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Domingo, 11 de julio de 2004

NOTA DE TAPA

10 rounds contra Moore

El estreno de Fahrenheit 9/11, el documental de Michael Moore sobre los atentados del 11 de septiembre que dispara abiertamente contra Bush, ha desatado una polémica de proporciones. Por un lado, ganó la Palma de Oro en Cannes, ha devuelto la política al centro de la escena norteamericana en un año de elecciones presidenciales, enfrenta a lo peor de la derecha y es un éxito en medio mundo. Por otra parte, la crítica le ha caído encima como nunca: lo acusan de frívolo, populista y manipulador. A días de su estreno en la Argentina, Radar reproduce partes de la virulenta nota del inglés Christopher Hitchens y de la defensa del neoyorquino Village Voice. Además: un mapa de la nueva generación de documentalistas que vienen detrás.

Por Christopher Hitchens

1. Con Fahrenheit 9/11 de Michael Moore se ha tocado una nota completamente nueva. Describir a esta película como deshonesta y demagógica sería casi como promover esos términos a cierto nivel de respetabilidad. Describir esta película como una mierda sería correr el riesgo de entrar a un nivel de discurso que nunca abandonaría lo grosero. Describirla como un ejercicio fácil para complacer a una audiencia sería demasiado obvio. Fahrenheit 9/11 es un siniestro ejercicio de frivolidad moral, crudamente disfrazada de ejercicio de seriedad.

2. A fines de 2002, casi un año después del ataque de Al-Qaida, tuve un debate con Michael Moore en el Festival de Cine de Telluride. Allí afirmó que Osama bin Laden debía ser considerado inocente hasta que se demostrara lo contrario. Esta era, dijo, la manera norteamericana de hacer las cosas. La intervención en Afganistán, sostuvo, había sido en ese punto injustificada. Algo –no puedo adivinar qué, porque entonces sabíamos tanto como sabemos hoy– ha persuadido a Michael Moore de que Osama bin Laden es muy culpable. De hecho, Osama es de repente tan culpable y tan todopoderoso que cualquier otra discusión sobre cualquier otro tópico es una peligrosa “distracción” en la lucha contra él. Creo comprender la conveniencia de esta reciente conversión.

3. Ahora sabemos que los partidos de la izquierda secular afgana –como los partidos de la izquierda secular iraquí– apoyan vigorosamente el cambio de régimen. Pero ésta no es la suerte de ironía en la que Moore decide lidiar. Prefiere el sarcasmo y, de hecho, no debe notar la diferencia. En una larga y paranoica y tediosa secuencia al comienzo de la película, hace pesados innuendos sobre los vuelos que sacaron a miembros de la familia Bin Laden fuera del país después del 11 de septiembre. Yo mismo señalé esto en su momento, y escribí una columna en The Nation para llamar la atención sobre la vil entrevista de Larry King con el insufrible Príncipe Bandar, que Moore cita. Sin embargo, el desarrollo de los hechos no ha sido amable con nuestro Mike. En el intervalo entre su triunfo en Cannes y el estreno de la película en EE.UU., la comisión que investiga el 9/11 no encontró nada de qué quejarse sobre el momento o el arreglo de estos vuelos.

4. Una película que se basa en una gran mentira y en una gran mala interpretación sólo puede sostenerse mediante una vertiginosa sucesión de falsedades más pequeñas, alimentada de afirmaciones más locas y aún más contradictorias. Se acusa al presidente Bush de tomar demasiadas vacaciones perezosas. (¿Qué es eso? ¿No se supone que Bush es un incesante planeador de futuras guerras agresivas?) Pero la imagen de Bush “relajándose en Camp David” lo muestra al lado de Tony Blair. Digo “muestra” aun cuando esta fotografía está en pantalla tan fugazmente que, si uno estornuda o parpadea, no reconocerá a la otra persona. Una reunión con el primer ministro del Reino Unido, o al menos con este primer ministro, no es haraganear.

5. El presidente también aparece en un campo de golf, dando una respuesta caliente a una pregunta sobre el terrorismo, y después pidiéndoles a los periodistas que se fijen en sus tiros. Bueno, con eso se encuentra uno si entrevista al presidente en un campo de golf. Si Eisenhower hubiera hecho algo similar –y con frecuencia lo hacía– se lo habría presentado como un estadista calmo. Si Clinton lo hubiera hecho –y con frecuencia lo hacía– hubiera sido un despliegue de su encanto. Mucho más interesante es el momento en que Bush aparece congelado en su silla en un jardín de infantes de Florida, anonadado e impotente durante siete largos minutos después de recibir las noticias del segundo avión el 11/9. Muchos creen que debería haber saltado de su silla al estilo Russell Crowe, y ponerse a trabajar. Yo mismo desearía eso. Pero si hubiera hecho algo prepotente (como hizo con sus comentarios “vivo o muerto” un mes más tarde) la mitad de la comunidad de Michael Moore lo estaría llamando un hombre que fue a la guerra montado en un impulso frenético y enloquecido. La otra mitad diría lo que ya dice: Bush sabía que el ataque llegaría, lo estaba usando para mantenerse en el poder, y no podía esperar para seguir adelante con su golpe.

6. La película de Moore nos presenta a Irak como “una nación soberana” (de hecho, la soberanía de Irak fue duramente limitada por sanciones internacionales que, aunque cuestionables, reflejaban su falta de cumplimiento con importantes resoluciones de Naciones Unidas). En este apacible reino, de acuerdo con la selección de imágenes que hace Moore, los niños hacen volar pequeños barriletes, los comerciantes sonríen bajo el sol y los gentiles ritmos de la vida no son interrumpidos. Viendo los clips que Moore usa, y recordándolos bien, reconozco varios palacios de Saddam, además de centros militares y policiales. Pero estos sitios no son identificados como lo que son.

7. Recuerdo haberle preguntado a Moore en Telluride si era un pacifista. No me dio una respuesta directa entonces, y no la da ahora.

8. Fahrenheit 9/11 señala que la administración Bush envió muy pocas tropas a Afganistán y por eso dejó que demasiados miembros del régimen talibán y de Al-Qaida escaparan. Simplemente diré: en la película, Moore dice fuerte y varias veces que no se mandaron suficientes tropas a Afganistán e Irak. Ahora bien: o se envía demasiada tropa o es un error enviar tropa alguna –esto último era la opinión de Moore en 2002– o se envió muy poca tropa. Si nos íbamos a asegurar de que no sobrevivieran o escaparan fuerzas talibanas o de Al-Qaida, deberíamos haber sido más brutales de lo que sospecho está recomendando el señor Moore.

9. Moore asegura que Irak, bajo el gobierno de Saddam, nunca atacó ni mató ni siquiera amenazó (sus palabras) a ningún norteamericano. Nunca sé si Moore es tan ignorante como parece, o si eso es humanamente posible. Bagdad fue durante años el hogar oficial y visible de Abu Nidal, entonces el gángster más buscado del mundo, que había sido sentenciado a muerte incluso por la OLP, y había atentado contra aeropuertos en Viena y Roma. Bagdad fue el lugar seguro para el hombre que mató en una operación a Leon Klinghoffer. Saddam habló públicamente acerca de su apoyo financiero a atentados suicidas en Israel. (Muchos norteamericanos caminan por las calles de Jerusalén.) En 1991, se tomó un gran número de rehenes en la espantosa invasión de Irak a Kuwait, y fueron retenidos en condiciones espantosas durante mucho tiempo. Después de que esa invasión fue repelida, después de que Saddam mató a bastantes norteamericanos y egipcios y sirios y británicos –y amenazó con matar a muchos más– se atrapó a la policía secreta iraquí tratando de asesinar al ex presidente Bush durante su visita a Kuwait. ¿Acaso no estaríamos molestos con cualquier dictadura extranjera que tratara de asesinar a un ex jefe de Estado? (El presidente Clinton así lo consideró: ordenó la destrucción de todos los misiles crucero del cuartel de seguridad de Baath.)
Las fuerzas iraquíes dispararon cada día, durante diez años, desde los aviones que patrullaban zonas donde estaba prohibido volar, y cometieron genocidios en el norte y sur del país. En 1993, un cierto señor Yasin ayudó a mezclar los químicos para una bomba al World Trade Center, y después se fue a Irak, donde estuvo como invitado hasta la caída del régimen. En 2001, el régimen de Saddam fue el único en la región que abiertamente celebró los ataques a Nueva York y Washington, y los describió como el comienzo de una venganza mayor. Los medios oficiales regularmente lanzaban diatribas antisemitas. Creo que uno puede describir eso como “amenazador”, aun cuando se sea tan obtuso como para pensar que el antisemitismo sólo amenaza a los judíos. Y fue después, no antes de los ataques de 9/11, que Abu Mussab al-Zarqawi se mudó de Afganistán a Bagdad y empezó a planear su ahora muy conocido y letal diseño para una guerra santa y étnica. El 1º de diciembre de 2003 el New York Times publicó –y el informe de David Kay así lo ha establecido– que Saddam había estado negociando secretamente con el “Querido Líder” Kim Jong-il en una serie de reuniones secretas en Siria durante la primavera de 2003 para comprar un sistema de producción de misiles norcoreano. (Este intento fue revelado después de la caída de Bagdad, cuando la presencia de la coalición puso fin a las negociaciones.)
Si estas cosas hubieran pasado bajo alguna otra administración, pueden estar seguros de que Moore y otros acusarían al presidente de ignorar “advertencias” claras.

10. Moore ha anunciado que no va a presentarse en programas de TV donde pueda ser cuestionado. Noté en el New York Times del 20 de junio que ha establecido pomposamente un rápido equipo de respuesta, un staff encargado de chequear los hechos, y algunos abogados duros para defenderlo de los ataques. Va a demandar a quien lo insulte, dice Moore. Algunos grupos de derecha, me entero, están planeando presionar a los cines locales para que no estrenen la película. ¿Cuán estúpido y matón hay que ser para responder una forma de estupidez y cobardía con otra? Vayan y vean esta horrible película, lleven a sus amigos, y si algún tonto del público grita, a favor o en contra, siéntanse libres de unirse a la conversación.

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