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Domingo, 31 de diciembre de 2006

Lo que sé

 Por James Brown

Siempre traté de hacerle saber a la gente que no quiero que me den nada, sólo ábranme la puerta y si no me lo gano, no me lo gano. Si me convierto en un vago, entonces déjenme convertirme en un vago por mi propia elección. Y entonces no me etiqueten como un negro vago, déjenme ser tan sólo un vago. Eso es orgullo.

Por eso “No quiero que nadie me dé nada (abrime la puerta, yo mismo lo tomo)” es una canción que permanece. Porque todavía hay muchas cosas que están negadas a los negros, los hispanos y las mujeres. Muchos creen que están dentro en el sistema, pero no. Cuando un chico afroamericano de 9 o 10 años pueda levantarse y decir: “Mamá, creo que voy a estudiar mucho porque quiero ser presidente”, y tenga una oportunidad de ser presidente, entonces tendremos Norteamérica.

De todos los álbumes en vivo que hice en el Apollo, mi favorito sería el primero, En vivo en el Apollo. Me dijeron que no podía hacerse. 1962. Octubre. Le pregunté a la compañía discográfica si me dejaban hacerlo. Y no querían y no me dieron un peso para hacerlo. Tuve que pagarlo yo. Así que saqué 5700 dólares de mi cuenta y pagué por el álbum. Hoy costaría un millón de dólares. Y ahora es el disco en vivo número uno del mundo. Insisto: no quiero que nadie me dé nada. Abranme la puerta, y yo lo consigo.

De todos los artistas que han sampleado mi música, y que la han usado para inspirarse, quienes han hecho el mejor trabajo son aquellos que me pagan. Y muchos de ellos no me pagaron, pero no me importa, los vamos a agarrar. Porque eso es todo lo que tengo para vender: mis canciones.

En los ‘60 el sistema no nos quería dejar entrar... Con la canción “Sex Machine” tuvimos muchos problemas. Y vendimos un millón y medio de copias. Pensaban que el título “Sex” conducía a otro lugar. Pero no era sobre eso. No es una canción sobre sexo. Es una canción sobre un tipo demasiado tímido para bailar. Un tipo y una chica estaban sentados en un club, y todos estaban bailando, y el gato cantaba: “¡Arriba! Me siento como si fuera una máquina sexual!”. Decía: “Me gusta tal como es. Tengo lo mío y no me preocupo por lo de él”. ¿Qué hay mejor que eso? Es imposible superarlo. Ese disco es tan limpio. Estaban preocupados por el título. Cada vez que veo las palabras “Sex Machine”, me recuerda a una caja registradora abriéndose. Esa canción abrió más cajas registradoras que la mayoría de las canciones que conozco.

Un hombre que tiene cabello y dientes, lo tiene todo.

Soy muy modesto. Me he vuelto más modesto a medida que he envejecido.

He hecho algunas de las cosas de las que me acusan y lo admito, no estuvo muy bien.

Si no hubiera empezado rodeado de prostitutas, hubiera sido peor. Porque no hubiera conocido esa vida. Imagínense a un hombre que no sabe nada de ese mundo, y al que eligen gobernador. ¿Cómo le va a decir a una prostituta que puede seguir otra dirección?

Si no le permitís a un hombre que tenga una educación, no lo metas en la cárcel por ser un tonto. Eso es lo que me hicieron a mí en Augusta, a los 15.

La cárcel es uno de los lugares en los que tuve que estar. Como Jesucristo. Fui a la cárcel, y gracias a Dios por ello, porque descansé.

Podría haber sido un beisbolista profesional, pero la canción y el entretenimiento hacía que las damas gritaran y yo me olvidaba de todo lo demás.

Tengo unos dientes asombrosos. Sí, los compré todos.

Yo inicié el rap. Así que, ¿cómo podría sumarme a algo que yo inicié?

¿Cuál fue el momento menos feliz de mi vida? Bueno, tras la muerte del doctor King. Tras la muerte de Robert Kennedy. Con las guerras que están sucediendo, con la gente que pierde la vida. No quiero defender la política, pero me gustaría defender sus vidas. Sus vidas están más allá de la política. Los chicos más jóvenes son destruidos por bombas y cosas que no tienen por qué ocurrir. Afganistán, Irak y en nuestra propia calle. Porque los chicos no tienen adónde ir.

La única palabra de cuatro letras debería ser “amor”. Y, tal vez, “rezo”.

Soy un viejo, lo único que puedo hacer es amar a todo el mundo.

Cuando me subo al escenario, me siento como cuando tenía 25 años. Pero cuando termino puede ser que me caiga. Me aseguro de que todos la pasen de maravilla. No hay problemas esta noche. Puede llegar a haber algunos problemas mañana al salir de la cama.

Sólo quiero ser recordado como el doctor Martin Luther King: un hombre que quiere ayudar a alguien.

La mayor sensación es la de Dios levantándome, a los 73 años de edad, y permitiéndome tocar.

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