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Domingo, 15 de junio de 2008

LOS INCENDIOS DEL CINE LOCAL

La brasa argentina

“Conociendo cómo guardan los negativos de sus clásicos los estudios de Hollywood, es difícil pensar que un título clásico pueda perderse para siempre en un incendio”, explica Roberto Bernardis, miembro de la fundación sin fines de lucro Aprocinain, dedicada a la preservación de films, mientras se lamenta de tanto incendio que diezmó el legado de los pioneros del cine argentino. Bernardis señala que en Hollywood “hasta metieron el negativo de Mi bella dama en una especie de cápsula del tiempo enterrada no se sabe dónde, y tienen tres negativos separados de El mago de Oz, uno por cada color de aquel primitivo Technicolor”.

“Aquí no sólo los incendios (que fueron varios) nos han perdido casi en su totalidad nuestra historia del cine mudo nacional y más del 50% del sonoro. Si nos remitimos en primer término a las pérdidas por incendios han ocurrido varios, casi desde los comienzos del cine argentino, cuando aquel pionero que se llamó Enrique Lepage, que por 1897 comenzó a importar cámaras cinematográficas y proyectores, creador de la considerada primera película argentina que filmó la bandera argentina con 17 metros de película (por supuesto el negativo ya no existe), los factores más comunes que provocaban los incendios era que no había depósitos adecuados para el archivo de los negativos. Hasta principios de los años ‘50 el soporte fílmico era nitrato, un material altamente combustible y esto producía la autocombustión por altas temperaturas, que también ocurría con las copias positivas de proyección que por el calor provocado por los proyectores –que en aquellos años eran a carbón– genera el calentamiento del positivo y el incendio (lo hemos visto en Cinema Paradiso)”, cuenta Bernardis, que explica de manera muy gráfica que esas viejas películas de nitrato se quemaban como una mecha, por lo que cuando se quemaba un trozo de metraje se incendiaba toda el rollo de película con el riesgo de que el fuego saltara a otro film del mismo material altamente combustible. Hoy el mal llamado celuloide (en realidad acetato) puede quemarse por el calor de una lámpara de un proyector que está funcionando mal, pero sin que se queme el resto de la película.

Aunque parezca increíble, ya no hay negativos de clásicos autóctonos como Los isleros, de Lucas Demare o la famosa película con Mirtha Legrand Los martes, orquídeas. Así es la vida en su primera versión con Enrique Muiño no existe más, y de un film más reciente como La Raulito de Lautaro Murúa no queda negativo, sólo algunos positivos en mal estado.

Se quemaron en incendios en los depósitos de laboratorios, algunos perfectamente recordados por Bernardis, viejo lobo de la industria del cine argentino. “Era común, al menos en este país, que ocurrieran incendios en depósitos; el último que recuerdo fue el de 1968. El incendio se produjo en un pabellón especial separado del cuerpo principal del ya desaparecido Laboratorios Alex. Allí se perdieron casi la totalidad de los negativos de Lumiton y gran parte de los negativos de Argentina Sono Film. En aquel momento se intentó el rescate con la ayuda de Kodak y el mismo laboratorio con copias de exhibición, duplicados de negativos cuyo resultado no fue muy feliz, ya que fueron sacados de copias en muy mal estado de imagen y sonido. Luego esos mismos materiales se transfirieron a video, y éstos se utilizaron y aún hoy se siguen utilizando en pasadas por televisión: de allí ese concepto casi generalizado de que las películas argentinas de antes tienen mal sonido. Decir eso es una barbaridad: lo que ocurre es que estas duplicaciones fueron realizadas de originales en muy mal estado”.

Volviendo a los viejos tiempos del nitrato, Bernardis no puede confirmar la vieja leyenda de un coleccionista que murió quemado entre sus propios films mal preservados. “En todo caso la leyenda puede servir como advertencia para tanta gente que por ignorancia sigue guardando material de nitrato. El desorden también es un gran enemigo de la preservación de films, y por otro lado hay motivos comerciales que hacen que un estudio como Universal se vaya a tener que ocupar ahora de reponer algunos films que tienen más salida, mientras que otros deberán esperar que algún día llegue su turno.”

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