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Domingo, 20 de enero de 2008

VALE DECIR

La del mono

Lo intentó, nadie va a decir que no. Cuántos querrían que sus adoradas mascotas fueran reconocidas por lo menos a la par que sus vecinos humanos (y tratándose de algunos vecinos, cuántos querrían que sus perros o gatos fueran reconocidos como superiores). Pero no, la ley del hombre no ha evolucionado tanto. Con esa limitación infranqueable se topó la ciudadana austríaca (aunque inglesa de origen) Paula Stibbe cuando intentó que las autoridades del país en el que vive le dieran estatuto de persona a su querido chimpancé Hiasl. Esto tiene su historia: la casa para animales en la que vivía quebró y cerró, pero el simpático mono recibió un dinero destinado a salvaguardar su futuro. Paula inició inmediatamente acciones legales para asegurarse de quedar a cargo del animal, no por su dinero, sino garantizarle ella misma los mismos derechos que a una persona. Según Stibbe, el chimpancecito es un pequeño humano peludito: le encanta ver televisión, jugar y es muy afectuoso, “como los nenes, y gesticula cuando quiere algo”, dice la mujer. Pero la Suprema Corte de Justicia de Austria decidió que un chimpancé no puede ser considerado humano ante los ojos de la ley; esto a pesar de que algún que otro grupo de militancia por los animales argumentó que los chimpancés comparten un 99,4 por ciento de su ADN con los seres humanos. Stibbe insiste: “Cualquiera que pase algo de tiempo con él se da cuenta de que debería ser tratado como una persona, sin vueltas”.

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