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Domingo, 6 de junio de 2004

CINE

El ojo crítico

Desde hace casi 40 años, surfeando entre dictaduras militares, el brasileño
Joao Batista de Andrade –pionero del documental en primera persona que hoy es moda en el mundo– viene infiltrando la TV comercial de su país con películas de investigación que muestran todo lo que los medios callan o disfrazan. El ciclo que empieza mañana en el Rojas permitirá acercarse a la obra, el método y el pensamiento de un cineasta latinoamericano insoslayable.

POR HORACIO BERNADES

“¿Qué es lo que se propone con esta película? ¿Qué quiere demostrar?”, repregunta con evidente molestia un hombre al que la cámara y el micrófono tienen como contra las cuerdas. Zorro viejo, el entrevistado acaba de comprender que está por pasar a la categoría de inculpado y no le gusta nada. Inculpado por la cámara, el micrófono, las preguntas del entrevistador, pero sobre todo por la fragilidad y escasa consistencia de su intento de autojustificación. Septuagenario fiscal del Estado a quien un subordinado acaba de presentar como una legendaria eminencia en lo suyo, el hombre no sabe cómo explicar que tiempo atrás dio crédito al testimonio de un acusado, aun luego de comprobar que fueron las torturas policiales las que lo llevaron a autoincriminarse. Al cerrarse la escena, al espectador le quedará claro que hubo gato encerrado en ese caso, uno de los más resonantes de la historia de la crónica roja de Brasil.
La escena es de El caso Mateucci, y parece casi la aplicación práctica del credo que sostiene desde hace varias décadas el trabajo de uno de los mayores documentalistas brasileños, Joao Batista de Andrade, cuya obra está a punto de develarse para el público porteño. “Como documentalista siempre actué como quien se arroja en medio de lo desconocido para buscar alguna revelación. La película es siempre el resultado de ese desafío, donde yo parezco saber tanto del mundo y nada del asunto que estoy filmando. Un documental es siempre un combate directo entre el documentalista y el objeto de su película, entre el documentalista y la realidad filmada.” Basta ver El caso Mateucci o cualquier otro de sus documentales (en los que, de modo característico, Batista de Andrade aparece en cuadro, empuñando cámara o micrófono) para comprender que el director –algunos de cuyos combates contra lo real están considerados entre lo mejor que el cine brasileño haya emprendido jamás en ese terreno– no es de los que dicen una cosa y hacen otra.
Gracias al departamento de Cine y Video del Centro Cultural Ricardo Rojas y al Centro de Estudos Brasileiros, a partir de mañana la obra de Joao Batista de Andrade dejará de ser un secreto en la Argentina. Durante cuatro jornadas se podrá ver en el Rojas, con entrada libre y gratuita, buena parte de la obra de este cineasta nacido en el estado de Minas Gerais en diciembre de 1939. Y a partir del lunes 14 se lo podrá conocer en persona, ya que Batista de Andrade bajará hasta Buenos Aires para dictar un seminario sobre el documental brasileño y sus propias experiencias en ese terreno. El ciclo incluye algunas de sus obras mayores como Caso Norte y Wilsinho Galiléia (mañana a las 21), ¡Huelga! (el martes) o la citada El caso Mateucci (el jueves, siempre en el mismo horario), así como uno de sus opus más recientes, Vida de artista: José Inácio, Santeiro, que se proyectará el sábado 12.

JBA, PCB TV
Militante del Partido Comunista Brasileño durante el período más caliente de la dictadura militar (1964/1982), Joao Batista de Andrade se las ingenió para que persecuciones, censuras y prohibiciones no detuvieran su trabajo. Desde mediados de los sesenta hasta hoy, el hombre prácticamente no supo de pausas. Debutó en 1967, y desde ese momento lleva realizadas –entre cortos, medios y largometrajes– varias decenas de documentales. A ese de por sí imponente cuerpo de obra habría que sumar la buena cantidad de films de ficción a los que dedicó casi toda la década del noventa, y que muy recientemente fueron desplazados por la veta que constituye el corazón de su filmografía.
Curiosamente, JBA consumó buena parte de su obra (incluidos algunos de los documentales canónicos) en el que a primera vista parece el territorio más hostil de todos: la televisión. Y no en la televisión marginal sino en ese gigante hipertrófico llamado TV Globo, conocido en la Argentina sobre todo por sus telenovelas y culebrones. Entre 1974 y 1978, cuando elgobierno de los generales estaba en pleno apogeo, JBA estuvo a cargo del área de Reportajes Especiales de esa cadena, cuyos contactos con el gobierno no eran pocos. Decidido a mostrar imágenes del Brasil real cuando todo parecía reducirse al corso del confeti oficial, JBA no sólo comandó la labor de un equipo de documentalistas que envidiaría cualquier televisión (los eminentes Eduardo Coutinho y Walter Lima Jr. entre ellos) sino que produjo –sobre todo para el resonante programa Globo Reporter– algunas de sus obras mayores, que siempre encaró con técnica y ética cinematográficas.

OPERA DO MALANDRO
Entre los documentales que JBA filmó para Globo Reporter figura Wilsinho Galiléia, investigación de la vida y muerte de un malandro que a mediados de los setenta llegó a convertirse en algo así como el enemigo número uno para la prensa paulista. Convencido de que la opinión pública tiende a ver como casos policiales lo que en rigor no es sino la expresión de lacras sociales, y animado siempre por esa voluntad de revelación que está en la base de su cine, JBA emprende en su film lo que la prensa renunció a hacer: investigar quién era en verdad ese temible asesino múltiple, cuáles su origen y el medio en que se movía, qué clase de circunstancias lo llevaron a robar y matar, cómo reflejaron los medios su trayecto y, sobre todo, en qué consistió realmente ese presunto “enfrentamiento” con la policía donde Wilsinho perdió la vida justo el día de su cumpleaños número 18.
El resultado es un devastador estudio “en vivo” de la miseria y la violencia social brasileñas (y, por extensión, latinoamericanas), donde JBA combina las más crudas entrevistas de campo con reconstrucciones representadas por actores. Anticipando lo que Abbas Kiarostami haría unos cuantos años más tarde, cada actor se presenta, dice su verdadero nombre y el del personaje real al que encarna y luego, arma en mano, ingresa a la escena. Lo que Batista de Andrade también anticipa es la tendencia que domina actualmente el género documental, que prioriza la intervención del cuerpo del cineasta en la investigación, narrando en primera persona e incorporando los instrumentos de representación (cámara y equipos) a lo filmado: la aplicación perfecta de la idea andradeana según la cual todo documental narra no la realidad en sí (que JBA califica de mero “fetiche”) sino el enfrentamiento que el documentalista libra con ella.
A JBA le gusta encarar ese enfrentamiento en crudo, sin demasiada investigación previa, guión ni ideas muy formadas, y sobre todo sin tamizarlo con el distanciador relato en off que constituye uno de los mayores lastres del género, esa “literatura que termina transformando la realidad en aventura inocua” (Andrade dixit). Así, tanto Wilsinho Galiléia como sus mejores documentales (Caso Norte y El caso Mateucci, para citar dos que se podrán ver en el Rojas) se constituyen en muestras de cine directo, deconstrucciones sistemáticas de la clase de verdad que los medios construyen, tensiones que el cine entabla con esa materia rugosa, confusa y problemática a la que damos el nombre de realidad.
Como era de esperar, Wilsihno Galiléia fue prohibida por la dictadura militar brasileña y jamás emitida por televisión, y recién tuvo su “estreno” a toda orquesta, con enorme repercusión, cinco lustros después de filmada, un par de temporadas atrás. Quien la vea mañana en Buenos Aires podrá comprobar hasta qué punto parece haber sido filmada ayer, y en qué sorprendente medida habla de nosotros hoy, de nosotros aquí.

El ciclo Los films de Joao Batista de Andrade tendrá lugar en el Centro Rojas (Corrientes 2038) mañana, el martes 8, jueves 10 y sábado 12 de junio a las 21. Del lunes 14 al miércoles 16 a las 19, el realizador dictará un seminario también en el Rojas. Todas las actividades se llevarán a cabo en la sala Batato Barea, con entrada libre y gratuita.

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