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Domingo, 19 de diciembre de 2004

DESPEDIDAS: CERRó LA CLíNICA DE LA MONTAñA MáGICA.

Davos kaputt

Algunas aclaraciones previas para que la noticia adquiera toda su envergadura: la clínica de la localidad alpina suiza de Davos, donde convalece Hans Castorp en La montaña mágica de Thomas Mann, está calcada de una clínica real y existente que Mann conoció en 1912, cuando internó a su mujer por una afección pulmonar. Lo único mitológico es que Mann (como se insinúa en la página oficial www.Kinik-Valbella.ch) haya vivido allí. Pero el aspecto de la clínica (“Un edificio alargado con cúpula, que a causa de los balcones en forma de palcos de lejos parece agujereado y poroso como una esponja”) y el camino que lleva a ella (Castorp sale de la estación de Davos, camina “hacia la izquierda” y cruza “las angostas vías” para luego ascender “la suave cuesta boscosa”), tan bien descriptos que desde hace décadas son un paseo obligado para los fanáticos, corresponden en realidad a otro sanatorio que quedaba enfrente.
El desplazamiento no es gratuito: con razón, dado que nada demasiado afectuoso se dice de la forma en que los médicos de la clínica explotan las paranoias psicosomáticas de sus inquilinos, Mann temía que le hicieran juicio. Tampoco faltó mucho: el archiconservador Dr. Karl Turban (que se refirió al Zauberberg como al destilado turbio de una época turbia que dañó tanto a médicos como a enfermos de tuberculosis pero que “pronto será olvidado”) invitó al profesor Jessen (Behrens en la novela) a iniciar acciones legales, pero éste convenció a aquél de que todo terminaría en una controversia verbal y que en retórica llevaban todas las de perder con un enemigo como Thomas Mann.
Curiosamente, después de la Primera Guerra, la clínica suiza donde transcurre la novela alemana más importante de entreguerras quedó en manos del estado alemán. Un destino doblemente aciago: desde 1933 fue un antro nazi en tierra neutral y en 1956, bajo el dictamen modernizador del milagro económico teutón, pasó de ser un aristocrático edificio de fines de siglo XIX a verse como un monoblock soviético. Cuatro años antes de esta degradación arquitectónica, el biólogo Selman Waskman, descubridor de la estreptomicina, ganaba el Nobel. Con el nuevo antibiótico se acabó el negocio de la turberculosis, por lo que la clínica se volcó a áreas más rentables y modernas como el asma y las alergias.
Pero tampoco esa moda podía durar eternamente, y aquí viene la noticia: incapaz de montarse a la nueva ola del wellness, el pasado noviembre, justo cuando se cumplían 80 años de la publicación de La montaña mágica, la clínica cerró.

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