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Domingo, 24 de agosto de 2014

FLOR DE JARDIN

PLASTICA En su nueva muestra, llamada Ellas, la pintora Susana Schnell presenta una serie sobre flores, lienzos trabajados con agua, en forma horizontal, en acción. Con influencias de Odilon Redon y de la literatura femenina, desde Wislawa Szymborska hasta Sara Gallardo, la obra de Schnell esconde años de capas y materiales pero, al mismo tiempo, tiene la levedad de un mundo flotante.

 Por Eugenia Viña

Flores de acero, flores del mal, siemprevivas, jazmines, orquídeas, petunias, nenúfares. Ofelias, Fridas, Alicias, Serafines, Javieras, Leas, Zaharas. Flores como mujeres, mujeres como marcas, marcas con nombres de escritos. La artista Susana Schnell las concentra y las presenta como “Ellas”: cinco lienzos que flotan como hojas, con flores de agua construidas con tinta. Bastiones de belleza que en su apariencia aérea esconden años de capas y materiales, que aparentan tener la densidad propia de la tierra, pero flotan como fantasmas en un cielo de agua.

LA PINTURA COMO ACTO

CIELO, 89 X 108, TINTA, ACUARELA Y AEROSOL.

El día que Jackson Pollock se puso botas con el objetivo de pararse literalmente sobre la tela para trabajar, marcó un hito en la historia de la pintura. La tela, dice el ensayista John Berger, “... se convirtió en el ruedo donde se suceden las acciones libres del pintor, y el espectador las revive a través de las huellas que han dejado. El arte ya no es mediación, sino acción. No es ya una búsqueda, sino un punto de llegada”.

Schnell no se para sino que se tira al piso y trabaja casi acostada sobre la tela. Alucinada y en forma horizontal, en paralelo al lienzo, trata sus obras como si ellas mismas fuesen flores: las entinta, las pigmenta, las pasa por agua, con gubias, pomos, tintas y pinceles en la mano. “Podría pasar toda mi vida pintando una misma tela. La flor, en este momento, es una excusa”, dice. “Trabajo por series, me acompañan. Son pensamientos desarrollados. Es un relato tapado. Hubo flores en el papel y sobre el lienzo en el que pinto, hay flores en mi vida. Después de pintar, tiro agua, arrastro, vuelco tintas, vuelvo a pintar. Necesito que haya acción. Me tiro en el piso. Mi búsqueda es el resultado de un trabajo muy intenso, con mucha pelea. Es que a veces los trabajos van delante de uno.”

LA PINTURA COMO PENSAMIENTO

LEA, 102 X 74, QOUACHE, ACRILICO, PASTEL Y AEROSOL.

Si pintar puede ser un gesto hermanado con el escribir, si mirar siempre implica leer, ¿cómo traducir palabras en imágenes? “Mostrar, exponer es hablarse a uno mismo. Me hablo mientras trabajo”, dice Schnell, para quien la búsqueda de comprensión forma parte del camino. El paso por la carrera de Matemáticas en la universidad, el acompañamiento de maestros como Ahuva por años y la presencia permanente de la literatura dan testimonio: “La pintura me permite vivir mejor. Entro en una especie de ‘aturdimiento’ , de círculo. El acto de la pintura es lo que va conmigo. Investigué y me metí por muchos lugares. Siempre miré la historia del arte. La novela es un descanso en mi vida. Leía y leo mucho. Sobre todo literatura de mujeres”.

Ellas, nuevamente: sobrevolando el taller están Sara Gallardo, Silvina Ocampo, Clarice Lispector, Natalia Ginsburg, Duras, Austen, Cynthia Ozick, Lorrie Moore, Wislawa Szymborska. Mujeres que iluminan como faros, que hacen de islotes en el océano inmenso.

Florencia Cillo –curadora de la muestra– fue también una de ellas: “Fue una de las primeras en entender mi obra”, afirma la artista, aunque Cillo sostiene: “Más que gestora o curadora me siento una buena acompañante. Hago buenas duplas. Me siento una testigo. Me importa más el proceso del trabajo que el resultado. En el trabajo que presentamos no veo flores. Veo la pintura, la superficie, la capa sobre capa. Veo un sistema de decisiones, la superficie resistiendo y cierta luz que viene del fondo de la tela. Me encanta que no ves la superficie sufrida sino una luz perdida y recuperada”.

EL CAMINO HACIA LAS FLORES

BEA, 135 X 76, ACRILICO, TINTA Y AEROSOL.

“Tengo un jardín divino de flores”, confiesa Schnell, quien habla de su balcón en Boedo (“un balconcito”, dirá luego) como si fuese una porción del paraíso: jazmines, orquídeas, flores hermosas, perfume. Es que una porción es suficiente para desear compartir el paisaje con Monet, Odilon Redon, Mallarmé, Verlaine y Gustave Moreau. El horizonte del simbolismo, que amaga y seduce, sin decir nunca una última palabra, ni dar nunca una pincelada con ambiciones de autoridad.

Schnell relata su propio camino: “Hace diez años comencé a usar tintas, en las cuales descubrí una materialidad que hasta ese momento no había experimentado con otros materiales. Cambió mi manera de pintar, incluyendo entonces las transparencias y lo invisible. Estos trabajos podían contener hasta 20 capas de pintura o más y en el resultado final aparentaban paisajes acuáticos. Me interesaba lo etéreo, lo inmaterial. Trabajé con círculos, donde la idea del círculo tenía que ver con una idea de un movimiento perfecto. Fue entonces la nota principal de mis trabajos, de mis ‘partituras’. De esa serie –llamada ‘Soliloquios’–, algunas pinturas estaban fijadas y otras no. Las que no están fijadas han ido borrándose y a los siete años ya se va perdiendo el color. Para mí eso estaba bueno, sentir que la obra iba desapareciendo, aunque fijé algunos de los trabajos a pedido de los compradores”.

De allí la artista pasó a los trabajos en papel de calco –como transparencia– dibujando con agujas calentadas con fuego. Schnell explica: “Tenía que tener cuidado de no quemar el papel al punto de romperlo. Resultó ser un trabajo tan delicado y amoroso como la tinta, pero con fuego. Algo que me interesa es el desafío con los materiales que elijo. Estos fueron trabajos pequeños porque los trabajé en la cocina de mi casa. Luego, en un verano hace dos años, empecé a pintar encima de todos los cuadros que ya tenía hechos y guardados desde hacía años. El tratamiento de estos cuadros nuevos era parecido a lo que hacía en el papel con agujas calientes, porque utilizaba una gubia para raspar la pintura fresca. Llegué así, el año pasado, a la serie de los zócalos, pequeños cuadros trabajados con la idea de boceto, con tintas y acuarelas, acrílicos y pastel a la tiza. Un referente importante en este momento de mi pintura es Odilon Redon, que sigue estando presente en mis últimos cuadros”.

FLORES COMO CUADROS

¿Una flor es una mancha? ¿Es la estructura de reproducción sexual de ciertas plantas? ¿Es una fuerza generadora?

Para Odilon Redon las flores eran un lugar de amparo, confluencia de orillas de formas, misterio y recuerdo. Para Paul Klee, eran la mismísima posibilidad de sobrevivir felizmente en esta tierra: “Debemos cultivar nuestro propio jardín”, decía, mientras que para Monet eran el vehículo privilegiado de los cambios de luz en efímeras y sublimes escenas.

Así como Magritte nos previno sobre que eso que estaba allí pintado “no era una pipa”, Schnell aclara que lo suyo “no es una representación de una flor”.

“Una rosa es una rosa es una rosa”, decía la poeta Gertrude Stein. La presencia simple de la naturaleza. La belleza persistente de quien ambiciona ser lo que es. Como una pintura. Para las flores debe ser fácil: sus cuerpos parecen almas, como si fuesen las representantes de la belleza en la tierra. Ellas, que no son sólo las otras.

Ellas se puede ver en Sashimiya, México 1965 (Congreso, CABA)

Abierto de martes a domingos de 19.30 a 24.

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JAVIERA, 101 X 105, ACRILICO, PASTEL Y AEROSOL.
 
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