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Jueves, 22 de mayo de 2003

ALFONSO BARBIERI-UNA CIMARRONA, EL EJE CORDOBA-ROSARIO

La voz del interior

Un solista que también es pintor y que tituló su disco “Música es supermercado”. Una banda-fanfarria con diez ejecutantes de instrumentos de viento y un baterista. A veces, desde Buenos Aires (desde lejos) no se ve. Entonces, es tiempo de descubrirlos.

 Por Martín Pérez


Un circo cualquiera, un corto humorístico en blanco y negro, y “Mala vida”, el tema –y el video– de Mano Negra. La música sencilla y la contundente presencia de Una Cimarrona, un grupo rosarino con una propuesta única, recuerda inmediatamente a las tres cosas. Pero también a muchas más. Para comenzar por algún lado, se trata de once músicos sonando al mismo tiempo. Pero con una particularidad: diez tocan instrumentos de viento y uno la batería. Una batería minúscula, portátil, y que es el motor de sus temas instrumentales, tocados con corazón y garra. Punks de arena circense, los once integrantes de ese objeto musical rosarino no identificado llamado Una Cimarrona son los creadores de una música con la que debería verse pasar todo el tiempo a los Keystone Cops, aquellos policías en blanco y negro del cine mudo, de cuyo carro sus integrantes caían y se subían una y otra vez.
“Una Cimarrona es una fanfarria. Es decir, un tipo de formación musical donde predominan los instrumentos de viento”, se puede leer en el texto oficial de presentación del grupo. Que, más adelante, revela la clave de su inexplicable seducción: “La fuerza de los vientos, sumada a la energía que se desprende del grupo incitan a bailar, no más sea meneando la cabeza o moviendo los pies en el lugar”. Ubicada bien al margen del circuito rocker de Rosario –Una Cimarrona toca sólo al aire libre y sin amplificación–, el grupo forma parte de la historia musical de Eduardo Pignola, cuya sinuosa carrera traza una historia paralela del rock rosarino durante la década del ‘90. “En un principio éramos como diecisiete personas, y resaltaban más las percusiones. Pero después fuimos depurándonos, hasta llegar a la formación actual.” El nombre lo propuso Julián, el saxo tenor, que señaló que así es como denominan en Costa Rica a esta clase de formación musical. “Pero también nos sedujo la definición del diccionario, que se refiere al animal doméstico que huye al campo y se hace montaraz. Porque nosotros somos un poco salvajes. Al menos en la idea de ir por ahí y tocar, sin tanto protocolo, y sin la dependencia de ninguna amplificación.”
Mezclando salsa, mambo, polca, reggae y funky, Una Cimarrona es una experiencia única. Un esqueleto que baila e invita a bailar. La clave está en la batería portátil, que suena a lata, pero que marca el ritmo de manera ejemplar, y empuja a los vientos. Y también en la actitud, algo que se percibe más en vivo que en el flamante EP que da entidad al grupo, pero cuyo contenido seduce e invita. Más allá de ocasionales shows en Villa Gesell, Buenos Aires o Córdoba –donde, en Semana Santa, terminaron tocando con Karamelo Santo–, el ámbito natural de Una Cimarrona es Rosario. En la esquina de Córdoba y Corrientes de la peatonal de Rosario, más precisamente. Allí tocan todos los sábados al mediodía. “Tal como sucedió en su momento con el Galpón Okupa, acá nos dan bola sólo cuando hablan de nosotros en Capital”, se lamenta Pignola, que ya le está dando forma a un nuevo grupo, llamado oRsai. Pero Una Cimarrona, como él bien lo subraya, es otra cosa.

Para conseguir el disco de Una Cimarrona, escribir a: [email protected].

Los viejos discos llevaban la frase en contratapa: “Disco es cultura”. En el disco debut de Alfonso Barbieri, se transforma en “Disco es supermercado”. De la cultura al supermercado, el personalísimo álbum debut como solista de Barbieri –un porteño de nacimiento afincado hace más de tres lustros en Córdoba– lleva por nombre Banda de sonido original de una película que nunca se filmó. “Ahora un disco es efectivamente un supermercado, con todos los dobles sentidos que se le quiera dar a la frase”, dice Barbieri desde Córdoba. “Pienso que, por un lado, no está mal que la cosa sea así. La cagada es que en el súper no venden pan casero.”
Tan casero como el pan casero, justamente, suena y luce el disco. Un álbum lleno de melodías para tararear a-lo-Nino Rota, canciones instrumentales llenas de “ideas imposibles, contradictorias y oxímoron” -tal como las definió su propio autor–, y en cuyo transcurso aparecen las voces de Liliana Felipe e Hilda Lizarazu.
Artista plástico además de músico, Alfonso Barbieri es hijo de una pareja de investigadores de la Academia Nacional de Bellas Artes, y junto a ellos vivió en España, Italia, Brasil, Corrientes, Entre Ríos, Salta y Jujuy antes de recalar en Córdoba, quince años atrás. Como acordeonista, pianista y compositor, formó parte durante la década del ‘90 del grupo independiente Los Rústicos del Viejo Sueño, que junto a Armando Flores protagonizaron verdaderos hitos de convocatoria del rock cordobés. “Los Rústicos nacieron de la improvisación y de ver como era eso de hacer un grupo de rock. Cuando empezamos, la mayoría no sabía tocar y en seis años sonábamos como los Clash”, recuerda hoy.
Antes que ser una continuidad de su pasado grupal, el álbum solista de Barbieri está mucho más vinculado con sus exposiciones de pintura, la última de las cuales fue una obra de cuadros, música y argumento que se llamó “Opera muda para 38 cuadros y orquesta”. Con la ayuda de Andrés Oddone –el gran referente de la escena electrónica cordobesa–, Barbieri compiló, corrigió, regrabó y produjo las cintas que había recopilado en su Tascam desde su salida de los Rústicos. El resultado es Banda de sonido original de una película que nunca se filmó, que tiene como voces invitadas –además de las de Felipe y Lizarazu– las del autor teatral Paco Giménez y la actriz Lorena Jiménez, hija de la Mona Jiménez. Además de su proyecto solista, Barbieri también forma parte de los grupos U Tembleque y Los Cocineros. El primero es una big band de músicos y actores, que homenajea los estereotipos del rock. Y el segundo es un trío más tradicional, con el que también llegó a grabar un álbum independiente. “Hacemos tangos, boleros y canciones latinoamericanas versionadas en ritmos como ska o reggae”, cuenta este músico que –más allá de lo que asegura el título de su debut como solista– nunca deja de rodar, pintar o grabar su propia película.

El disco de Alfonso Barbieri se consigue en Zival’s o La Trastienda. También escribiendo a [email protected]

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