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Domingo, 31 de diciembre de 2006

PáGINA 3

Siempre es necesario morir

 Por Fernando Peña

La muerte de Lágrima Ríos me apena, por supuesto, por la muerte de Lágrima Ríos, pero más me apena por saber que vivo en un país que no cuida sus cosas. Y cuando hablo de un país, hablo del país del Río de la Plata. Me acuerdo de que cuando era muy chiquito, mi papá dijo un día acerca de las autopistas que estaba construyendo el intendente Cacciatore: “Las van a hacer como el culo y después no las van a poder mantener”. Y es cierto: en este país no se mantiene absolutamente nada, ni siquiera la admiración y el cariño no sólo por los artistas sino diría casi por nadie. Tengo ganas de decir a todo medio que me llama: Ahora jódanse, se murió y yo les avisé que se iba a morir. Pero por honor y amor a Lágrima estoy escribiendo esto en este diario. Y además porque fue el único que advirtió, y por eso no pasamos inadvertidos, que estábamos haciendo un espectáculo en el año 2001. Se llamaba La Lágrima de la Mega y es uno de los motivos por los cuales mi vida tuvo un poquito más de sentido.

Nací en el Uruguay y escuchaba los candombes de Lágrima sin saber que era ella. Ya más grande la quise rastrear y hacerle conocer el mundo: la rastreé y la encontré sentada en una parrillita junto con Paco, el amor de su vida.

Tenía mucho miedo de acercarme, y sin embargo me acerqué. Le propuse venir a Buenos Aires a hacer unos espectáculos conmigo y le pregunté a dónde se la podía ver cantar. Me contestó: “Aquí mismo, m’hijo, en una horita canto”. Eramos apenas 6 o 7 mesas en esa parrilla, y a la horita Lágrima se presentó solita parada con un micrófono y un vestido de luces; era domingo, a las 11 de la noche. La parrilla quedaba atrás del Parque Rodó de Montevideo. Lágrima cantó para las seis mesitas como si estuviera en el teatro Solís, con un tamboril y una guitarra que la acompañaban. Yo no hubiera podido hacerlo y lo digo sinceramente. Lágrima era más que artista. Por eso quizás en vez de Lágrima Ríos yo la llamaría Río de Lágrimas. Candombeá, cagate de risa, mamate y escupinos desde arriba.

Te quiero mucho.

Fernando.

p.s.: Esperame con un tamboril.

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Imagen: Bernardino Ávila
 
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