no

Jueves, 20 de marzo de 2003

UN DEALER CUALQUIERA: AYER, HOY Y ¿MAÑANA?

“ALGUIEN LA TIENE QUE VENDER”

Porro, merca, pepas... Una dieta saludable y básica para mucha gente. Flagelo social para otros. Negocio rentable para unos pocos. Debajo, la realidad de la calle: alguien que hacía esas movidas, las cuenta. Segunda entrega de la serie.

ENTREVISTA: FEDERICO QUINTERO
FOTOS: NORA LEZANO

Yo antes había vendido cartón (ácido), pero ya había dejado. Y trabajando en la maderera conocí al Piru, de Derqui, que ni un diente tiene. El trabajaba a la vuelta del negocio, era cliente porque hacía el mantenimiento de un hotel. Y bueno, nos hicimos conocidos. Yo trabajo en la maderera de 8 a 8, de lunes a sábados. Empezamos a hacer onda con el Piru, y un día salió el tema del jamonazo (cocaína). El era de Fiorito y conocía a todos los que tienen la movida, que traían la milonga del norte, desde Bolivia. Y me conseguía la tiza regalada. Y yo me pasaba el día tomando. Después también empecé a vender.
El Piru me la bajaba, porque él tenía su historia. Me traía una tiza, dos tizas. Cada una pesa más o menos 14 gramos, y la traía regalada. De ahí raspábamos todo lo que queríamos tomar esa noche y el resto, afuera. El Piru llegó a dejármela a 35 pesos, porque yo me hice muy amigo del Piru. Hacía la movida adelante mío, pero él ya no tomaba más, porque tiene un par de nenes. Por eso me la dejaba a mí. Me la empezó vendiendo a 70, después a 60, a 40, y después a 35 pesos.
El aparte tiene negocios... Otros negocios que me llegó a proponer a mí. Una vuelta había que esconder 100 tizas y pagaban... Todo fue antes de diciembre, porque los precios cambiaron... Pagaban 2 mil pesos por semana por tener las 100 tizas en tu casa. Calculá que es una re movida, porque hay una barrida y te siguen del norte. Un alto riesgo. Me la propuso y en un primer momento la pensé, porque al toque comprás. Pensé en tirarla en el sótano de mi edificio, qué sé yo... Pero sabés el olor a merca que deja por todos lados... Si alguien preguntaba... Qué sé yo... Yo no me hacía cargo. Siempre pensás en un lugar más o menos en común, no voy a poner en riesgo a mi familia... Yo vivo con mi vieja y mi viejo, por eso ni pensé en llevarla al departamento. Esa iba a ser la movida más grande desde que estábamos en esto, desde marzo del año pasado. Pero me fui para atrás. Me acuerdo más o menos porque fue una época en que yo estaba solo, los viernes, los sábados. Ahora, en pareja, no puedo porque no me dan los tiempos tampoco. Y si ella se entera, me mata.
Una vuelta, el Piru me dijo que había uno que viajaba a Salta a buscar milonga, y que cuando llegaba acá le daban 10 tizas. Yo le decía: “Piru, no te metás, no te metás”. La cuestión es que le faltaban 200 pesos para el pasaje... Y bueno, le dije que yo ponía lo que faltaba para viajar y cuando volvían, me tiraban un par de tizas más. Calculá que a 35 eran unas cuantas tizas. Y bueno, la movida era pasarla por la frontera. El que la fue a buscar, fue con el hijo. No era Piru, era un amigo de él. Y bueno, quedó allá. Está allá todavía, preso, y tuvieron que mandar al hijo, que es un nene, para acá de nuevo. Yo le preguntaba todo el tiempo a Piru si de verdad estaba preso porque estaba verde por mi plata. Los 200 pesos no los vi más, pero son los riesgos del negocio.

EL CARTONERO
Distinto fue cuando vendía cartón, porque lo del jamonazo fue más cerrado, apenas un par de movidas. Cuando vendía cartón, venían de todos los barrios. Era más de pendejo, tendría 24, 25.
Me pasó una vez en la costa, tiempo después de haber dejado de vender, que venía caminando con mi chica, y me gritan: “¡Eh, Momo!”, y me doy vuelta y no lo conocía. Doy un par de pasos adelante para que ella no escuchara, y le digo: “¿Qué hacés, cómo andás?”. Y el pibe me sacó la foto... Me dice: “Yo te conozco de allá, del barrio, yo te voy pegar cartón, vamos siempre ahí, yo vivo en Mataderos”.
Y la verdad es que yo tenía siempre porque compraba planchas de 50 cartones. Yo se la compraba al que se la bajaban de Holanda, a He-Man, uno que tiene un puesto de diarios chiquitito. A ése se la bajaban de Holanda,de verdad, vendía unas re planchas. Yo vendía más o menos una plancha por semana, pero llegaba el fin de semana y tenía mínimo 10 pepas... Ahora nadie tiene cartón, y el cartón se fue por las nubes, está algo de 40 o 50 mangos. Pero yo, a los pibitos del barrio, se la cortaba en cuartos y se la vendía en cuartos a 5 mangos. Esa fue peor que la del jamonazo, porque estar puesto y vender droga siempre es un escándalo... Yo ahí ya estaba enganchado con el jamón, la época en la que más me enganché... Tomaba casi todos los días. Pero dejé de vender cartón cuando empecé a laburar en la maderera, hace 3 o 4 años. Cuatro años me parece ya... Ahí dejé de tirar cartón. Porque cuando empecé a hacer la movida con el cartón, yo no tenía laburo, paseaba perros, ¿me entendés? Paseando perros pateás la calle, y en la calle lo conocí a éste del cartón, el diariero.
Y venían a comprar de todos lados. Paraban el auto, la camioneta. Capaz que tenía un auto allá, una moto acá... ¿Sabés cuántas veces se pararon y me dijeron: “Qué tal, ¿no lo conocés a Momo?”, y me cagaba de risa porque Momo soy yo. Capaz que le decíamos: “No, no está”, con el Ricky nos cagábamos de la risa.
¿Sabés cómo empezó a vender faso el Ricky, el pibe que para conmigo? Cada gil que venía y te compraba un cartón, quería comprar churro. Un día lo agarré al Ricky y le dije: “Ricky, la concha de tu hermana, ponete a mover churro que te vas a llenar de plata...”.

LA MOVIDA
Se empezó a correr la bola de boca en boca, se desplegó. Gente de un lado, de otro, y así. Amigos de amigos. Y con el Ricky nos cagábamos de risa. Venían los chetos en coche, en camioneta. Y también distinguíamos barritas de pibes. Venían unos que movían porro. Pero la mayoría de los que conocía eran pibitos del barrio, les vendía de a cuartitos. No movía en cantidad porque ésa la hacía el que me la vendía a mí. Nunca vendí más de cuatro o cinco juntas, cuando alguno se iba de vacaciones. Venían de todas las edades, desde pendejos de 14 en adelante. Pero tampoco muy grandes. Eran más que nada los pibes que salían a bardear un sábado a la noche, a ese nivel.
¿Sabés cuando vendía a full? Cuando tocaban los Redondos ese fin de semana, que tocaban, no sé, en Concordia, en Córdoba. Esos días movía a dos manos, igual que los fines de semana largos que la gente se iba afuera. Y en la época de las Fiestas, para fin de año, también. En las Fiestas no me daban respiro. Me venían a buscar ahí donde paraba. Me acuerdo de unas Fiestas que estuve tirando, que me iba a las 8 de la noche a sentarme ahí, y movía, movía, movía... Para nosotros, que éramos cinco o seis, ponía un cartón sin cobrarlo. Era así. También me ha pasado de perder cinco o seis cartones, de estar bardeado y los perdía.
Al principio eran todos conocidos, pero al tiempito ya se había pasado de boca en boca y venían de todas partes, porque yo tenía todos los días. Siempre. Yo no me explico cómo el que mueve se puede quedar sin... Yo cuando veía que me quedaban dos o tres cartones, compraba veinte más. No me quedaba nunca sin.

“TELENOCHE INVESTIGA”
En esa vuelta yo paseaba perros, y capaz que ya a la mañana salía con uno o dos cartones, por las dudas, por si venía alguien. Hacía toda la recorrida, estaba en la plaza. Y fui el primero que empezó a vender de a cuartos, cosa que nadie hacía. Y todos me decían que estaba re loco. Yo les decía: “Si no vendo cuartos, no la vendo, porque te quedan debiendo y no se lo cobrás más”.
Al mediodía comía en casa, y después de comer, a parar a lo del chino, a las dos o tres de la tarde capaz que ya estaba allá. Así es como no hacía un catzo en todo el día, fisuraba y quedaba ahí. Y así es como me agarréel vicio posta de tomar jamonazo, en esa época, porque había noches que tenía mucha plata. Yo agarraba todo el fajo y lo repartía entre los que estábamos ahí, porque si me paraba la cana tenía 200 o 300 pesos, y los demás no tenían nada. O dejaba el rollo de plata en un árbol, para no tenerla encima. Las pepas las tenía encima, te cagás de la risa, no pasa nada con las pepas.
Con la cana pasó de todo. Me los crucé varias veces después de tirar un cartón, y me cagué todo. Aparte ya me conocían. Cuando me paraban, me decían: “¿Qué hacés, cómo andás?”. Y ya sabían dónde parábamos, tenían nuestros documentos. No les queda nada en el aire porque desgraciadamente son unos perfectos hijos de puta. Yo entraba a mi casa y escuchaba una sirena y me comía que estaban esperándome en la puerta. Un bardo. Si tenía 25 o 50 pepas en mi casa, y estaba todo el día re loco, re duro y re peposo.
Pero yo dejé de mover no sólo cuando tuve la oportunidad de laburar sino porque un día vinieron unos pibes del barrio a decirme que la hagamos bien, tranquilos y que tengamos mucho cuidado porque les habían dicho que nos estaban marcando y nos habían sacado la foto, y al toque nos enteramos de que, siendo el auge de “Telenoche investiga”, los vecinos se juntaban, y la gente del barrio no es boluda. Se empezó a correr la bola de que habían llamado a “Telenoche”. Entonces nos empezamos a perseguir, empezamos a mirar más a quién le vendíamos. Ahí dejé de hacer la movida. Pero también era plata que no me servía para nada porque no aportaba en mi casa, no me podía comprar nada, porque mis viejos me iban a preguntar de dónde la sacaba. Me la deliraba, compraba merca, invitaba a los pibes a comer pizza, pagaba las birras, me iba a ver al equipo cuando jugaba en Córdoba, en Rosario. Hacía todo lo que no tenía que hacer. Pero no me enganché, la hice con la sabiola.

EL FUTURO
A mí la guita no me llama. Antes no me costaba un carajo ganarla, y así la gastaba. Me emborrachaba todos los días... Pero me di cuenta de que no me iba a conducir a ningún lado. Además, el alcohol es una de las cosas más denigrantes que hay. Tenía una cabeza de tarado y no me daba mucha cuenta de las cosas. Y se me pudría con mis viejos, estaba todo mal.
En ese momento no pensaba en el futuro, así que no sabía si lo iba a hacer toda la vida. En realidad vivía muy mal el presente. Y al toque que se empezó a rumorear eso de “Telenoche”, me di cuenta de que no iba más. También estaba separado de mi chica, y tenía más tiempo para romper las pelotas, para delirar. Es otra cosa. Creo que en ese momento –ahora me doy cuenta– no tenía la contención adecuada. Personalmente me pasó que cuando no estaba con el apoyo que necesitaba, más la bardeaba. Pero de eso me doy cuenta ahora.
Igual, como consumidor, sé que alguien la tiene que vender, de algún lado hay que sacarla, pero no voy a ser yo el que corra todos los riesgos. Lo mejor sería que se legalice pero, mientras, yo no la voy a vender. ¿Sabés cuánto sacaba por fin de semana en esa época? Llegué a sacar 500 pesos, lo que ahora no gano por mes laburando. Ahora gano 450 y me dan 4 pesos por día para la comida, todo en negro, por supuesto. Te dije que estoy de 8 a 8 de lunes a sábados, así que calculá...

Compartir: 

Twitter

 
NO
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.