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Jueves, 20 de noviembre de 2003

VIEJOS-NUEVOS SUPERHEROES, EN EL SIGLO XXI

Travestidos

Hay un nuevo look para Tarzan, Superman, Batman y el Hombre Araña. Ahora se visten “apretadito”, lucen frente a cámara como si fueran modelos y la van de misteriosos. Para ellos, el look parece lo único que importa.

 Por Julián Gorodischer


La cintura de avispa marca el inicio de una piernas muy largas. Viste calzas o pantalones Oxford. La remera es de mangas hasta la axila, ideal para el cuerpo fibroso. Cuando se asoma el romance, él rompe corazones y después dice que “no”. Está privado de sentir o gozar. Pero que nadie le quite el “estar lookeado”, esa pasión por combinar la camperita y el pantalón como recién salidos de la feria americana. El nuevo Hombre Araña, de MTV, rinde culto al fashion: nada de mameluco azul y rojo con telaraña: lo que viene es un neoprene finito que le resalta más los músculos y la cola. Y para andar por el campus, nada mejor que la musculosa a tono con el calzoncillo semisalido del pantalón. A él es imposible pensarlo natural-natural, sin rutina de gimnasio. Con ustedes, pues, el primer “metrosexual” de los dibujos animados: lo suyo es la consideración del look ante todo, pero no dirigido a la conquista (¡no sale con mujeres!). Lo único que cuenta es el aspecto, pero para mostrarse por el campus (la universidad reemplaza a las calles) como un pavo real. En el nuevo universo de aulas y caminitos –ya no callejones sin salida, ni rascacielos–, el villano no es el gran destructor urbano sino la fan que se le está insinuando de más. Habrá que calzarse el disfraz, pues, y “ponerla en vereda”.
Mono patovica. El guionista de estos nuevos superhéores es un ser impune. Ha caído la última frontera: esa que atribuía cierto respeto a la jerarquía del ídolo de la niñez. ¡Esto es cualquier cosa! Al nuevo Tarzán, que se ve en el canal Warner, lo hicieron abandonar la selva para corretear bandidos negros por el Central Park de Nueva York. Es un ciudadano más, pero cada tanto le da por treparse a un árbol o ponerse a dar saltitos en el lugar. Es rubio, con sonrisa y expresión angelical a los veintilargos, y cuando intercepta al mulato lo hace al grito de “uhhh”. Se le sale el mono, aunque viva en la ciudad, hable perfecto el inglés y sea de familia rica. A Tarzán lo moldearon como a un stripper de discoteca, un patovica de músculos mucho más trabajados que el Hombre Araña; no un fibroso sino un orangután de los que cargan hasta 50 kilos en la pesa y después se ponen medio verdes cuando la levantan. Pero no es un “más que humano”: podría haber salido del gimnasio de la otra cuadra. Le plancharon (se nota) una melena parejita de un tono rubio muy claro. Su conversión en superhéroe urbano no lo favorece: anda medio desarropado por la calle, y después se saca todo y se queda en sunga cuando la luna llena lo vuelve “loquito”. El está siempre alzado, y aprovecha todo momento para mostrar el físico. Anda dando vueltas por la casa de ¡Juana! (una Jane hecha yuppie), pero antes del beso (él tampoco sale con mujeres) tiene que escapar a seguir “el llamado” que no es de la selva sino del parque donde espera el peligro mayor: un ladrón de carteras.
Bebote sureño. Es una mezcla perfecta de Brandon, de “Beverly Hills 90210”, con Pablito de “Rebelde Way”: ¡no asusta a nadie! El Superman joven de “Smalville”, por Warner también, anda con camisa escocesa y levemente despeinado; cultiva el aire pueblerino, de familia tradicional. El nuevo héroe es uno del montón: de rasgos olvidables, nada que ver con la singularidad de sus precursores. También renunció a sentir, y la novedosa Luisa Lane (convertida en Lana) le reclama más atención. “No puedo, te estoy cuidando”, dirá él su excusa de rutina, y saldrá a entrenar sus poderes. El Superman barrial tiene un “otro yo” adentro, se debate entre el bien y el mal, tiene algo que quiere salir pero no puede, algo que quiere contar pero no sabe cómo y, como si fuera poco, una necesidad de quedarse en cueros cuando se enoja. Clark circula por el pueblito con su doble vida a cuestas: de día es el santurrón de la camisa y el jopo, el de los ojos azules; de noche el que se desviste en el basural y se pone a gritar (pero no se entiende bien qué dice). Como el Tarzán posmo, se desvive por mostrar el físico, que –con ese extrañosímbolo rojo que le aparece en el pecho– luce a la última moda de la onda sadomaso: el “tattoo” marcado a fuego.
Chico darkie. Bruno Díaz, en Warner, se ha vuelto un viejo verde que, harto de las sospechas sobre su sexualidad, adoptó un jovencito de buen físico que le hace las veces de “Batman del futuro” pero, eso sí, dirigido por un parlante y controlado por un monitor. El chico cultiva, otra vez, el “apretadito”: envuelto en un látex totalmente negro, él quiso, sin embargo, agregar algún signo de individualidad: el cinturón de tachas, bien alla Bond Street, y el símbolo rojo sobre el pecho: un murciélago pequeño. Si el viejo verde antes entrenaba a un ayudante (Robin), ahora hace lo propio con el sucesor pero no contiene el nervio: “No vuelvas a hacer eso”, lo reta, como un entrenador germano. El Batman niño, a cambio, corretea por ahí, pero cae muy fácil: “Ay”, grita cuando lo está por vencer la mancha negra (un villano informe), pero allí cerca está el viejo Bruno para rescatarlo y pedir, luego, su compensación. Con total impunidad, viejo, canoso, un poco gordo y con bastón le anuncia el premio: “Este día te lo dedico”.

Horarios: “El Hombre Araña”, por MTV (lunes a las 16.30 y 22; viernes a las 17; sábado a las 18 y domingos a las 22). “Smalville”, por Warner (martes a las 21; miércoles a las 14; sábado a las 19). “Tarzán”, por Warner (martes a las 22; sábado a las 20). “Batman del futuro”, por Warner (de lunes a viernes a las 7).

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