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Domingo, 11 de julio de 2010

Pop star

Dani Umpi, el escritor que llegó a la pantalla pasando con levedad por la literatura.

 Por Juan Pablo Bertazza

Su seudónimo de nombre abreviado –entre extranjero y circense–, sus novelas breves y llenas de guiños a la cultura pop –estrellas televisivas que, lejos de brillar por su luz propia, brillan gracias a la admiración de sus seguidores, invasión de ídolos populares que perdieron demasiado rápido su popularidad y lugares a los que la ficción casi no les había dado lugar como, por ejemplo, las discotecas–, novelas casi desérticas de cualquier cita o referencia literaria, novelas algo desprolijas, apuradas y urgentes como lo indican incluso sus títulos (Aún soltera, Miss Tacuarembó y Sólo te quiero como amigo), indicadísimas para leer de un tirón. Son varios los elementos que se reúnen y se agolpan de prisa a la hora de crear una sensación que, el tiempo lo dirá, tal vez sea prejuicio o tal vez es verdad: la tarea de escritor de Dani Umpi sólo parece constituir una punta más de su estrella de artista multifacético que incluye al performer, al músico, al llamativo artista pop.

Poco más que eso, acaso, y a lo sumo, uno de esos escritores que pueden encontrar suficientes lectores entre sus muchos amigos, un escritor ideal para publicar en editoriales independientes y nuevas; de hecho Dani Umpi publicó en editoriales totalmente artesanales como Colorpastel.

Sin embargo, a veces hay cosas externas a la literatura que pueden cambiar la visión que se tiene de un escritor: una de sus novelas, acaso la más interesante y acabada, fue llevada a la pantalla grande y el resultado es, al menos, sorpresivo, interesante, como si las cosas se empezaran a correr de lugar: ¿otro caso del autor de culto que, en su momento, genera indiferencia en la parte más sincera de gran parte de la crítica y por atrás, mediante recovecos y zigzagueos, prepara una carrera meteórica que podría catapultarlo a la genialidad?

De un tiempo a esta parte, la literatura ha involucionado o evolucionado tanto que ya existe una tradición literaria de literatura deshecha, o mejor dicho, literatura hecha desde afuera de la literatura: algo que tal vez tuvo su inicio con la obsesión vital de algunas vanguardias históricas o la obsesión estupefaciente y viajera de los beatniks y que, en nuestra literatura, encuentra una de sus cimas en las películas hollywoodenses, los retazos y montajes y Rita Hayworths que llenaron de cintas la supuesta biblioteca vacía del genial Manuel Puig. Aunque casi se vanagloria de no saber mucho de literatura, es indudable la influencia de Puig en Dani Umpi, con la salvedad de que ahí donde Puig sacudía a la literatura con constantes referencias a películas, Umpi hace algo parecido a la televisión y todos sus avatares: “Quiero ser como una cruza entre Yoko Ono y Cris Morena”, dijo alguna vez este joven escritor uruguayo nacido hace 36 años en la misma Tacuarembó de su novela.

En definitiva, esa divina trinidad conformada por el tiempo, la crítica y los lectores dirá si su literatura carece de espesor literario o si en eso mismo radica la originalidad de su propuesta. Lo cierto, lo llamativo, y lo más valioso que tenemos hasta ahora de sus libros es algo que amerita separarlos del resto de su obra artística: así como Dani Umpi parece esconderse en un falsete, en un vestuario o en una performance; en las páginas de sus ficciones siempre parece decir la verdad sobre sí mismo.

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Imagen: Pato Rivero
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