qué pasó? ¿Dónde quedó? Es muy fácil escribir una canción sobre cambiar el mundo cuando tu vecino no está bien”.

–En estos casi 20 años de carrera, ¿de qué te arrepentís?

–Me arrepiento de no haber estado más tiempo con la guitarra en la espalda y haciendo canciones. Yo, por más que tenga 7 discos y estén buenos, creo que podría haber hecho otros 40. Porque siempre hay canciones para cada uno, para cada ser humano y hay que hacerlas. La música es la única arma en la calle. No existe arma más pura que la música. Muy pocas tienen lo cristalino que tiene la música. Y yo he perdido mucho tiempo produciendo bandas que de algún modo me siento orgulloso, pero que en el fondo me quitaron tiempo para hacer más canciones, aclarar mis cosas a través de mis canciones. Después, tal vez también me arrepienta de no haberles hecho el aguante a algunos integrantes que necesitaban quedarse, pero que ya no podían estar en la banda por una razón física o psíquica. Pienso que me hubiera gustado que estuvieran en estos viajes, que visitáramos estos lugares juntos. Me hubiera gustado tener un poco más de paciencia.

–¿Y qué te alegra o enorgullece?

–Me enorgullezco de haber subido a esta aventura tan loca. Y de la voluntad que tuve para no abandonar la carrera.

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Imagen: Cecilia Salas
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