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Domingo, 13 de mayo de 2007

MúSICA > POR FAVOR, CONOZCA A AMY WINEHOUSE

La hija del soul naciente

Con apenas 24 años, ya tiene borracheras cósmicas, éxitos de ventas y canciones que se lo merecen. Confesional pero no autocompasiva, femenina pero no delicada, hija del soul británico pero que ya deslumbra a los norteamericanos, Amy Winehouse llega a las disquerías argentinas con Back to Black, un disco dedicado a la ruptura sentimental pero que invita a salir a la noche.

 Por Martín Pérez

“Me trataron de hacer ir a rehabilitación/ y yo les dije que no, no, no”, canta la contundente Amy Winehouse desde el primer verso del primer tema del disco que la acaba de catapultar a la fama internacional. Es apenas el segundo álbum de su carrera y se llama Back to Black, un título que hace referencia al regreso de los malos tiempos en su vida, ya que casi todos sus 10 temas giran alrededor de un fracaso amoroso, y sus consecuencias. El alcohol es una de ellas, y de eso habla el tema en cuestión, titulado sencillamente “Rehab”, en donde Amy asegura que “No hay nada que puedan enseñarme/ que no pueda aprender de Mr. Hathaway”. Se refiere a Donny Hathaway, un cantante de soul nacido en Chicago, hospitalizado varias veces por depresión, y que murió a fines de los ‘70 con apenas 33 años. Es que no le faltan maestros a este joven tornado soul que ha tomado por asalto la escena musical británica, y ahora le toca el turno a Norteamérica. Mientras se prepara para comenzar su primera gira por los Estados Unidos, Amy acaba de ver cómo Back to Black –que salió a fines del año pasado en Gran Bretaña, y lleva vendidas casi un millón de unidades– ha regresado al número uno en los charts británicos, un salto propulsado por la reciente edición de su tercer simple, dedicado al tema que bautiza el disco. Es una canción triste y con aliento clásico, si no fuese –otra vez– por los contundentes versos con los que arranca, dedicados al hombre que la ha dejado: “No se dejó tiempo para lamentos, y mantuvo su pito húmedo con la misma apuesta segura de siempre”. Cuando sufre, Amy Winehouse resulta tan contundente como cuando decide hacer oídos sordos a lo que le dicen y elige su propio camino. A los 24 años, esta chica de los suburbios al norte de Londres es carne de la prensa amarilla inglesa por sus borracheras públicas, pero su voz sabe hacerse escuchar apenas comienza a sonar. Se dice que fueron sus representantes los que le sugirieron que probase con la rehabilitación. Pero entre Mr. Hathaway y Ray Charles (la letra también dice que prefiere quedarse con Ray, antes que internarse), Amy encuentra su cura en la música. “Si no lo hice, no lo puedo poner en una canción. Tiene que ser autobiográfico”, se puede leer un su site oficial de Internet. “Escribir canciones es como un exorcismo, todo lo que hago está ahí. Si no tuviese esto, estaría perdida. Me entiendo mucho mejor a mí misma luego de que escribí una canción sobre algo.”

Antes de Back to Black –cuatro años antes para ser exactos– fue el tiempo de Frank, su álbum debut, el que la comenzó a poner en órbita. Pero aquel disco suena para la Amy de hoy como algo ajeno. Tenía los correspondientes remixes, a los que no es muy adepta. Y también era más orientado hacia el jazz, algo así como su tierra natal, a la que sabe que va a volver, pero hoy le gusta juguetear más con la canción. “Estoy escuchando mucho los clásicos grupos de chicas como las Shangri-Las, y también las canciones de corazón roto del soul de los años ‘60. Cualquier clase de tema, en realidad, que se pueda cantar junto a una botella de whisky”, le explicó al diario británico The Times cuando recién había salido a la venta el single del tema “Rehab”. La historia oficial de Winehouse comienza en una familia musical: su abuelo paterno fue Ronnie Scott, una leyenda del jazz británico de los años ‘40, sus tíos son músicos profesionales de jazz, y en su casa sonaban permanentemente los discos de Frank Sinatra, Ella Fitzgerald y otros. “Cuando tenía 6 o 7 años escuchaba la Immaculate Collection de Madonna durante todo el día”, le confesó al diario The Observer cuando recién había salido su primer disco. “Pero a los 11 descubrí grupos de chicas como Salt’n’Pepa y TLC y me di cuenta de que esa era mi música. Con mi mejor amiga Juliet armé mi primer grupo, llamado Sweet’n’Sour. Eramos rappers. Yo era Sour, por supuesto”, aclaró Amy, explicando sus días en aquel ignoto dúo traducible como Dulce y Amarga.

Expulsada de la escuela a los 13 años por hacerse un piercing en la nariz y “no estudiar lo suficiente”, cantante profesional a los 16, y con un primer disco editado a los 20, Amy Winehouse tiene el mundo por delante. Cuando su disco se editó recientemente en los Estados Unidos, fue uno de los que más rápido se vendió de una cantante británica en Norteamérica, después de los de Kate Bush y Dido. “No estoy muy segura de cómo es que el disco terminó sonando tan completo, pero sé que decidí grabarlo en un par de semanas y quería que sonase tal como quedó”, dice Amy del irresistible Back to Black, confesional pero jamás autocompasivo, en el que puede sonar como Etta James o Sarah Vaughan, pero también hacer un dúo con el rapper Ghostface Killah. Lo produjo el neoyorquino Mark Ronson, que hizo lo propio con su compatriota y compañera generacional Lily Allen, pero también con Robbie Williams y Christina Aguilera. Su trago preferido revela demasiado sobre su personalidad: se llama Rickstasy, y es tres partes vodka, y las otras tres Southern Comfort, licor de banana y Baileys. No hay nada de relleno ahí. “Para cuando vas por el segundo, no tenés que intentar ir a ningún lado. Te quedás donde estés, hasta que empiecen a cantar los pajaritos”, le explicó a la periodista británica Sophie Heawood. “Pero nunca la pasé mal con ese trago, no soy una borracha enferma, sino una borracha violenta. Pero es porque creo que no hay nada mejor que las relaciones humanas. Ahí es donde viene la mayor felicidad en la vida. Digo, además de los zapatos y las carteras.”

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