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Jueves, 8 de enero de 2015

LA BIBLIA, EL CALEFóN Y EL LáPIZ óPTICO

Algoritmo y sustancia

Gabriel Rud empezó haciendo fotos situacionistas de videojuegos y siguió con ilustraciones bíblicas y tapas para discos de pop sofisticado.

 Por Santiago Rial Ungaro

“Veintiséis intentos fallidos preceden la génesis de nuestro Universo. El mundo del hombre surgió del caldo caótico de restos anteriores, por eso Dios al crearlo exclamó: ‘Con tal que aguante’ (‘Halway Shéyaamod’, en hebreo).” La cita del fisicoquímico ruso Illya Prigogine (Premio Nobel en 1977) lleva directamente a las obras digitales de Gabriel Rud: enigmáticas, inquietantes, amistosas u ominosas, las estructuras espectrales que salen de las visiones y el imaginario de este artista parecen haber sido hechas con escombros digitales, con esa basura informática que año tras año va dejando una ley que reemplazó hace años a la Mosaica: la Ley de la Obsolescencia de los Productos.

“Siempre, desde muy chico, me interesó poner en una pantalla algo hecho por mí. Está todo bien con pintar un cuadro, y me sigue encantando ese mundo, pero siempre me motivó poder poner una imagen mía en una pantalla”, dice Rud, que sabe que su herramienta es la tableta digitalizadora Wacom.

Claro que poner una imagen en una pantalla no es fácil: “Al principio todo lo que hacía me parecía una basura. El video es algo que está muy lejos de darte satisfacción instantánea: sentía que si hacía un muñeco 3D o una animación, no llegaba al corazón de nadie. Aún me genera mucha angustia el soporte, sigo sintiendo que es muy difícil que el resultado de un video emocione”.

Con sus concavidades, convexidades, subdivisiones y teleseados (operaciones matemáticas manipuladas mediante programas de modelado tridimensional), más que paisajes de un imaginario tecnocrático, las imágenes de Rud tienen algo telúrico, misterioso y orgánico, que lo emparienta con la ciencia ficción. Y también con Daniel Melero, otro explorador y eternauta de los márgenes más metafísicos de los arrabales tecnológicos. Además de haber hecho la tapa del disco Disritmia (especie de ser discográfico indescriptible y amorfo) en 2013, Gabriel es iluminador oficial de la banda de Melero y videasta de temazos como Supernatural.

“En un momento empecé a trabajar con esos monstruos que, incluso, dejaron de tener rastros antropomórficos. Tenía un montón de experimentos hechos por la mitad que nunca cobraban entidad: antes de empezar a trabajar con él, nunca había hecho una muestra”, cuenta Rud, que en los últimos años viene haciendo tapas sofisticadas para grupos ídem del under metropolitano.

El arte digital no es nuevo y de hecho hay muchos premios (de hecho Rud ya ganó alguno) y muchísima producción, pero también se lo subestima mucho: “Hay una animosidad muy fuerte hacia lo nuevo, un sentimiento como de bronca o amenaza”. Por cierto, algunas de sus obras (que parecen provenientes de culturas ancestrales o quizás extraplanetarias) resultan inquietantes, pero también atractivas. Como un demiurgo que construye universos, Rud tiene cierta megalomanía que contrasta con su humildad: durante tres años estuvo dibujando a diario un versículo bíblico (http://bibliailustrada.org/), hizo el programa de radio experimental El monte análogo junto al poeta Nicolás Domínguez Bedini, y sabe que ahora muchos lo conocen por su colaboración con Melero. “Todo el mundo habla de su generosidad, pero a mí lo que me fascina es que es un altruismo muy funcional también para él; yo terminé haciendo cosas para él por arruinarle una página suya; ni conocía mi obra y me pidió como indemnización que trabajara para él.”

De ahí salió el vínculo para hacer el trabajo de la tapa con UN, el interesante proyecto del músico y productor Miguel Castro (ex Victoria Mil, La Nueva Flor) cuya tapa marca la diferencia. Rud cuenta que la portada fue hecha con un algoritmo que empieza a generar fractales onda Mandelbroit (matemático polaco conocido por sus aportes a la geometría fractal) pero que, entre los dos polos del arte digital actual (uno más paramétrico en el que, regulando una serie de variables, se generan formas fractales; y otro en la que se trata de modelar “como si fuera una arcilla virtual”), prefiere la segunda opción: “Uso el lápiz óptico, que es como un mouse que funciona como lapicera. Y es raro, porque estás tratando de modelar algo en 3D, pero igual conserva un trazo, algo gestual”.

Desde que empezó a trabajar con nuevas tecnologías, dice, siempre se interesó en el ruido, el costado no predecible. Una de las primeras obras que hizo fue con fotos de videojuegos: hacía tomas en las que nunca se hacían las cosas que se tenían que hacer. “Años después me enteré de la Machinime (término inglés que mezcla el término máquina y cinema) y de que hasta hay festivales de videojuegos (como el New York Machinime Film), pero creo que tienen un enfoque más humorístico. A mí lo que me fascinaba era la idea de que fuera una jugada existencialista o situacionista de un videojuego.”

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