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Domingo, 2 de junio de 2002

VALE DECIR

¿ET come hamburguesas?
Diario Popular se hizo eco la semana pasada de la noticia más candente del sector agrícola pampeano: “Quieren saber si los ovnis matan vacas” era el título. Y la nota cumplía con creces lo que prometía. Al parecer, el Centro de Estudios que investiga el fenómeno OVNI en la provincia comenzó un trabajo de campo para establecer si la extraña muerte de más de veinte animales en el oeste de Buenos Aires y el sudeste pampeano tiene alguna relación con la aparición de extraterrestres. Los cuerpos de las bestias, según se consigna, “no tenían rastros de sangre, presentaban heridas cortantes muy bien definidas y hasta les faltaban algunas vísceras”. Como si estos elementos no fueran estímulo suficiente para los devotos de lo paranormal, los pobladores de la zona aseguran que durante las jornadas en que aparecieron los cadáveres se observaron por la noche “luces extrañas”. Al parecer, los ET se resisten a los sustitutos de soja.

Sopita y a la cama x
Tal vez lo mejor sea convocar a los niños australianos como acá y en otras partes del mundo se llama a los infantes para que bauticen a los animalitos nuevos del zoológico. En este caso, lo que necesita un urgente cambio de nombre es una banda que, después de una temporada acéfala, volvió a las giras y hasta se tomó la molestia de pasar por la Argentina del dólar alto unas semanas atrás. Se trata de INXS, pero sólo en teoría, a juzgar por las palabras de su nuevo cantante, Jon Stevens (reemplazante del suicidado Michael Hutchence) en su reciente entrevista con la revista Gente: “Mi su función es curar la banda con frescura, por eso estamos lejos de la locura y los excesos. Salimos poco de noche; sólo cuando estamos de gira”. ¿Lejos de los excesos, una banda llamada INXS (in-excess)?

y el pibe sigue bailando
En medio de esta ola de secuestros, secuestros express y autosecuestros, ha circulado en los últimos días una historia que, de no ser cierta, merece la gloria de las leyendas urbanas y los cuentos del tío. La cosa es así: una miniorganización perfectamente organizada planta una falsa promotora en la puerta de la matiné de algún boliche de la Costanera. A medida que los chicos van llegando, les ofrece participar de un sorteo por un viaje a algún lado, para lo que necesitan anotar algunos datos personales, como nombre, dirección, número de documento y teléfono. Habiéndose alzado con un abanico de posibilidades, la falsa promotora deja a los críos entrando felices al boliche y entrega a sus cómplices los datos de las potenciales víctimas. Ahí mismo eligen a uno y llaman a la casa para darles a los desconcertados padres la noticia de que su hijo -de tal nombre, con tal documento, que vive en tal lado y que tiene puesta tal cosa– ha sido secuestrado. En menos de tres horas se organiza el pago del rescate. Y al rato, el chico vuelve del boliche como si nada.

La casa de la moneda
El euro no para de generar nuevos negocios. En todo el Viejo Continente, los billetes y monedas retirados de circulación suman alrededor de 22 mil millones de dólares ya devueltos a sus respectivos bancos centrales, pero ya empiezan a aparecer muestras de la capacidad europea para sacarle el jugo hasta a un billete que no sirve. El papel reciclado de los francos belgas, por ejemplo, se transforma en anotadores y mousepads. Las pesetas españolas son embarcadas rumbo a Corea del Sur, donde se transforman en moneda coreana. Y los marcos alemanes se incineran para producir metano. Las monedas metálicas se revelaron como un material ideal para la creación de nuevos productos; de hecho, alguien con mucho tiempo libre ya estuvo calculando que con unas 350 mil toneladas de monedas podrían fabricarse unas 48 torres Eiffel. Y este tonelaje no es arbitrario: ésa es la cantidad de monedas francesas que están siendo fundidas para su venta a fabricantes de cañerías, quienes las convertirán en aislantes. El cobre de las pesetas, por su parte, ya conoce una nueva vida en la forma de turbinas para catamaranes. Así que será cuestión de ir viendo qué se puede fabricar con un patacón rechazado.

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