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Jueves, 9 de enero de 2003

GONZALO ALORAS, SOLISTA NACIONAL EN ORBITA

Mis armas más violentas

La aparición del primer EP del guitarrista de Fito Páez descubre a un compositor que trasciende asuntos de procedencia y fisonomía. Un trovador rosarino que escucha tecno y que reivindica el romanticismo como alternativa de resistencia.

 Por Pablo Plotkin

Pese a ser un chico confundido –a mucha honra–, Gonzalo Aloras tiene algunas certezas. Y las enuncia en sus canciones con una curiosa mezcla de timidez y autosuficiencia, de ingenuidad y entendimiento: “Yo sé que este mundo está bueno”. “El mejor momento es el encuentro; antes y después suele ser un bajón.” “Me gusta mucho el tecno.” “Si te enamoras, no te abandones, ni dejes de lado tu libertad.”
¿Quién es Aloras? Respuesta inmediata: el muchacho sensible y espigado que toca la guitarra con Fito Páez. ¿Qué más? Un cantautor rosarino de 28 años que a mediados de la década pasada lideró el grupo Mortadela Rancia (“grunge armónico”), al que prefirió incendiar antes que asistir a su desvanecimiento. Desde entonces se graduó y dio clases en una escuela de cine santafesina, compuso muchas canciones y se sumó a la banda del Rey Sol, primero como tecladista y más tarde como guitarrista con imagen y cerebro. “Flaco como un rockero argentino”, escribió un periodista español del diario El País refiriéndose a Jon Spencer. Gonzalo responde a ese mandato anatómico –escuálido y de pelo enrulado– que atraviesa el improbable linaje del solista nacional, de Spinetta a Carca, de Páez a Andy Chango, de García a Calamaro.
Pero la pinta es lo de menos. “Naturalista y eléctrico”, Aloras acaba de lanzar un EP –Edición Limitada– que prenuncia la salida de su primer disco solista, Algo vuela (previsto para el otoño). Canciones que entrelazan la tradición de la trova rosarina y cierta dinámica be-bop en la manera de calibrar las instrumentaciones. ¿El Ben Folds de la ciudad de pobres corazones? “Coki Debernardis me acercó un disco de Ben Folds Five y, sí, me sentí totalmente familizarizado con esa idea, con la forma de instrumentación clara, los cambios armónicos”, confirma Gonzalo con una sonrisa ancha.
“Es tan atrevido que creo que va a ser el mejor hacedor de canciones pop de los próximos diez años”, declaró con ampuloso orgullo paternal Fito Páez, tal como se lee en www.gonzaloaloras.com. Para el receptor del elogio, su salto a las marquesinas céntricas del rock fue la consecuencia previsible de una decisión vocacional. “Siempre estuve ahí, siempre formé parte de esa cosmogonía. No quiero decir que siempre me sentí de Primera A, pero cuando estás muy apasionado y conforme con lo que hacés, no te sorprende tanto que eso se sienta y, de golpe, estés inmerso en otro mundo. Hace poco vino Luis Alberto Spinetta a saludarme, a decirme ‘qué buenas tus canciones...’. Para mí era un momento increíble de mi vida, pero a la vez me dije ‘bueno, tampoco te hagas el sorprendido, porque desde que tenés doce años estás buscando esto’.” Pese a que Páez no pudo darle el espaldarazo editorial que necesitaba (falló su intento, hace un par de años, de fundar un sello propio), Gonzalo asegura que siempre lo alentó a que desarrollara su vida solista. “La experiencia con Fito sobrepasó largamente el status de empleo para transformarse en algo mucho más enriquecedor: ahora somos hermanos, amigos, hacemos canciones y producimos juntos.”
“El ritmo envasado, sequías de afecto, la música nueva no ha de llegar”, canta este músico “análogo y clásico” que asume que la electrónica es la banda de sonido de este tiempo. “Me da la posibilidad de salir de lo que hago. Hasta el momento no tuve la inquietud de meterme en ese terreno, pero con que haya otra gente que lo haga bien, me alcanza.” Se fue de Rosario cuando empezó a trabajar con Páez, pero el exilio psíquico se produjo mucho antes. “Cuando me di cuenta de que podía armar una canción, ahí despegué, ya no estaba más en Rosario. Estaba en órbita. Y no lo digo en términos despectivos hacia la ciudad, sino porque el arte te lleva a una situación de extranjero. Tu ocupación diaria no tiene lugar. Yo me despertaba en San Luis, en Mendoza, y nunca estaba del todo seguro dedónde estaba. ‘No importa –me decía–. Lo que importa es que tengo que resolver esto’. Y me ponía a tocar.”
Le gusta creer que carga con la melancolía y la tempestuosidad de la tradición rosarina. Y que la poesía romántica y la canción pop son su forma de piquete, gomera y fusil. “Me pareció que la mejor manera de operar contra el presente es haciendo lo que hago, es mi manera más violenta de resistir. La protesta literal tuvo su primer impacto, pero eso fue apropiado por los poderes establecidos y los medios que controlan las cosas a las que se oponían. Se transformó en una herramienta en la que ya no creo. El arte que revolucionó algo, aunque sea pequeño, siempre fue hecho con herramientas imperceptibles. Spinetta, sin nunca haber dicho algo del gobierno, dejó en claro que lo que él quiere en esta vida no tiene nada que ver con el Estado. Nunca lo dijo, pero funcionó. Tus armas más violentas pueden ser inesperadas.”

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