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Domingo, 12 de diciembre de 2004

PLáSTICA 2 - ¿POR QUé ENCERRAR LA HISTORIA DEL ARTE EN PEDAZOS DE DURLOCK DERRUMBADO?

Plástica 2 - La caída del muro

“Convertidas en perlas,
tus lágrimas brotan del mar”
Catalina León
Galería Alberto Sendrós
Pasaje Tres Sargentos 359
Hasta el 25 de diciembre

 Por María Gainza

–¿Qué tiene el Durlock que no tenga la tela?
–Algo de cuerpo a cuerpo, de enfrentamiento, que me atrae.
–Casi como un trabajo escultórico.
–Y además se cae, se quiebra, como si registrara todo lo que me sucede.
Entonces se conjugan dos imágenes: la joven Catalina León enfrentándose al material como una bravía Juana de Arco ante los ejércitos ingleses, o bien la joven Catalina León, recostada sobre el piso, escribiendo y dibujando como en trance sobre un soporte que absorbe sus días igual que las páginas de un diario íntimo. Más tarde, León confesará que en un principio también le atrajo la idea de pintar interiores de casas y que entendió el Durlock como el soporte que más se acercaba a eso: la parte por el todo, lo que se podía llevar bajo el brazo una vez expulsada de la habitación. Pero como en León hay intuición, lo que uno llamaría una decisión tomada ella lo descarta como casualidad, y confiesa tímida que, al igual que todo lo que ahora la seduce, los materiales siempre estuvieron ahí, sólo que antes ella no los había notado.
“Basta de caras” se lee entre dibujos de rostros de niños, mujeres y peces. “¿Por qué no puedo salirme de mí un ratito?”, escribió debajo.
–Se lo pregunto a la pintura –comenta León.
–¿Y qué te contesta?
Deja una serena satisfacción ver que León, en el fondo, ya sabe que ahí no encontrará las respuestas, que no vale correr porque no hay hacia dónde ir, que simplemente hay que dejarse llevar y permitir que las dudas, como la respiración, nos acompañen en el camino. Plain Sailing, decía John Lennon.
Integrante de la Beca Kuitca 2003-2005, la artista navega entre la escultura, la pintura, el dibujo, el bordado, la poesía, la instalación. Aunque ya sabemos que haga lo que haga, y como escribió la poeta norteamericana Laura Riding, “No somos el viento”. En otras palabras, somos lo que no cambia. En cada uno de sus trabajos, ya sea en los árboles flacos de donde cuelgan perlas, en la pared cubierta por plantas de interior, en el mar de Durlocks rotos y pintados como una suerte de historia del arte hecha añicos sobre el piso y velando sobre ella, un suave cielo de telas bordadas con cantos y pájaros, León pareciera intentar remover, así como quien pela la cáscara de un durazno, la piel del mundo para encontrar algo como una atmósfera reconocible e inmutable. Y como sus obras rara vez se anclan en una percepción física concreta ellas tienden, extrañamente, a existir en un clima emocional.
Hace unos veinte años, Francesco Clemente dijo esto: “Llevo dentro de mí la idea de que es mejor ser muchos a ser uno, que muchos dioses son mejores a uno solo y muchas verdades mejor que una”. Cuando se miran los dibujos de León, acaso cabe imaginar a la artista como médium: “Abro la puerta y por mi mano pasan todos los pintores”, sonríe y uno comprende que esa facultad en lugar de perturbarla la alivia. Al fin y al cabo, su apetito por salirse de sí parece saciarse un poco en ese instante de metamorfosis. Una lectura reduccionista de la obra de León diría que ella ha sido atravesada por sus últimos años: por su cohabitación en un PH del Abasto con una comunidad peruana, por las canciones de Chavela Vargas, por la casa de su abuelo que solía recorrer en penumbras para aprendérsela de memoria. Pero León no hace auto-cripto-biografía. Es cierto que estos acontecimientos aparecen en su obra al punto que la muestra lleva de nombre una línea salida de la canción Concha Nácar. Pero debajo de la superficie, hay un río Catalina León que corre incesante, colándose entre los materiales y dejándose escuchar a la distancia: reconocemos su curso como el nuestro porque su vertiente es aquella de nuestra experiencia diaria.
Hace poco, en una entrevista, Paul Auster se preguntaba: ¿Cómo podemos soportar aquel libro en donde intuimos que el autor no se sintió obligado, urgentemente obligado, a escribirlo? Es por ese darle pelea constante a sus materiales, entablando a la vez un diálogo privado con ellos, donde el trabajo de Catalina León logra combinar la urgencia y la calma de las obras que nacieron de la necesidad.

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