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Jueves, 27 de febrero de 2014

YO LOS CONOZCO I

Acá hay Tongo

En el inédito El meconio de Tongo, Sebastián Velázquez (actual Las Uvas Estroboscópicas y ex Victoria Mil y Placer) hace la suya. Y muy bien.

 Por Santiago Rial Ungaro

El meconio es una sustancia viscosa y espesa de color verde oscuro a negro, compuesta por células muertas y secreciones del estómago e hígado, que reviste el intestino del recién nacido. Sebastián Velázquez, el hombre detrás del fascinante proyecto Tongo, espera el honor de limpiar esa primera defecación de su primogénito, Lorenzo Jesús Velázquez. “Tiene nombre de prócer, ¿no? Hace poco soñé que se iba a llamar Jesús, así que voy a ser padre de Jesús”, se deifica con un chop en la mano y con ánimo exultante por dos nacimientos: el de su primogénito prócer y el del primer disco de Tongo, mutante sónico aún inédito cuyo título será, justamente, El meconio de Tongo.

“Son muchos años de hacer música hasta sacar este disco”, ajusta este versátil y talentoso multiinstrumentista que confiesa que el año pasado tuvo que dejar de tocar el bajo en Placer porque era hora de concentrarse en lo suyo. “En un momento tocaba con Las Uvas Estroboscópicas –N. del R.: su otro proyecto actual, un grupo de canciones psicoactivas que también dará qué hablar en este 2014–, con Placer y con Travesti de invitado. Y con Tongo. Y al final me di cuenta de que tenía que dar un paso al costado con algo, aunque sean todos proyectos increíbles, porque no se puede hacer todo”, argumenta este metalúrgico que aprendió tanto de estas experiencias musicales como de los procesos químicos y alquímicos de su trabajo: su disco suena así, volcánico, explosivo, caótico y a la vez controlado, como un experimento de libertad artística.

A la mente viene Victoria Mil, una banda que también supo tener una veta experimental y en la que Sebita tocó siete años, entre 2003 y 2010. “Creo que en Victoria Mil éramos todos personalidades fuertes, y eso se nota por lo diferentes que son los proyectos que tenemos cada uno ahora.” En rigor, en realidad el disco de Tongo suena distinto... ¡a todo! Apoyado en buenos ritmos (además de tocar el bajo, Velázquez se da maña con la batería), la música de Tongo se nutre de la electrónica, del blues o de las canciones pero con un ánimo deconstructivista: ésta es música psicodélica, sí, pero detrás del caos hay una minuciosa y original composición. “Me han dicho que lo que hago tiene que ver con la música contemporánea, y la verdad es que sé que no es fácil entrar en la música de Tongo. No busco ser cool, no busco nada en verdad. Sale naturalmente. Y tampoco quiero emular a nadie.”

Velázquez habla de Amor con final, uno de los temas del disco, pero más allá de la sinceridad o la ironía, el tema lo lleva a cuestiones más amplias y profundas: “Hoy en día me interesa el matrimonio, ese amor en el que es mucho más importante la otra persona que lo que vos sentís. Lo más importante para mí siempre fue el respeto, como músico y como amante: y el respeto es lo que me gustaría también recibir. Quizá por eso es que elegí trabajar en este disco con Jerónimo Escajal, que también toca en el dúo Las Costas, y ahora con Leo Ramella (Emisor). Hay amistades que se forjan con los años y que tardan en darse porque capaz que no son buscadas. Con Floxon (Travesti, Las Uvas Estroboscópicas) se dio que vino a grabar en el disco de Tongo y ahí, con la emoción de compartir una cerveza y hacer música, surgió la idea de armar una banda juntos. Ayuda que los dos somos de –la localidad bonaerense– Mármol: el blues y el rock & roll los aprendí en Mármol, no en Adrogué”, dice marcando, y recuerda sus primeras fechas como batero de Pets Control, banda hip hop de cuando tenía 14 años.

Un disco así, desafiante desde su originalidad y desde su elegante caos, no sale de la noche a la mañana: “Mi viejo y mi vieja son músicos; mi mamá llegó a tocar con Los Chalchaleros. Mi hermano me compró un bajo a los 14 y ya a los 15 empecé a grabar como Tongo en portaestudio: grababa baterías, teclados, guitarras”. Poco después conoció a Julián della Paolera (ahora en OK Pirámides) y se sumó a Victoria Mil. No hay dudas de que todas sus experiencias musicales lo marcaron, pero también en un punto la música de Tongo, alegremente corrosiva, es una reacción a dinámicas y vicios del ambiente. “Cuando hacés algo verdaderamente personal siempre tiene algo nuevo. Nunca fui emo, pero me gustó siempre el blues. Las músicas buenas, los ritmos que llegan a tocar el corazón de las personas nacen de situaciones concretas, de ese sufrimiento, no de que un productor quiere poner guita para que hagas algo. Pensar que algo bueno puede salir porque un productor ponga guita es el cáncer de la música; la música se está muriendo por eso. En Tongo lo más copado es que no hay trampas.”

* Viernes 11 de abril en Auditorio Amphi, Potosí 4292. Desde las 20 con Abducidos. Las entradas se entregan a cambio de alimentos no perecederos.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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