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Domingo, 12 de junio de 2005

Inevitables - Escuchá: Jazz x 4

Orquesta atípica

La Big Band de Dave Holland aúna poder e impulso con criterio camarístico.

Por Diego Fischerman
Dave Holland es un contrabajista y compositor extraordinario. Varios de sus discos hicieron historia –empezando, como corresponde, por el fundante Conference of the Birds, grabado en 1972, donde tocaban Anthony Braxton y Sam Rivers– y sus participaciones en álbumes ajenos nunca pasaron desapercibidas. Con un sonido pleno, un fraseo que se deleita en jerarquizar líneas secundarias, una poderosa imaginación tanto para las subdivisiones rítmicas como para ampliar el registro armónico y una técnica impactante, Holland viene trabajando, desde el disco Jumpin’In (1984), en formatos que, a pesar de las dimensiones camarísticas, remiten con frecuencia a una idea orquestal. La inclusión de varios instrumentos de viento y la ausencia de piano dan a sus grupos una característica aérea y contrapuntística, por un lado, y, a la vez, capaz de las mayores densidades. La originalidad de su big band, con la que había publicado What Goes Around en 2002 (elegido mejor disco del año por todas las revistas especializadas) y con la que acaba de editar el fantástico Overtime (Universal, 2005), es que funciona como una ampliación del quinteto. La conformación no es típica: 5 saxos, 3 trombones, 3 trompetas o flugelhorns (trompetas graves), vibráfono, contrabajo y batería. Los nombres –una verdadera selección– tampoco: los integrantes del quinteto más Antonio Hart, Gary Smulyan y Taylor Haskins, entre otros. El resultado es una lección de virtudes rara vez encontradas por separado y casi nunca en conjunto: sutileza, swing, impulso, inteligencia y excitación.

Dave Holland Band
Overtime (Universal, 2005)

Triángulo equilátero

Tres grandes solistas dan sus mejores frutos en conjunto.

Por D. F.
El trío es al jazz lo que el cuarteto de cuerdas a la música de tradición escrita. La forma básica –piano, contrabajo, batería– consolidada por Bud Powell y Bill Evans, entre otros, tuvo, por supuesto, sus variantes: piano, guitarra y contrabajo (los tríos de Nat Cole y de Oscar Peterson), el organ trio o, entre muchas otras combinaciones, saxo, contrabajo y batería (las geniales sesiones de Lee Konitz con Sonny Dallas y Elvin Jones). La piedra de toque suele ser la exclusión del piano -.o algún equivalente capaz de tocar acordes. En ese sentido, dos tríos surgidos en las últimas décadas marcan el rumbo. Ambos incluyen guitarra pero en ambos casos este instrumento, en lugar de cerrar el campo armónico tocando acordes, trabaja alrededor de una concepción más melódica que armónica. Uno es el Tiny Bell Trio (Dave Douglas en trompeta, Brad Schoeppach en guitarra y Jim Black en batería). El otro es el gran pionero y, según demuestra el reciente I Have The Room Above Her (ECM, 2005), el patrón con el que deben medirse todos los demás. El baterista Paul Motian –ex integrante del trío de Evans y del cuarteto americano de Keith Jarrett– compone todos los temas (salvo el que da título al CD, escrito por Jerome Kern y Oscar Hammerstein, y una maravillosa versión de “Dreamland”, de Thelonious Monk) y aporta un concepto creativo de gran originalidad, presente también en su Electric Bebop Band. Los otros dosson el saxofonista Joe Lovano y el guitarrista Bill Frisell, dos solistas extraordinarios que, sin embargo, dan lo mejor de sí en el contexto de este trío.

Paul Motian, Joe Lovano y Bill Frisell
I Have The Room Above Her (ECM, 2005)

New York, New York

El guitarrista más influyente de la Gran Manzana logra un disco excelente junto a un grupo de estrellas.

Por D. F.
El jazz neoyorquino es un género en sí mismo. Situado al borde del experimentalismo, en la frontera lindante con el Knitting Factory, o del show para turistas japoneses, en el límite que marca el Blue Note, allí se cuece mucho de lo que escuchará el mundo y, siempre, con un cierta cualidad de perfección técnica, discreta iconoclasia y una mirada hacia la tradición un poco distante, que algún desprevenido podría confundir con frialdad. El guitarrista Kurt Rosenwinkel es una de las grandes figuras dentro de ese universo estético y, con certeza, uno de los músicos más influyentes del momento. Ex integrante del grupo de Gary Burton y de la Electric Bebop Band de Paul Motian, en su nuevo disco, Deep Song (Verve, 2005), cuenta con un grupo de estrellas: el pianista Brad Mehldau, el saxofonista Joshua Redman, el contrabajista Larry Grenadier y, alternándose, los bateristas Jeff Ballard y Ali Jackson. Con un estilo en que el timbre y la precisión de las articulaciones resulta fundamental, Rosenwinkel es uno de los grandes virtuosos actuales de un instrumento que, hasta hace poco, se mantenía reacio, dentro del jazz, a las innovaciones del rock. Abercrombie, Metheny, Frisell, Scofield, Rypdal y nuevas figuras como Marc Ducret y Nguyen Lé cambiaron el panorama y Rosenwinkel aprovecha el territorio abierto para moverse a sus anchas. “Brooklin Sometimes”, con un notable solo de Mehldau hacia el final del desarrollo, el radicalmente angular “Synthetics” y la exquisita balada “Use of Light” marcan puntos altísimos de un disco signado por la originalidad de las composiciones y la calidad de la ejecución.

Kurt Rosenwinkel
Deep Song (Verve, 2005)

Gershwin y el piano

Versiones de gran nivel para un repertorio fascinante y poco transitado.

Por D. F.
La definición del género al que una música pertenece, es decir del conjunto de reglas estilísticas con las que esa música va a dialogar, lejos de ser una cuestión menor resulta fundamental. Si un tenor lírico decide cantar tangos, el resultado no será el mismo si decide hacer un disco del género “tango” o si se inclina por el género “tenor cantando, a su manera, diversas cosas”. Y en el caso de las obras que George Gershwin escribió para piano, el problema es crucial. Claramente no son piezas de jazz en tanto nada tienen que ver con el jazz de la década de 1920, que es cuando fueron escritas. Gershwin, en realidad, escribió obras de salón, domésticas, para ser tocadas por él, para ser grabadas en rollos de pianola o para vender las partituras. Son obras que requieren interpretaciones virtuosas y un uso clásico de los pedales, de las articulaciones y los ataques. Están inspiradas en músicas folklóricas comoel blues y el gospel pero no son piezas folklóricas. Como Grieg o Chopin (dos fuentes inevitables en el repertorio pianístico de la época), recurre a materiales populares y los trabaja con procedimientos provenientes de otra tradición. 17 canciones estilizadas (extraídas de su Songbook para piano), una transcripción de An American in Paris, los esenciales Tres preludios, la versión para piano solo de Rhapsody in Blue y algunas piezas breves encuentran sus mejores interpretaciones posibles en manos de Frank Bradley, en un disco imperdible: George Gershwin. Frank Bradley, recién publicado y distribuido en disquerías especializadas de Buenos Aires por Harmonia Mundi.

Frank Bradley
George Gershwin. Frank Bradley
(Harmonia Mundi)

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