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Jueves, 29 de mayo de 2014

FILHOS NUESTROS, EL SUB-SUPLEMENTO MUNDIALISTA (II)

La figura es el equipo

El entretenido libro colectivo de la redacción de Augol.com trae historias mínimas sobre las 32 selecciones mundialistas.

 Por Javier Aguirre


Y, de pronto, una revelación que al fútbol le llevará milenios admitir: que la pelota no es lo más importante. Sin los veintidós homo sapiens que la patean y los cientos de millones que la miran, la piensan, la duermen, la esconden, la pisan, la sacan al córner, la gozan y la sufren, la pelota no es más que un insulso bodoque esférico símil cuero, plastificado, relleno de... aire y cada vez más cubierto de logotipos. En la vastísima multiplicidad de productos premundialistas, mundialistas y posmundialistas que han llenado de centros el área de Brasil 2014, el flamante libro Un picado en el Maracaná destaca porque bien podría haber sido un ciclo de documentales, o de cortos, dedicado a las selecciones participantes en el Mundial brasileño. Es que esas miradas únicas, arbitrarias, como con lupa, propias de los documentalistas, resultan comparables con las que guían el libro: 32 capítulos, uno para cada seleccionado de los que estarán en Brasil, centrados en historias extrañas, terribles, tiernas, caprichosas o reflexivas pero, siempre, estrictamente vinculadas con la Copa del Mundo y su periferia social.

La figura es el equipo: se trata de una obra colectiva, elaborada por el plantel de periodistas de la revista deportiva online Augol.com (con Juan Lagares, Marcelo Máximo y Jorge O. Blanco capitaneando una treintena de firmas), que lleva al lector a muy diversas situaciones mundialistas, en el amplio sentido del término. El móvil desde la Selección de Italia narra la historia del equipo azzurro que viajó en barco a Brasil para el Mundial del ‘50 y perdió una infinidad de pelotas en el Atlántico. El de la concentración argentina arriesga que el Kun Agüero es a Lio Messi lo que Adolfo Bioy Casares a Jorge Luis Borges. El de la concentración suiza se detiene en el goleador que jugó con anteojos el Mundial ‘34. El enviado al bunker de Argelia hurga en el Zidane que no era Zinedine y que jugó en España ‘82 y México ‘86. Y no importa si es el pentacampeao Brasil o el debutante Bosnia: para Un picado en el Maracaná, en el pasado futbolero de todas las selecciones hay buena pesca.

Indie pero lujoso, el libro estructura sus historias rigurosamente, según el sorteo del inminente Mundial. Empieza con el Grupo A y los cuatro capítulos dedicados a sus integrantes (Brasil, Croacia, México, Camerún), sigue por los del Grupo B, los del C y así. Sin embargo, a no ingerir el amague: a pesar del rigor FIFA de la estructura, está claro que las historias trascienden el Mundial y que el 13 de julio, cuando la final ya haya terminado y todos –menos unos– lloren, el picado en el Maracaná se va a seguir jugando. Y leyendo.

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