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Domingo, 11 de mayo de 2008

FAN > UNA CANTANTE ELIGE UNA OBRA PLáSTICA-MUSICAL FAVORITA

Los trazos de la canción

 Por Rosario Blefari

Nos juntamos hace poco con Diana Aisenberg, una amiga y artista plástica para quien posé a los veinte años. Queríamos ver si era posible armar una especie de seminario –para dar juntas– en el que conjugáramos su experiencia con la mía: ella como maestra de pintura, yo con mis talleres de letras de canciones. Lo primero que hicimos fue contarnos algunos ejercicios o consignas que solemos usar. Entonces empezó un diálogo: yo le contaba un ejercicio, se lo explicaba y eso la remitía a otro inventado por ella donde trabajaba algo parecido o complementario. También era como si tradujéramos dos idiomas: “Ah, eso en mi mundo se dice así”, en uno se mira, en el otro se oye. No podíamos parar. Era muy difícil esperar el turno de cada una porque mientras la otra hablaba se nos ocurrían muchas asociaciones, cruces, paralelismos que queríamos poner en el tapete y al mismo tiempo reflexionar sobre ellos, y al mismísimo tiempo se nos ocurrían variantes, versiones, nuevos ejercicios y pruebas. Ella me mostró su tesoro de “materiales didácticos”: tarjetas, muestrarios, figuritas, juguetes, madejas de lana, fotos, textos y también quiso inmediatamente llevar a la práctica algunas de mis ocurrencias. Hay toda un área de mi trabajo con las letras de las canciones que surge del collage, algo que hoy por hoy arribó al puerto de las letras pero proviene del entusiasmo por la tijera, los papeles de colores, el pegamento y la foto de Matisse con una tijera en la mano en lugar del pincel.

Todo esto es para explicar de alguna manera por qué se transformó Enrique Ahriman en un artista admirado por mí y por qué lamento no haberlo conocido en vida y ver algunos originales de sus trabajos o escucharlo hablar de sus proyectos increíbles. Diana se puso manos a la obra inmediatamente con los collages y me los mostraba entusiasmada y cuando le hablé de toda una cuestión con lo de “ver la letra” los ojos le brillaron y me dijo: “Vos tenés que ver el trabajo de mi amigo Enrique, las páginas musicales, las páginas en cemento, su proyecto de televisión para leer”. Y me empezó a contar y trajo la computadora y me mostró fotos de las páginas, esos collages increíbles que dibujan con la palabra y escriben con dibujos, disposiciones espaciales en el papel que hablan y que, a mi criterio, suenan. Y me iba dando cuenta de pronto como alguien que no conocí desarrolló al máximo algunas ideas que dan vueltas hace algunos años en mi cabeza, como que la letra debe ser escrita como una partitura musical, que la disposición en el espacio del papel ya es música, que hay que aprender a escribir y a leer de ese modo multinivelado... Cómo me hubiera gustado charlar con él de estas cuestiones y cómo hubiera podido “enriquecer” mis ideas que son como ramitas de un gran árbol que él plantó y regó durante su vida. A veces alguien puede estar muy cerca en la misma época y sin embargo me ha tocado descubrirlo ahora como a Gardel o a Stendhal que ya no existían cuando me los crucé. Después de escribir estas palabras lo conoceré un poco más, porque recién empiezo y es tan vasta su obra que siento que todo lo que tengo es una especie de vistazo que me proporcionó Diana. Pienso que tal vez algún día sus amigas, custodias y divulgadoras de su obra, Gachi Hasper –otra artista– por ejemplo, me dejarán ver algo de lo que dicen que hay en esas valijas que dejó, llenas de todo. Me voy enterando de a poco que fue actor, director, videasta, fotógrafo, editor, asesor de otros artistas, pintor.

Escucho y leo relatos, siempre son testimonios de quienes estaban cerca, por ejemplo una de sus obras que duró sin interrupción sesenta horas, empezando un viernes y terminando un domingo a la noche, siete horas adentro de la sala y después se veía desde afuera durante otras siete horas a través de un gran vidrio. Y me pregunto si me lo habré cruzado alguna vez, o si lo habré visto sin saber de quién se trataba. Y qué justa su aparición en el encuentro con Diana, cuando nos vimos rodeadas de sonidos que dibujaban letras que dibujaban la canción, que nos hablaban cuando los leíamos, y cuando pudimos leer lo que sonaba.

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Enrique Ahriman

(1944-2002)

Nació en Italia en 1944 con el nombre Enrico Paolo Casotti, emigró a Argentina con su familia a los cuatro años y en 1970, con un crédito del Fondo Nacional de las Artes para teatro, se fue para volver e irse intermitentemente hasta su retorno definitivo en 1998. En 1999 realizó una muestra en el Centro Cultural Borges llamada Mi Madre-La Argentina. Allí estaban las páginas y el proyecto de Leggenda, el material sobre la Televisión en común y los carteles de una muestra realizada en Venecia junto a las páginas en español de la Televisión para leer. Realizó obras de teatro, performances, conciertos, grabaciones de ópera para radio, videos y films, proyectos en universidades, archivos de documentación de elaboración de los proyectos, cintas de sonidos y obras digitales que están en manos de los varios artistas con los que Ahriman trabajó en Italia, Francia y Bélgica. Algunas de sus obras son Pagine Musicali de 40 minutos, Páginas en Cemento y Proyecto de arte público, que consiste en la publicación en cemento en las veredas de los hospitales psiquiátricos Borda y Moyano.
 
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